El Universal

De un cielo tan encapotado...

- Por JEAN MEYER Investigad­or del CIDE. Jean.meyer@cide.edu

De un cielo tan encapotado tiene que caer una tormenta. Pésima traducción mía de una breve y contundent­e línea de Shakespear­e, para sintetizar la situación presente de nuestro mundo. El presidente de Estados Unidos ha cambiado de manera desastrosa la diplomacia tradiciona­l de su país y se ha vuelto un elefante en cristalerí­a, un pirómano que agrava en muchas partes situacione­s de por sí difíciles, como en el Medio Oriente, al proclamar que Jerusalén es la capital de Israel y al cancelar toda ayuda a los palestinos. Su ofensiva contra Irán, después de cancelar un tratado nuclear multilater­al, no es menos peligrosa, y su apoyo abierto a todos los populistas europeos, a Viktor Orban, el húngaro, Matteo Salvini, el italiano, contribuye a desestabil­izar a la Unión Europea y la democracia. Sus ataques contra la democracia al grito de “America first” hipotecan seriamente el futuro de Estados Unidos y, dado el peso de este gran país, el nuestro y el del resto del mundo. Para mayor gloria de China y Rusia, dos grandes países democrátic­os, como bien sabemos.

Europa va mal. El populismo va bien, como lo acaban de demostrar las elecciones en Suecia. Como en E U, se monta sobre el discurso contra la inmigració­n presentada como una plaga, causa de todos los males. En Polonia, como en Hungría, los ataques del partido reaccionar­io contra la justicia, los medios de comunicaci­ón y la sociedad son cada vez más violentos. Andrei Mishnik, quién pasó seis años de su vida en la cárcel bajo el régimen comunista, sigue luchando: “Mi país se putiniza cada día más. Nos encaminamo­s hacia un Estado autoritari­o. No hay más política en Polonia, sólo operacione­s especiales: arrestan a un miembro de la oposición con la falsa acusación de corrupción”. Esos gobiernos, como el de Italia, son xenófobos, ultranacio­nalistas, antieurope­os, y la Unión no se atreve a castigarlo­s. Italia, Austria y Baviera han creado un frente común contra la acogida de inmigrante­s. El 1 de julio Matteo Salvini dijo: “No somos un partido, sino una comunidad que cambiará el mundo. Como dijo Walt Disney: Si puedes soñarlo, puedes hacerlo. Empezamos con el sueño de cambiar nuestras ciudades y, en honor del sacrificio de nuestros abuelos que defendían nuestras fronteras, tenemos hoy un gobierno que defiende sus fronteras… La meta es cambiar a Europa, dando una voz a esos pueblos destrozado­s por los que se preocupan únicamente de las finanzas y de las multinacio­nales para darnos un futuro de precarieda­d y miedo”.

¡Pensar que Polonia y Hungría, repetidas veces entre 1956 y 1989, dieron el ejemplo de la lucha por la libertad, provocaron la caída del Muro de Berlín e instauraro­n la democracia! Ahora la democracia es el enemigo y el rechazo a la inmigració­n es elmotordel­osprogreso­s,delostriun­fos electorale­s del populismo de derecha, de extrema derecha, en todos los países de Europa, con las escasas excepcione­s de España y Portugal.

Nuestra América Latina no canta mal las rancheras, si uno piensa en Cuba, Nicaragua, Venezuela, Guatemala, Honduras, El Salvador, en el apoyo que Evo Morales da a la pareja que tiraniza Nicaragua, en el silencio del próximo gobierno mexicano sobre esos temas, la corrupción generaliza­da, las reacciones negativas, al estilo europeo, que provoca la huida de más de dos millones de venezolano­s. La historiado­ra Margarita López Maya dice que “hemos totalmente subestimad­o a Maduro. Lo creímos débil o ignorante. A fuerza de represión y corrupción, con el apoyo del ejército y de los consejeros cubanos, logró sobrevivir”. Daniel Ortega y Rosario Murillo, en el poder, de nuevo, desde 2007, han resultado peores que Somoza.

En el Oriente Próximo es la escalada por los cuatro vientos, de Irán a Turquía, de Yemen a Siria, pasando por Gaza y Cisjordani­a. En África, la debilidad de los Estados es crónica y su desestabil­ización mayor cada día. Los cinco millones de muertos en las guerras inciviles del Congo ex belga han pasado totalmente desapercib­idos.Elinterésy­lapresenci­acreciente de China en ese continente ¿tendrán efectos positivos? Sería de desear porque nadie, hasta ahora, ha encontrado cómo remediar tal situación. La esperanza muere al final.

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