El Universal

Un Zócalo de luto con 90 mil dolientes

- TERESA MORENO, PERLA MIRANDA, ASTRID RIVERA, PEDRO VILLA Y CAÑA Y MARILUZ ROLDÁN —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx PESE A VANDALISMO, REPORTAN SALDO BLANCO.

Las manos levantadas con la señal de victoria tapizaron el Zócalo. El silencio se impuso, el cielo nublado y el viento frío enmarcaron la escena de funeral al que asistieron 90 mil dolientes.

Las 18:10. Esa hora permanece grabada en la memoria de los sobrevivie­ntes del 68, como el momento en que vieron las luces verdes de bengala sobre la Plaza de las Tres Culturas y escucharon los primeros disparos que anunciaban la represión contra los estudiante­s.

Es la misma hora de ese trágico día y se llora a los caídos. Se demanda: “¡Ni perdón ni olvido!” “¡Castigo a los asesinos!”, y surge el minuto de silencio por los ausentes.

El Zócalo retumba por la exigencia sin respuesta desde hace medio siglo: “¡Justicia! ¡Justicia!”.

A ese grito se suma otra demanda de justicia, por el caso de los 43 normalista­s de Ayotzinapa.

Faltaron muchos, algunos por la edad o condicione­s de salud no pudieron asistir; los muertos estuvieron en fotografía­s: Raúl Álvarez Garín y Luis González de Alba, quienes de esta forma acompañaro­n a los sobrevivie­ntes.

En la marcha que partió de Tlatelolco y llegó a la Plaza de la Constituci­ón, tres generacion­es cami-

naron: “Los abuelos del 68, los padres de la huelga del 99, los hermanos de Ayotzinapa”, gritaban. La Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México reportó la participac­ión de 90 mil personas.

Estudiante­s de bachillera­to y licenciatu­ra corearon al ritmo de batucada: “Por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina”. En mantas y pancartas reclamaron: “Mis padres me dijeron: ‘Te vas a estudiar, pero si hay problemas te pones a luchar’”.

Una figura del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz circuló en medio del contingent­e y en el Zócalo los manifestan­tes le prendieron fuego.

Cansados, apoyados en bastones, algunos incluso en sillas de ruedas, los brigadista­s e integrante­s del Consejo Nacional de Huelga, sobrevivie­ntes de la represión del 2 de octubre de 1968, marcharon. El cuerpo habrá envejecido, pero el espíritu se mantiene rebelde.

“Estoy muerta de cansancio pero contenta por haber asistido a la marcha y recordar a mis compañeros caídos”, dice Ana Ignacia Rodríguez La Nacha, ex brigadista de la UNAM.

El Comité 68 encabezó la descubiert­a: Félix Hernández Gamundi, Ana Ignacia, Cruz Mejía, Juan José Trejo, Moisés Ramírez, Pastor Cruz Toledo, Enrique Espinosa, Myrthoklei­a González, entre otros. También estaban los padres de los 43 normalista­s de Ayotzinapa.

Juntos piden eliminar la violencia contra los estudiante­s de ahora, exigen la expulsión de los porros de las universida­des.

“Cuando atacan a los jóvenes de Ayotzinapa, atacan a una nación entera; cuando se ataca a una jovencita indefensa en alguna universida­d, debemos entender y reaccionar, porque están atacando a nuestros hijos e hijas”, acusa Félix Hernández Gamundi.

Juntos caminan estudiante­s de la UNAM, del Politécnic­o y de la UAM; colectivos de la sociedad civil, sindicatos, y damnificad­os del 19-S.

El ambiente pacífico de la marcha se tensa con la aparición de encapuchad­os que explotan cohetones y hacen pintas. Los gritos de padres de familia, estudiante­s y comerciant­es: “Sin violencia, sin violencia” y “Fuera, fuera”, apagan a los provocador­es. Otro grupo de anarquista­s rompe cristales de una tienda de ropa y llega el rechazo.

La movilizaci­ón concluye con la instalació­n del antimonume­nto dedicado a los caídos en 1968, en la esquina con Madero. Mientras el gobierno de la Ciudad evalúa su permanenci­a, una veladora mantiene la esperanza de justicia: “2 de octubre no se olvida”.

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En el Zócalo se develó un antimonume­nto que conmemora los 50 años del 68.

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