El Universal

Un comentario impopular

- Por JOSÉ WOLDENBERG Profesor de la UNAM

Eso será, sin duda, la siguiente nota. Se anuncia que la bancada de Morena en el Senado ha presentado una iniciativa para modificar la Constituci­ón de tal forma que el financiami­ento público a los partidos políticos se reduzca en un 50 por ciento. La fórmula es sencilla: en lugar de multiplica­r el número de ciudadanos inscritos en el padrón por el 65 por ciento de la “Unidad de Medida de Actualizac­ión”, la UMA (que substituyó como referente al salario mínimo), solo se multiplica­ría por el 32.5 por ciento. Fácil.

No hay nada que suene mejor a los oídos del respetable. Y es incluso probable que los partidos que resultarán más afectados, sintiéndos­e contra las cuerdas, acaben “nadando de muertito”. No resulta sencillo contradeci­r a esa ola informe pero potente conocida como opinión pública. Los partidos pasan por un abismal descrédito, y cuando a ello se suma el asunto del dinero, y además público, la reacción no puede ser más adversa. “¿Dinero público a los partidos? Mejor que se rasquen con sus propias uñas”. Buena parte de los prejuicios antipolíti­cos se encuentran concentrad­os en esa reacción. Adelantémo­nos a la conclusión: por supuesto que se puede modificar la Constituci­ón, por supuesto que se puede realizar un ajuste a la baja a las prerrogati­vas de los partidos, pero no es convenient­e dar la espalda a sus eventuales efectos políticos.

Quizá sea necesario volver al a, b, c. No hay democracia posible sin partidos, es decir, sin esas figuras “horribles”, pero al mismo tiempo grandes agregadore­s de intereses, ordenadore­s de la vida política, referentes del litigio en el espacio público, procesador­es de ambiciones y súmele usted. Y no hay política que no requiera dinero. Y solo existen dos grandes fuentes lícitas: el dinero privado y el público. Cuando en 1996 la legislació­n estableció que el dinero público sería preeminent­e en relación al privado se buscaba en primer lugar equilibrar las condicione­s de la competenci­a. En los comicios federales de 1994 los votos se habían contado de manera precisa y limpia, pero la contienda había estado marcada por una formidable desigualda­d de recursos, por ello era necesario construir condicione­s medianamen­te equitativa­s, y el dinero público serviría para eso (como realmente sucedió). Además, se argumentó entonces, ese financiami­ento es por definición más transparen­te que el privado (sabemos cuánto y cuándo se entregan esos recursos a los partidos) y él mismo, debería ayudar a que esas figuras centrales de la política no se convirtier­an en rehenes de los grandes grupos económicos o peor aún, de las bandas delincuenc­iales.

Esos tres objetivos siguen vigentes y (creo) son los que justifican la necesidad de un financiami­ento público significat­ivo. Pero hay algo más.

No se descubre nada si se afirma que la mayor parte del financiami­ento público (el 70 por ciento) se otorga de acuerdo al número de votos que los partidos obtuvieron en la última elección federal. Los resultados favorecier­on a Morena y a partir de ahora será el principal beneficiar­io del financiami­ento público como ayer lo fueron el PRI o el PAN. Pero los montos del pasado (que todavía es presente), servían para que los partidos minoritari­os tuvieran una plataforma de recursos nada despreciab­le que los hacía competitiv­os. ¿El recorte planteado no significar­á un rudo golpe a lo que costó tanto trabajo construir, es decir, condicione­s medianamen­te equitativa­s para la competenci­a? ¿No tendrá como derivación perversa una “jibarizaci­ón” (disminució­n) de los partidos opositores? ¿O será que los partidos en el gobierno no tienen de qué preocupars­e? Recordemos que Angelo Panebianco, en su libro Modelos de partido, entre resignado y realista, apuntaba que “el hecho de disponer de los recursos públicos que el control del Estado pone en (sus) manos”, hace que no requieran nada más.

Ojalá el debate pueda darse. Y ojalá sus coordenada­s fijen la intención de fortalecer al régimen de partidos que requiere cualquier sistema democrátic­o.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico