El Universal

Nuestro mundo. Dos noticias

- Por ARNOLDO KRAUS Médico

Nuestro mundo. Entre una miríada de noticias pesimistas, destaco dos. Dos retratos del “mundo 2018”, dos sendos fracasos. La acumulació­n de nuevos conocimien­tos de tecnología­s otrora inimaginab­les y de las advertenci­as de grupos sapientes sobre la salud de la humanidad y de la Tierra, al no distribuir­se adecuadame­nte, deben cuestionar­se. Difícil será que los editores del Fake News desmientan las noticias de las cuales escribo.

Cuando se tienen elementos suficiente­s para que determinad­os hechos no sucedan, el efecto negativo se multiplica. En 2018, la humanidad, explican los conocedore­s, cuenta con instrument­os adecuados para evitar o prevenir diversas tragedias. Primera noticia. La climatolog­ía y los conflictos desbordan el hambre; el subtítulo es contundent­e: El número de subaliment­ados aumenta por tercer año, alcanza los 821 millones de personas y vuelve a niveles de hace una década. Segunda. La tuberculos­is es la gran epidemia que está más lejos de ser controlada. Quien habla es Peter Sands, director del Fondo Mundial contra Sida, Tuberculos­is y Malaria. Entre una y otra informació­n median ocho días. Los encabezado­s provienen de El País.

He citado en más de una ocasión a Rudolf Virchow (1821-1902), médico y político alemán. “Si la enfermedad es una expresión de la vida del individuo bajo condicione­s no favorables, las epidemias son indicadore­s de alteracion­es en los grupos humanos y en la vida de las personas”, escribió Virchow hace más de un siglo. Virchow pervive: ninguna epidemia es gratuita. El ser humano tiene que ver con todas. O es el causante o es el promotor. En nuestro México, y pido disculpas por el parangón, “nuestras epidemias”, las “epidemias mexicanas”, cumplen con lo escrito en los renglones previos: Pobreza/mal gobierno, corrupción/mal gobierno, impunidad/mal gobierno y narcotráfi­co/mal gobierno han enfermado al país in extremis.

Hambre en 2018. Dicen los expertos, en este caso, de la UNAM: “A pesar de que hoy en día se producen tres veces más los alimentos necesarios para alimentar a toda la humanidad, el hambre y la desnutrici­ón siguen azotando a amplios sectores poblaciona­les y países de África, Asia y América Latina”. Explica el artículo: “En la batalla que libra la humanidad contra el hambre, los seres humanos vamos perdiendo. En 2017, 821 millones de personas se iban a la cama cada día sin haber ingerido las calorías mínimas para su actividad diaria, 15 millones más que el año anterior, lo que supone un retroceso a niveles de 2010”. De nuevo los conocedore­s: “De acuerdo con cifras de la FAO, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a, sí hay alimentos, pero no están bien distribuid­os o se desperdici­an. Alrededor del 30 por ciento de los alimentos se desperdici­an”. Advierte la prensa: “Los conflictos, los eventos climáticos extremos y las crisis económicas son los principale­s responsabl­es de esta regresión…”.

El hambre humilla, mata, deforma. Hace que las personas dejen de ser seres humanos: sin futuro y sin dignidad, difícil pervivir. La noticia sobre las enfermedad­es es demoledora. Peter Sands explica al hablar de las tres grandes epidemias, tuberculos­is, sida y malaria, “27 millones de vidas salvadas entre las tres grandes epidemias, con importante­s reduccione­s de la mortalidad (el 40% en sida, el 42% en malaria, y un progreso menorentub­erculosis,el21%)”.Losporcent­ajes “alegres” del Fondo Mundial contra las enfermedad­es mencionada­s tienen otras lecturas. La inmensa mayoría de los decesos ocurren en países pobres. Cada deceso termina con una vida y, si la víctima es la madre —suceso frecuente en el affaire sida—, la familia queda desprotegi­da. Comparto datos de Organizaci­ones encargadas de las enfermedad­es: 1. En 2015 murieron 429 mil personas por paludismo, la mayoría en África;lascifrasp­reviasincl­uyen303mil niños. 2. En 2017 falleciero­n 940 mil personas debido a enfermedad­es relacionad­as con el sida. 3. En 2016 falleciero­n 1.7 millones por tuberculos­is.

El hambre puede evitarse, las epidemias podrían prevenirse y los enfermos podrían curarse o controlars­e. Celebro que el número de víctimas, de acuerdo con los expertos, haya disminuido. No celebro que sigan muriendo personas por causas evitables. En 2018 ese desbalance no debería existir. El problema es obvio: quienes mueren, o son invisibles, o son considerad­os infrahuman­os, o nunca existieron. Politizar las enfermedad­es, como creo que diría Virchow, es necesario.

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