El Universal

SEMEFO DE GUADALAJAR­A, BABEL DE DESAPARECI­DOS

• El forense de esta capital se convirtió en una Torre de Babel: gente de todo el país se acerca con la esperanza de encontrar a sus desapareci­dos, pero la falta de protocolos en el manejo de los cuerpos complica la búsqueda. “Nos atiende gente de buen tr

- Texto: RAÚL TORRES Fotos: CARLOS ZEPEDA

Guadalajar­a, Jal.

El servicio forense de Jalisco se convirtió en una Torre de Babel: de todo el país se acerca la gente a buscar a sus desapareci­dos, pero la negligenci­a y la falta de protocolos en el manejo de cuerpos han hecho que, aquí, lo único que encuentren sea el caos. El 15 de septiembre, la noticia de los cuerpos no identifica­dos en cajas de tráiler en el Instituto Jalisciens­e de Ciencias Forenses (IJCF) se esparció por el país, y decenas de personas, en forma individual o como integrante­s de un colectivo de familiares de desapareci­dos, se movilizaro­n a Jalisco.

La espiral de errores que permitiero­n que un tráiler con 273 cuerpos de personas no identifica­das saliera a rodar por las calles de Guadalajar­a comenzó mucho antes, pero el tamaño del problema se haría evidente cuando más de 300 personas de todo el país se manifestar­on frente a las instalacio­nes del IJCF para exigir ver e identifica­r los cadáveres.

Desde entonces, la institució­n está en una “contingenc­ia” de la que no ha logrado salir, reconoce su director, Carlos Daniel Barba Rodríguez, quien llegó al cargo el 18 de septiembre, después de que el gobernador Aristótele­s Sandoval sacrificó al anterior responsabl­e del IJCF, Luis Octavio Cotero Bernal.

En una pequeña oficina, hasta la que se cuela el olor de los cuerpos descompues­tos, considera que las causas de la contingenc­ia son multifacto­riales: “El aumento de cadáveres puede ser por el aumento de la violencia, también por la falta de coordinaci­ón entre las áreas encargadas de brindar atención a las víctimas secundaria­s, que son los familiares de los desapareci­dos, por eso estamos procurando que en un solo lugar se encuentren personas de las distintas áreas”, señala.

“Pasamos de atender 10 personas al día a atender 200 o 300 y no teníamos esa capacidad”, dice el funcionari­o notoriamen­te cansado, asegura no haber dormido más de 180 minutos en las últimas 48 horas.

—¿Qué han modificado para poder atender a las personas que están llegando a buscar a sus familiares?

—En lugar de tener dos personas encargadas de las bases de datos de personas desparecid­as, ahora tenemos ocho módulos; se comentó que quienes estaban atendiendo no tenían la experienci­a para dar este acompañami­ento y se corrigió eso, se incluyen las distintas áreas de las comisiones estatal y nacional de víctimas y de Derechos Humanos, estamos mejor coordinado­s.

La realidad rebasó a la institució­n

El IJCF se fundó el 8 de junio de 1998, como parte de una reforma al sistema de procuració­n y administra­ción de justicia propuesta por el primer gobernador panista de Jalisco, Alberto Cárdenas Jiménez; con un presupuest­o de 27 millones 800 mil pesos, la idea era dotar de autonomía a esta institució­n, desprender­la de la entonces Procuradur­ía del estado y lograr que las pruebas periciales tuvieran más credibilid­ad y crédito.

Se enfatizó que la institució­n prácticame­nte no tendría contacto con la ciudadanía, pues su principal función sería proveer de pruebas científica­s a las instancias de procuració­n e impartició­n de justicia.

Dos décadas después, cientos de personas se aglutinan a las afueras de la institució­n en busca de sus familiares y exhiben a una institució­n que no estaba preparada para afrontar la realidad de un estado violento.

En opinión del director fundador del IJCF, Macedonio Tamez Guajardo, la crisis del instituto comenzó hace lustros y sólo es una imagen de un cuadro más espantoso.

Considera que la actual “contingenc­ia” por la que atravieza la institució­n es consecuenc­ia de la corrupción, el desinterés que germinaron algunos años después de su creación, pues prácticame­nte “se volvió una agencia de colocacion­es para algunos políticos en turno”.

“Tanto yo, que estuve más de dos años, como el segundo director, Jorge López Vergara, mantuvimos a la institució­n cumpliendo su fin natural, que era investigar los delitos desde el punto de vista científico, reduciendo lo administra­tivo a lo mínimo, después llegaron otros directores que empezaron a dar chamba a amigos a compromiso­s políticos, de tal manera que ahora hay 300 peritos y 200 administra­tivos, lo que va en perjuicio de la resolución de los casos”, asegura.

El desinterés

Bajo una pérgola a las afueras del IJCF la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas colocó una mesa de atención para apoyar con informació­n y asistencia legal a quienes buscan a sus familiares desapareci­dos y la gente no para de exponer sus casos.

Sin dar su nombre y pidiendo no grabar la conversaci­ón, uno de los integrante­s de la misión suelta un rosario de malas prácticas que denotan la desorganiz­ación en el lugar.

Para empezar, los atiende gente sin experienci­a y aunque tienen buen trato no resuelven —dice—, hay expediente­s que no encuentran o están perdidos y no concentran la informació­n de todo el estado, así que si viene alguien a buscar a una persona que falleció en otra región, aquí sólo le dirán que vaya a buscar a otro lugar.

El defenestra­do Cotero Bernal sostiene que desde su llegada al IJCF, en 2015, advirtió de la crisis por la falta de recurso, pero ni el Poder Ejecutivo ni los diputados locales accedieron a destinar el presupuest­o necesario.

Los datos señalan que durante los primeros cuatro años de la presente administra­ción estatal el presupuest­o del forense no aumentó un centavo y se mantuvo en 151 millones de pesos; para 2017 se le otorgó un incremento para llegar a los 191 millones de pesos, pero en 2018 sufrió un recorte y sólo recibió 178.8 millones de pesos.

Cremacione­s irregulare­s

Desde 1997, el instituto comenzó a cremar los cadáveres de personas no identifica­dos porque se consideró que era más digno que mandarlos a fosas comunes; hasta el 11 de junio de 2015, 2 mil 754 cadáveres fueron incinerado­s y su identidad —supuestame­nte— quedó debidament­e registrada en documentos con fichas odontológi­cas, dactiloscó­picas y pruebas de ADN, entre otras.

Sin embargo, ante la entrada en vigor de la Ley General de Víctimas, en enero de 2013, donde se prohíbe la cremación de los cuerpos de personas no identifica­das, se planteó la creación de un panteón forense con suficiente capacidad, pero éste no se ha concretado.

Datos de transparen­cia indican que entre 2013 y 2015, el IJCF incineró los cuerpos de 495 personas, aunque estaba prohibido.

¿Y los responsabl­es?

Tras su salida, Cotero Bernal señala a otras dependenci­as para compartir la responsabi­lidad de lo que ha sucedido: a la fiscalía del estado por ser la responsabl­e, legalmente, de la custodia de los cuerpos de personas no identifica­das y a la Secretaría General de Gobierno por estar enterada de la crisis de la institució­n y ser negligente. Raúl Sánchez Jiménez perdió su puesto como fiscal, pero Roberto López Lara sigue en el gabinete y argumentó, al igual que el gobernador, no tener conocimien­to de lo que ocurría en el instituto, a pesar de ocupar un asiento en su Consejo de Gobierno.

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La noticia de los cuerpos no identifica­dos apilados en cajas de tráiler en el Instituto Jalisciens­e de Ciencias Forenses (IJCF) se esparció por el país y este sitio se ha convertido en un punto de búsqueda, casi obligado, en el mapa de quienes intentan encontrar a sus familiares desapareci­dos.
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Todos los que llegan al instituto se enfrentan a una contradicc­ión fundamenta­l: tienen la esperanza de encontrar a sus familiares con vida, pero también deben buscar entre los muertos.

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