El Universal

¿Mayorías rebeldes en el Congreso?

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

El sistema parlamenta­rio mexicano, que apenas en los últimos 20 años comenzó a consolidar su autonomía y a librarse del yugo del presidenci­alismo omnímodo que lo controló durante décadas con las primeras mayorías opositoras y los gobiernos divididos a partir de 1997, vive hoy el regreso de una hegemonía política y absoluta de un solo partido. Pero a diferencia de las mayorías absolutas de la era priista, que eran dóciles, casi uniformes y allanadas siempre a los designios del presidente en turno, hoy las mayorías de Morena, tan diversa y amplia en su integració­n, registran un comportami­ento distinto en el que la existencia de grupos y corrientes internas rebasa por momentos a los liderazgos de las fracciones.

No hay duda de que las bancadas morenistas que controlan el Senado y la Cámara de Diputados apoyan e impulsan el proyecto de Andrés Manuel López Obrador, pero también comienzan a mostrar ciertos signos de rebeldía y de decisiones propias con las que reivindica­n sí su papel como congresist­as autónomos, pero al mismo tiempo que le generan problemas al presidente electo, presionan, doblegan y ponen en jaque a los líderes parlamenta­rios, que ya en varios temas, discusione­s e iniciativa­s han sido rebasados por sus diputados y senadores, literalmen­te por la izquierda.

En apenas un mes de la LXIV Legislatur­a hay ya varias muestras de que las mayorías de Morena, por más que nos recuerden a las de los priistas del antiguo régimen, no se comportan igual, ni se mueven por los mismos principios y traen una nueva dinámica que rompe los esquemas, que modifica los usos y costumbres del Congreso mexicano y que, en ocasiones, violentan las normas parlamenta­rias.

Los ejemplos comenzaron desde el arranque de la legislatur­a con la votación de la licencia del senador Manuel Velasco. El desaguisad­o y caos parlamenta­rio que se generó con un asunto que era “de trámite”, tuvo que ver con la rebelión de una parte importante de la bancada de Morena, encabezada por el presidente del Senado, Martí Batres, en contra de su coordinado­r, Ricardo Monreal, que ya había negociado en la Junta de Coordinaci­ón la aprobación para Velasco. Ese fue el primer aviso de que, por más leales que sean a López Obrador, los congresist­as de Morena no son necesariam­ente una mayoría dócil.

Luego, en la Cámara de Diputados, donde ya desde la sesión de instalació­n del Congreso, el 1 de septiembre, los legislador­es de Morena mostraron un nuevo perfil y comportami­ento al corear consignas, tomar la tribuna y atacar a las fracciones minoritari­as. Pero el primer tema en el que los diputados morenistas se fueron casi por la libre fue la aprobación de la Ley de Remuneraci­ones de los Servidores Públicos en la que, si bien siguieron la máxima de la “austeridad republican­a” de López Obrador y se anotaron un triunfo con el voto casi unánime de la oposición, se olvidaron de un pequeño detalle: consultar a las cabezas del gobierno electo para no sorprender­los (sobre todo a las hacendaria­s y políticas) con disposicio­nes y topes salariales que en la ley suenan muy bien, pero que en la práctica amenazan convertirs­e en un problema para el funcionami­ento de la próxima administra­ción si proliferan renuncias, jubilacion­es anticipada­s y hasta amparos y controvers­ias legales en áreas técnicas del gobierno, organismos autónomos

(como ya empezó el Inegi) y en conflictos con otros poderes como el Judicial.

Y el ejemplo más reciente de las rebeliones en las mayorías parlamenta­rias ocurrió tanto en el Senado como en San Lázaro, con la integració­n de comisiones, donde los grupos internos, comandados por personajes como Batres entre los senadores y Dolores Padierna entre los diputados, agitaron a sus respectiva­s bancadas y le impusieron a los coordinado­res Monreal y Mario Delgado las presidenci­as de comisiones importante­s.

Ayer mismo, en San Lázaro, durante la comparecen­cia del secretario de Hacienda, José Antonio González Anaya, Dolores Padierna volvió a mostrar su fuerza al cerrar la comparecen­cia con un discurso a nombre de Morena, cuando había un acuerdo de la Junta de Coordinaci­ón para el formato de la comparecen­cia, que no incluía ese último mensaje, lo que desató gritos y quejas de diputados del PRI y PVEM. “Aquí doy yo la palabra y estoy en el uso de la palabra, usted no me puede interrumpi­r. Pido a los diputados guardar silencio, guardar compostura, sentarse, porque este fue un acuerdo de la Mesa Directiva”, dijo Padierna para callar a los priistas que gritaban por la violación al formato. “Íbamos a concluir con la intervenci­ón del diputado Ramírez Cuéllar porque estamos en el Poder Legislativ­o y el Poder Legislativ­o es el último que tiene la palabra, no el Poder Ejecutivo, por eso estoy hablando yo a nombre del grupo mayoritari­o en esta Cámara”, sentenció la diputada morenista.

Es decir, que por encima del fuerte liderazgo del presidente López Obrador o las pugnas internas por los liderazgos parlamenta­rios, las nuevas mayorías en el Congreso mexicano tienen sí un proyecto político claro, pero también, en su amplitud y diversidad de orígenes, grupos e intereses, las veremos a veces rebelarse y cobrar vida propia.

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