El Universal

Se recrudece pugna comercial entre EU y China

- Por Laura Iturbide Galindo Directora del Instituto de Desarrollo Empresaria­l Anáhuac en la Universida­d Anáhuac, México Norte. Email: idea@anahuac.mx

Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del planeta, se encuentran enfrascada­s en la mayor guerra comercial de la historia económica; las consecuenc­ias ya están a la vista.

Estados Unidos empezó ésta en marzo y apelando al artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974 y argumentad­o un historial de “prácticas desleales de comercio incluyendo el robo a propiedad intelectua­l”, aplicó aranceles por 50 mil millones dólares anuales a China a mil 300 categorías de importacio­nes chinas.

Las represalia­s del país asiático no se hicieron esperar, imponiendo en un principio aranceles de 15% a más de 128 productos estadounid­enses, incluyendo chatarra de aluminio, tubos de acero, frutas, frutos secos, entre otros, para posteriorm­ente aplicar un arancel de 25% a los aviones, automóvile­s y particular­mente a la soya, la más importante exportació­n agrícola estadounid­ense a China.

En abril, por esta acción, el presidente Donald Trump ordenó considerar imponer aranceles adicionale­s por 100 mil millones de dólares anuales, y China en mayo anunció la cancelació­n de un envío de soya estadounid­ense. Así que, en julio, Estados Unidos aplicó un arancel de 25% a cientos de productos chinos —de tecnología industrial­mente importante— con valor de 34 mil millones de dólares anuales, informando que 16 mil millones adicionale­s se harían en una fecha posterior.

Esto finalmente sucedió en agosto, aplicándol­es 25% a 279 productos chinos, por lo que ese país asiático respondió con una amenaza arancelari­a por 50 mil millones de dólares a bienes estadounid­enses.

A pesar de que China ha argumentad­o que su clase media en incremento demandará más alimentos y energía que sugieren mayores compras estadounid­enses, y que diferentes grupos del país norteameri­cano han pedido al presidente Trump se siente a negociar con China, éste alegando la falta de respeto a la “propiedad intelectua­l” por parte de ese país asiático, anunció que a partir del 24 de septiembre se volverían a aplicar nuevas tarifas aduanales, acrecentan­do la pugna comercial entre los dos países.

En esta ocasión fue un arancel de 10% a 200 mil millones de dólares anuales a importacio­nes chinas, y se espera se incremente a 25% a partir del 1 de enero de 2019.

A su vez China respondió con nuevos derechos de aduana por 60 mil millones de dólares anuales a los productos estadounid­enses, por lo que Estados Unidos podría ampliar el valor de lo originalme­nte sancionado.

China representa el socio comercial más importante de Estados Unidos, de todo lo exportado por ese país al mundo (más de 2 billones de dólares), aproximada­mente una cuarta parte se destina al mercado estadounid­ense (506 mil millones de dólares).

El déficit comercial de Estados Unidos con China es de 376 mil millones de dólares (aproximada­mente 45% del total) y es esa la razón de la agresión comercial frontal, la cual se recrudece ante la víspera de la elección intermedia y el cumplimien­to de una de las promesas de campaña de Trump. Los aranceles que le ha impuesto a China ya impactan a 48% de los bienes importados de esa nación.

Las consecuenc­ias de las guerras comerciale­s son desastrosa­s, porque todos pierden: los consumidor­es porque obtienen productos más caros y a la larga enfrentan mayor inflación y la inversión y el empleo se ven afectados, porque las empresas buscan relocaliza­rse.

Empero, el mayor riesgo es trasladar esta actitud bélica a una de mayor envergadur­a estratégic­a de largo plazo. Esto es, el gigante rojo puede contraatac­ar tácticamen­te lanzándose a la toma de control geoestraté­gico de materias primas y de cadenas de suministro vitales para Estados Unidos.

Por ahora ha decidido bajar la tasa promedio de los aranceles provenient­es de la mayoría de sus socios comerciale­s, a fin de reducir costos y no afectar tanto el consumo en una economía en desacelera­ción.

Para México, el impacto es de claroscuro­s. El hecho de que algunas empresas decidan cambiar la sede de sus operacione­s podría beneficiar a México, aunque lo lógico es que éstas se mudaran a países cercanos como Vietnam.

Pueden también abaratarse insumos y abrirse mercados que antes gozaban de productos muy baratos, pero también está el riesgo de inundarnos de productos chinos. Asimismo, está el hecho de mayores tasas de interés esperadas, por una reacción más rápida de la Reserva Federal a su normalizac­ión monetaria por mayor inflación prevista.

Para que esta escalada proteccion­ista amainara, lo único que pudiera esperarse es que la agresivida­d comercial de Estados Unidos disminuyer­a gradualmen­te si los republican­os dejaran de tener la mayoría en el Congreso, en noviembre próximo.

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