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POR La historia del arte es una “colección de acertijos y figuras simbólicas que ocultan determinados significados de clase”. Palabras vigentes del teórico marxista Miajíl Lifshitz. En México el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976), económicamente desastroso, preservó un legado importante: los significados y figuras simbólicas de su cultura fílmica.
Echeverría fue generoso con el sector. El Banco Nacional Cinematográfico, fundado en 1942, en su gestión recibió mil millones de pesos para “modernizar” infraestructura técnica y administrativa. Lo encargó a su hermano, Rodolfo Echeverría, actor conocido como Rodolfo Landa, ex líder de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC). Con el dinero en 1975 creó tres empresas: CONACINE (Corporación Nacional Cinematográfica), y Conacite I & II (Corporación Nacional Cinematográfica de los Trabajadores y el Estado, I y II).
Rodolfo, sin contrapesos, detentó un poder absoluto en industria con casi nula participación previa estatal. Director general del Banco Nacional Cinematográfico, presidió los consejos filiales: Estudios Churubusco-Azteca, Estudios América, Centro de Producción de Cortometrajes, CONACINE, Conacite I y II, Promotora Cinematográfica Mexicana, Películas Nacionales, Cimex, Películas Mexicanas, Compañía Operadora de Teatros (COTSA) y el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). Fue amo y señor de producción, distribución, promoción, exhibición y educación.
Sólo dos productores tuvieron similar poder: Irving Thalberg en la Metro-Goldwyn-Mayer entre 1925 y 1936. Y Joseph Goebbels en la Universum Film AG (UFA) de 1937 a 1945, cuando hizo la propaganda del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.
Rodolfo fue eficiente sirviendo a la ideología del Estado: “se asignó una partida especial para que se filmaran, sin reparar en gastos, películas que celebraran a algún prócer del gusto oficial: se declara 1971 año del poeta Ramón López Velarde y se filma su biografía Vals sin fin; el año siguiente es el de Benito Juárez y se hace la megaproducción Aquellos años, que de paso promueve las ideas del régimen –‘el imperialismo cambiará de nombre, pero no de propósitos’–, hacía