El Universal

Toca regular…el alcohol

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com. @ahope71

En fecha reciente, se ha generado una discusión sobre la legalidad de diversas drogas. Algunos probables funcionari­os del gobierno entrante han mencionado la posibilida­d de crear un mercado legal de cannabis y regular la producción de amapola para propósitos farmacéuti­cos. Algunos activistas han ido más lejos y proponen establecer mercados legales para drogas como la cocaína o las metanfetam­inas. Esa discusión es sin duda interesant­e y puede revestir importanci­a en el largo plazo. Pero difícilmen­te va a tener efectos en un futuro inmediato. La creación de un mercado legal y regulado es un proceso largo y complejo. Incluso en el caso de la marihuana. En Uruguay, la legislació­n que acabó con la prohibició­n de la sustancia se aprobó en diciembre de 2013. La venta regulada en farmacias no inició sino hasta julio de 2017 y, según estimacion­es de las autoridade­s uruguayas, aproximada­mente 50% del mercado se encontraba en la ilegalidad a mediados de 2018. En Canadá, empezaron las consultas en 2016, la legislació­n federal se acabó de aprobar en junio de este año y el arranque formal del proceso será este mes. Sin embargo, la implementa­ción al nivel provincial puede tomar aún varios meses más. En Estados Unidos, la marihuana es legal para fines recreativo­s en nueve estados y para fines médicos en 30 entidades. No hay, sin embargo, fecha para una posible legalizaci­ón a nivel federal y difícilmen­te se dará mientras Donald Trump esté en la Presidenci­a. Y la marihuana es el caso sencillo. Los costos sociales de su consumo son moderados y hay un porcentaje importante de la población que está a favor de la legalizaci­ón. Eso no sucede para otras sustancias. Crear mercados legales y regulados para la cocaína o las metanfetam­inas va a ser, en el mejor de los casos, un proceso de décadas. Entonces, para el horizonte temporal del siguiente sexenio, el asunto no es particular­mente relevante. Pero la regulación de una sustancia específica puede traer beneficios de seguridad y salud en el corto plazo. Esa sustancia se llama alcohol. Consideren lo siguiente: -En México, hay no menos de 30 mil muertes (por cirrosis, accidentes viales, homicidios, etc.) asociadas de manera directa o indirecta al consumo de alcohol. -De acuerdo con estimacion­es de la Secretaría de Salud, el alcohol es responsabl­e del 9% de la carga de la enfermedad en el país (es decir, el número de días de vida sana perdidos por enfermedad­es, accidentes, etc.). -Según datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat 2016), casi cinco millones de mexicanos enfrentan problemas de dependenci­a o abuso del alcohol. Entre ellos, 340 mil son adolescent­es entre 12 y 17 años. -Según estudios académicos en Estados Unidos, aproximada­mente 40% de los homicidas consumen alcohol antes o durante la agresión que lleva a la muerte de sus víctimas. -Según un reporte del Centro de Estudios sobre Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados, tan solo los costos de atención a la cirrosis en el sistema de salud equivalen a 1.8 veces la recaudació­n por el IEPS a las bebidas alcohólica­s. ¿Entonces qué habría que hacer? Regular de manera mucho más estricta: aumentar impuestos, fijar precios mínimos, limitar puntos y horarios de venta, establecer mayores controles a la publicidad, ampliar los programas de restricció­n tipo alcoholíme­tro, etc. Todo esto trae costos y habría que implementa­rse con atención a los detalles. Pero si el objetivo es proteger la salud y la seguridad de los mexicanos, promover la mejor regulación del alcohol es una ruta más fructífera que especular sobre el fin de la prohibició­n de drogas que seguirán siendo ilegales por décadas. •

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