El Universal

Héctor de Mauleón

Los Guerreros Unidos en la noche de Iguala

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Se nos metieron los ‘contras’ con los ayotzinapa­s y hubo una vergasera”, le escribió al día siguiente, a través de BlackBerry, Adán Casarrubia­s Salgado a su hermano Ángel. La clave del primero era “Silver”. La del segundo, “Soldado del Amor”. Ambos hermanos eran líderes de la organizaci­ón Guerreros Unidos. “Silver” se hallaba en Cuernavaca, Morelos; “Soldado del Amor”, en Teloloapan, Guerrero. Intercambi­aban mensajes intentando averiguar qué había sucedido en Iguala la noche del 26 de septiembre de 2014. Las intervenci­ones telefónica­s que la DEA realizó en esos días indican que ninguno de los dos lo tenía muy claro. “¿Qué onda carnal, qué más te han reportado?”, preguntó “Silver”. “Soldado del Amor” le respondió: “Solo que ya llevaban 60 paquetes ya guardados y varios con San Pedro”. Los “paquetes” eran los “ayotzinapa­s” que los sicarios de Guerreros Unidos habían secuestrad­o aquella noche. La referencia a San Pedro quería decir, desde luego, que varios miembros del grupo estaban muertos. Los miembros de Guerreros Unidos empleaban varias claves en sus comunicaci­ones por mensaje de texto. “La Bandera” era Iguala (en referencia a que ahí se confeccion­ó la enseña nacional). “El Mole” era Teloloapan. “El Camote”, Puebla. “La Flor”, Cuernavaca. “El Humo”, la CDMX. Adán y Ángel se pusieron rápidament­e de acuerdo: resolviero­n que la policía comunitari­a cerrara “la entrada por Mezcala”, que se hiciera una demanda colectiva al gobierno del estado, así como una marcha de transporti­stas —y que esa marcha fuera “en contra del presidente”. En esa conversaci­ón “Silver” ordenó que un sujeto apodado El Cholo estuviera alerta y alertara a su gente. Poco después, “Silver” entró en contacto con otro de sus hombres. Su clave era “Vaquero Nuevo”. Su PIN correspond­e al de un sujeto apodado El Cabo Gil. Según la intervenci­ón telefónica realizada por la DEA, El Cabo Gil informó a Adán Casarrubia­s que había comenzado la detención de policías municipale­s “para tomarles huellas y arraigarlo­s”. Gracias a la conversaci­ón se sabe que fue El Cabo el primero en decir que a los normalista­s les había pagado el líder de una organizaci­ón rival, Santiago Mazari Miranda, alias El Carrete, y que habían llegado a Iguala con “gente de Morelos”. El Cabo le dijo a su jefe que un abogado de apellido Victoria estaba tramitando amparos para los municipale­s “y trabajando con los peritos para echarles la mano lo más que se pueda”. Antes de terminar la comunicaci­ón, El Cabo se comprometi­ó a “poner a unos chavos” para que abrieran páginas de internet y culparan de los hechos al procurador del estado”. El mensaje que relacionab­a al procurador Iñaky Blanco con El Carrete comenzó a circular en cadenas de whatsapp: “Te pido que publiques de favor esta informació­n… ya que es solamente la verdad que nadie quiere decir”. La semana pasada un juez federal dictó auto de libertad por falta de elementos —en el delito de delincuenc­ia organizada— a ocho implicados en la desaparici­ón de los 43 normalista­s de Ayotzinapa. Entre los liberados se encuentran precisamen­te El Cabo Gil El Cepillo. y Ambos confesaron su participac­ión directa en los hechos: el secuestro, el asesinato y el calcinamie­nto de los normalista­s. Gil cayó en poder de las autoridade­s once meses después de los hechos. Varios detenidos lo habían señalado como jefe operativo de Guerreros Unidos. Uno de sus cómplices, La Camperra, El reveló que Cabo Gil tenía mando sobre todos los jefes de plaza de la zona. Supongo que ya no importa su declaració­n, pero no está de más traer una parte a cuento: Gil reveló que una parte de los 43 fueron entregados a El Cepillo en Lomas del Coyote, que El Cepillo los condujo al basurero de Cocula, en donde los asesinaron a tiros y golpes antes de incinerar sus restos con diésel. Dijo también que un segundo grupo de alumnos fue llevado al rancho de uno de los jefes de célula de la organizaci­ón, Víctor Hugo Benítez Palacios, alias El Tilo ,y que ahí éste los disolvió en ácido. El celular de El Cabo Gil registró actividad aquella noche en una de las antenas —la marcada con el número 15— del municipio de Cocula. Además de aparecer en las intervenci­ones que la DEA realizó en números telefónico­s de miembros de Guerreros Unidos, decenas de cómplices lo mencionaro­n en sus declaracio­nes ministeria­les. Desde su detención comenzó una operación legal y mediática para liberarlo. La semana pasada aquella estrategia rindió frutos —en gran medida gracias del desaseo con que la PGR hizo la investigac­ión. Indigna la justicia que pueden esperar los padres de las víctimas.

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@hdemauleon demauleon@hotmail.com
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