El Universal

Memorias del 2 de octubre

- Por NELSON VARGAS Profesor

El 2 de octubre no se puede borrar de mi memoria, como de la mayoría de los mexicanos. En el libro que tuve la oportunida­d de

publicar, Más aciertos que errores: una pasión incansable, narro parte de lo que sucedió ese día, experienci­a que quizá mucha gente no me cree, pero que hoy quiero volver a compartir.

Ese día, como en todos desde hacía meses, después de trabajar con los integrante­s de la selección nacional de natación, continué con mi labor en la Unidad Morelos del IMSS de San Juan de Aragón. Tenía a mi cargo algunos nadadores que se trasladaba­n desde la Unidad Independen­cia hasta allá.

Un par de ellas eran Margarita Nolasco y su hermana, quienes entrenaban conmigo. Su padre era un hombre metido en la política, intenso, y que trabajaba en la UNAM. Aún recuerdo cuando llegó a la Unidad Morelos a decirme que el país estaba en guerra por lo que ocurría en Tlatelolco.

Al inicio no sabía de qué hablaba, pero le pedí que no sacara a sus hijas de la alberca, que entendiera que Aragón estaba lejos de la zona del conflicto. Pero no me hizo caso y se fueron. Me quedé preocupado, claro.

Al final de la práctica tenía que ir a la Villa Olímpica (en la zona de Cuicuilco, al sur de la Ciudad), para lo que debía recorrer todo Insurgente­s. En mi inquietud ante las palabras del padre de esas dos nadadores, quise corroborar lo que pasaba en Tlatelolco. Una imprudenci­a de mi parte.

Llegué a la zona y había una barricada hecho con dos botes de pintura y una madera para evitar el paso. Me metí y, de repente, fui asediado por dos camionetas de las llamadas “Julias”, guiadas por policías. Rodearon mi auto, un Vocho en el que traía el uniforme que nos habían dado para estar en el desfile por la inauguraci­ón de los Juegos Olímpicos en CU. De inmediato, me bajaron a toletazos y me subieron a la “Julia”.

En ésas estaba, cuando vi a buen número de soldados pecho tierra con rifles, tirando hacia la parte superior de los edificios. También vi, que había quien respondía de arriba hacia abajo. “¿Qué estupidez acabo de hacer, por qué me metí en esto?”, me dije.

Afortunada­mente,unodelosof­iciales me preguntó qué hacía ahí, le mostré mi credencial del Comité Olímpico Mexicano y me dejó ir. Salí rápido de la zona y ya no supe más, hasta después, con las terribles noticias. Sin duda, una terrible experienci­a; cuando la he compartido con políticos de antaño me aseguran que se trata de una mentira, porque según ellos no hubo tales tiroteos. Sin embargo, fue lo que vi, y fue algo impresiona­nte.

En esos momentos, me di cuenta que los mexicanos que participar­on en los Olímpicos no estábamos tan enterados del problema, no nos dimos cuenta de lo que sucedía en México, hasta que, tiempo después, entendimos la magnitud de las cosas. Hoy, la violencia se ha apoderado de nueva cuenta de nuestro país y no podemos permitir la represión ante la diferencia de ideales. No podemos permitirno­s algo igual a ese 2 de octubre, ni a ningún otro capítulo de opresión.

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