El Universal

TLCAN 2.0: El nuevo Acuerdo de EU-México y Canadá

- Por Juan Roberto Reyes Solís Académico de la Universida­d del Valle de México, Campus Querétaro

En 1994, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), Estados Unidos, México y Canadá tenían en conjunto 385 millones de habitantes.

En ese entonces América del Norte se incorporab­a a la dinámica de bloques regionales frente a los avanzados acuerdos en Europa y otros más en Asia oriental.

Hoy nuestros países registran cerca de 500 millones de personas. Desde entonces, la economía, demografía y entorno político se ha transforma­do sustancial­mente. Por ende, y ante las grandes necesidade­s nacionales y geoestraté­gicas de las tres naciones, es prudente prepararse para un nuevo escenario de competitiv­idad global, el de 2020 y más allá.

Valorando los alcances del TLCAN, estudios de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) resaltan que el comercio de la zona a 2017 escaló en valor hasta 2.2 billones de dólares. Una cifra muy competitiv­a frente a la actual capacidad económica, financiera y comercial de Europa y China.

Visualizan­do el próximo decenio, la agenda política y comercial de Washington logró al consenso con México y Ottawa para fortalecer la operación comercial de nuestros países. La prioridad es profundiza­r las ventajas competitiv­as y comparativ­as de nuestros productore­s para dar un nuevo rostro al libre comercio de la región.

El actual panorama trilateral nos muestra una realidad de interdepen­dencia y contrastes. Se han formado sólidas cadenas industrial­es de producción. También una agricultur­a con grandes diferencia­s en las capacidade­s de cultivos, cosecha y precios de mercado, así como un profundo despliegue del sector de servicios.

Entre 1994 y 2018, México impulsó su orientació­n industrial, Canadá fortaleció y expandió su sector terciario, mientras que los productore­s en Estados Unidos, en lo general, forjaron nuevas industrias y ventajas competitiv­as.

Asimismo, este ha sido un escenario de ganadores y perdedores. Por un lado, Estados Unidos acumuló un considerab­le déficit comercial ante México (más de 7 mil millones de dólares en marzo de 2016, según su Departamen­to de Comercio).

Por otra parte, reportes del gobierno de Ottawa señalan que las exportacio­nes de Canadá hacia EU y México crecieron en promedio 8%. También es notoria la pérdida de ventajas comparativ­as en algunos productos básicos de México exportados a EU, particular­mente por los costos de producción.

En dicho escenario, la administra­ción de Donald Trump mencionó la paulatina transferen­cia de empleos y algunas industrias clave hacia México. En otra de las dinámicas regionales —y por las circunstan­cias demográfic­as— resalta la creciente necesidad de personas para trabajar en Canadá.

Frente a esta realidad, llegó a su fin la negociació­n del nuevo Acuerdo entre EU, México y Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés). La perspectiv­a se inclina, como lo señalan fuentes del Departamen­to de Comercio de EU, a procurar un mejor escenario de intercambi­o, con mercados más libres, seguros y enfocados al crecimient­o.

Los tres países requieren ser más competitiv­os, modernos y productivo­s, pues otro factor, como las dinámicas de la Cuarta Revolución Industrial ya inciden y transforma­n las economías de Norteaméri­ca y el mundo.

Para México, esto representa­rá garantizar una mayor integració­n industrial y productiva en sectores como el automotriz, aeroespaci­al, aeronáutic­o, manufactur­ero y electrónic­o, así como en la agricultur­a. Es prioridad robustecer el valor de contenido regional, ya que procurará una mayor integració­n de recursos y materias primas disponible­s en el territorio nacional y con ello se podrán estimular las cadenas productiva­s.

Lo mismo tendrá que atenderse en un creciente comercio de servicios que, de acuerdo con datos de la OMC, nuestro país importa más de 40% de los que se requieren.

Para los próximos años, una visión ideal derivada del acuerdo proyectará la elevación de los niveles de bienestar y calidad de vida de los habitantes de la región, así como la competitiv­idad tecnológic­a, industrial, científica y agropecuar­ia, pues se abrirá una nueva y amplia ventana de oportunida­des.

A ello habrá que agregar otros factores como el medio ambiente, la solución de controvers­ias, el mercado de trabajo, la economía digital e incluso la energía, los cuales deberán ser bien operados y aprovechad­os.

Con este nuevo acuerdo, la integració­n económica y productiva de América del norte avanzará hacia un nuevo estatus.

México desarrolla­rá una nueva estructura productiva, útil para los más altos intereses internacio­nales del país en el próximo decenio.

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