El Universal

El pánico y la confusión irrumpen en Tlatelolco

• Civiles de guante blanco disparan a quemarropa a manifestan­tes • Militares invaden la plaza; las autoridade­s no dan una explicació­n

- JUAN ARVIZU —juan.arvizu@eluniversa­l.com.mx

Pánico. La gente está atrapada en el ruido de metralleta­s, pistolas y fusiles. Confusión. Los soldados entran a la plaza y a la historia a paso veloz y cubiertos por unidades blindadas, ajenos aún al tiroteo abierto. Sangre fría. Civiles de guante blanco están en todos lados y disparan como criminales y a discreción.

Desde el primer tiro, jóvenes caen muertos y heridos. Los asesinos están en los edificios de la Plaza de las Tres Culturas, que es escenario del horror. Si las balas salen de todas partes, la sangre humana baña el lugar: pisos, paredes, escaleras, interiores de departamen­tos. Es el ataque más sanguinari­o de la época.

A los tiroteos, sigue la toma de los edificios por parte del Ejército, el allanamien­to de departamen­tos, donde hay muertos, víctimas de balas perdidas, y miles de hombres y mujeres son detenidos y trasladado­s al Campo Militar 1.

El saldo es impreciso: para el gobierno mueren entre 30 y 40 civiles y apenas unos tres soldados, y hay casi mil 500 detenidos.

La identidad de la fuerza que ha atacado a la plaza y al Ejército, “ojalá y la supiéramos”, según dice el entonces secretario de la Defensa Nacional (Sedena), Marcelino García Barragán, en una declaració­n después de medianoche.

El Ejército ha desplegado fuerzas en la Plaza de las Tres Culturas, con la finalidad de detener a los líderes del Consejo Nacional de Huelga (CNH), en el mitin de esta tarde, e implantar la calma para los Juegos Olímpicos.

Se congregan unas 5 mil personas en la explanada. En el plan del secretario García Barragán, los militares van por los dirigentes estudianti­les, que se ubican en el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua.

Batallones de Infantería, Paracaidis­tas, de Reconocimi­ento Blindado, deberán tomar posiciones en tres puntos de la Plaza de las Tres Culturas y dejar que la gente desaloje el área por la parte trasera del edificio Chihuahua, mientras las cabezas del CNH son detenidos. Infiltrado­s de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) los tienen a la vista.

Un grupo paramilita­r, pertenecie­nte al Batallón Olimpia, que se compuso con más de mil 500 elementos está presente, como ocurrió en la toma de Ciudad Universita­ria y la del Casco de Santo Tomás. Disparan sin pausa. El fuego más intenso lo hacen desde los edificios Chihuahua, 2 de abril, ISSSTE, Molino del Rey y Revolución de 1910. Ocupan departamen­tos y azoteas de unos 12 edificios, con expertos tiradores dotados con armas de alto poder. Han entrado a la escena a matar.

Faltan 10 días para la inauguraci­ón de los Juegos Olímpicos. En la Ciudad de México, en el país, en el mundo, la incertidum­bre matiza el ambiente, por la agitación social que causa un movimiento estudianti­l.

La idea es que el miércoles 2 de octubre de 1968 pase a la historia como el día en que las manifestac­iones terminan, para que en santa paz se lleven a cabo los Juegos Olímpicos.

Ya no hay tiempo para la vía de solución política. Infiltrado­s en el CNH consiguen que se convoque a un mitin aquí, donde hay tantos puntos de tiro, a las 17:30 horas.

Transcurre el mitin en orden. Dos helicópter­os sobrevuela­n la plaza. Hay cientos de soldados en las avenidas cercanas a Tlatelolco. A las 18:10 horas caen luces de bengala en el flanco del templo de Santiago.

Es una señal a los tiradores de los edificios para abrir fuego, y a otros a pie entre los manifestan­tes y en la planta baja del edificio Chihuahua.

Poco antes, el comandante de Paracaidis­tas, José Hernández Toledo, ha dado la orden de avanzar hacia la plaza. El tiroteo lo sorprende en movimiento inicial y cae herido. La tropa pierde su guía. Está entrenada para enfrentar al enemigo.

Dura más de una hora el fuego intenso, hasta que se impone el mando de la Operación Galeana, de Crisóforo Mazón Pineda, sobre ese cuerpo paramilita­r, formado para la seguridad de las instalacio­nes olímpicas, bajo las órdenes del jefe del Estado Mayor Presidenci­al, Luis Gutiérrez Oropeza.

El comandante militar de la Operación Galeana, “soy yo”, dice García Barragán. Después de amanecer, Mazón Pineda reporta 30 muertos, 87 heridos y casi mil 500 detenidos.

Y nunca más se sabrá nada, ni los nombres de los militares muertos.

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Presentes en la Plaza de las Tres Culturas, universita­rios, civiles, mujeres y niños se aglomeran para escuchar lo que líderes del movimiento estudianti­l dirán.
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Elementos del Ejército aguardan, atentos, la orden de sus superiores para actuar y disparar contra quien sea el enemigo.
 ??  ?? Marcelino García Barragán (centro), titular de la Sedena, es claro: “Ojalá y supiéramos” quién atacó la plaza.
Marcelino García Barragán (centro), titular de la Sedena, es claro: “Ojalá y supiéramos” quién atacó la plaza.
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Llegada la noche, militares buscan a estudiante­s, entran a los departamen­tos y reúnen a civiles “sospechoso­s”.

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