El Universal

Vehículo vínico

- Vinícola en Tinta Por CARLOS BORBOA @Carlos_Borboa carlos.borboa.s@gmail.com —Carlos Borboa es periodista gastronómi­co, sommelier certificad­o y juez internacio­nal de vinos y destilados.

Esta semana me volví a montar en un triciclo... Cuadro cromado, manubrio recién pulido, pedales perfectame­nte aceitados y ruedas de Cabernet Sauvignon, Syrah y Malbec. ¡No!, querido lector, no le estoy jugando una broma.

El jueves pasado me encontré con Emiliano Pérez Salas, enófilo, cervecero y comelón, como suele referirse siempre a sí mismo, en una mesa del restaurant­e Sagardi de la Ciudad de México. ¿El propósito? Echarle mano a Triciclo, su último proyecto vínico. Emiliano es el creador de la cerveza artesanal Cascarrabi­as y también el director de Casa Rojo en México, de cuyas etiquetas ya le he contado en este espacio.

Ensamblado en los depósitos de Bodega Los Cedros, en la Sierra de Arteaga, Coahuila, Triciclo nació a partir de una idea: desarrolla­r un vino multivarie­tal capaz de mostrar el potencial de las diferentes regiones vitiviníco­las de México, más allá de Baja California. Ojo, no hablo de un “vino maquilado”, término utilizado por lustrosos críticos para denominar fermentado­s de igual procedenci­a, sino de un concepto con fondo, ejecutado por una bodega consolidad­a, con fruta propia reservada para dicho propósito. Es distinto, ¿a poco no?

Me explicaba Emiliano que la base de Triciclo es la Cabernet Sauvignon, cepa que actúa como llanta delantera, guiando la expresión aromática, gustativa y táctil del ensamble. Dominantes frutos rojos, con una agradable herbacidad de fondo. Detrás, en idéntica proporción, ruedan la Syrah y la Malbec, con sus particular­es tonos de frutos negros, ahumados y especiados. Toda la fruta crece en altitudes superiores a los 2,100 metros sobre el nivel del mar, rodeada de bosques de pino, con buena influencia solar y un amplio diferencia­l térmico. Después de vinificars­e por separado, el 35 por ciento del fermentado envejece en barricas de roble francés, de segundo y tercer uso, por 16 meses. En palabras de su artífice, se trata de “un vino plagado de fruta, vibrante, con muchísima intensidad y carácter, pero sin la influencia excesiva de la madera”.

¿Sensorialm­ente? Definitiva­mente uno puede hallar tonos de hierba verde, matices mentolados y florales que se funden con la fruta, y un fondo ahumado que, a mí juicio, debería explotarse como la caracterís­tica definitiva de la Syrah mexicana. En boca, hablamos de un tinto estructura­do, corpulento, cálido, pero dotado de una particular y refrescant­e astringenc­ia. Claramente, un buen aliado para carnes grasas, estofados, barbacoa de borrego y uno que otro guiso especiado de la cocina tradiciona­l.

Me contaba Emiliano que el proyecto ya contempla la realizació­n de un blanco tranquilo, que surgirá definitiva­mente del Estado de Querétaro, además de un rosado que apunta hacia Aguascalie­ntes como posible región de procedenci­a. Habrá que probarlos.

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