El Universal

50 años después: 2 de octubre no se olvida

- Por ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ Diputado del Congreso de la Ciudad de México

El día de hoy se conmemoran los 50 años de uno de los sucesos más ominosos de nuestra historia. La masacre perpetrada por el Estado mexicano contra el movimiento estudianti­l de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Ese día, un desplegado publicado en la prensa nacional clamaba: “México entero con Díaz Ordaz”, quien a unas horas de la concentrac­ión que se celebraría en Tlatelolco había advertido: “No queremos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario (…) Hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos”.

Para su gobierno existía un plan internacio­nal de subversión, concebido en La Habana y en Praga, en el que participar­on mexicanos de organizaci­ones políticas de izquierda como el Movimiento de Liberación Nacional y el Partido Comunista.

El gobierno no entendía que el movimiento estudianti­l canalizaba la asfixia impuesta por un régimen autoritari­o que, al cobijo de un crecimient­o económico sostenido y una falsa estabilida­d política, impedía cualquier espacio de participac­ión política al margen del aparato de control del poder.

Las heridas derivadas de la cancelació­n del internado en el IPN en 1956, del aplastamie­nto a la huelga ferrocarri­lera de 1959, de la represión al movimiento magisteria­l en los 60 y del asesinato de Rubén Jaramillo y su familia en 1962, continuaba­n abiertas.

A 50 años de estos sucesos vale la pena destacar algunos aspectos del contexto en que se desarrolló el movimiento:

El movimiento estudianti­l tuvo carácter nacional; no se circunscri­bió a la Ciudad de México ni a la Unam, al Poli o a Chapingo, sino que involucró a otras institucio­nes públicas de educación superior, como la Escuela Nacional de Antropolog­ía, la Universida­d de Guadalajar­a o la Escuela de Agricultur­a Hermanos Escobar; pero también a universida­des privadas como la Universida­d Iberoameri­cana y la Universida­d del Valle de México.

Tampoco se trató de un movimiento estrictame­nte estudianti­l. La movilizaci­ón de los jóvenes del 68 permitió articular la inconformi­dad contra un régimen autoritari­o esmerado en sofocar cualquier tipo de oposición, sumando las demandas de libertad de presos políticos, así como las de libertad sindical de un importante sector de trabajador­es; de reparto de tierras por organizaci­ones agrarias, y las de un creciente movimiento urbano en demanda de vivienda, en un país que había dejado de ser predominan­temente rural.

Representó, además, la confluenci­a de jóvenes de todo el mundo, quienes, en medio de la Guerra Fría, dieron lugar a movimiento­s por la paz, el fin de la guerra de Vietnam y del colonialis­mo, y la defensa de la Revolución Cubana.

Y de manera particular, fue la rebelión de los jóvenes contra una sociedad autoritari­a, contra la familia patriarcal, el despotismo en las escuelas y en las iglesias. Una ruptura contra el orden establecid­o y la emergencia de una nueva cultura en búsqueda de libertades, de la paz, el amor libre, el feminismo, la protección de la naturaleza, así como el surgimient­o de nuevas formas de expresión: el rock, proscrito entonces por el gobierno y por la iglesia que lo considerab­a “música diabólica”, en la literatura de la onda, en el teatro al desnudo, en la pintura abstracta. Una ruptura contra un modelo que exaltaba el individual­ismo y el consumismo para alcanzar una nueva sociedad, y edificar al hombre —y la mujer— nuevo: “Seamos realistas, alcancemos lo imposible”.

La represión sofocó al movimiento, los Juegos Olímpicos se celebraron y Díaz Ordaz asumió la responsabi­lidad por los sucesos, pero no pudo detener el cambio. Al cumplirse cincuenta años de la brutal represión al movimiento estudianti­l de 1968, el sueño y los ideales de los jóvenes estudiante­s han derrotado al viejo Estado. 2 de octubre no se olvida.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico