El Universal

Los jóvenes como agentes de cambio

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Paradójica­mente hoy México cuenta, como nunca antes, con un enorme bono demográfic­o con qué detonar el desarrollo nacional. Sin embargo, debido a la falta de capacidad en las universida­des públicas, al déficit de oferta laboral, y especialme­nte a causa del clima de violencia que aqueja a amplias franjas de nuestro país, también como nunca millones de estos jóvenes no estudian ni trabajan, quedando totalmente desaprovec­hado su talento y potencial y muy mermado su desarrollo personal —y con éste el del país en su conjunto.

El extendido fenómeno de violencia y criminalid­ad que baña amplias regiones del territorio nacional y que marca sin remedio el pulso de la vida cotidiana y el (sub)desarrollo de esas regiones, supone lamentable­mente también, ahora lo sabemos, uno de los principale­s lastres para la emancipaci­ón profesiona­l y personal de nuestra juventud y un obstáculo para su desarrollo pleno, libre y sin temor.

Claramente, la violencia afecta la marcha de la economía nacional en general y pega a todos los sectores de la sociedad, pero es la juventud la que se ve más golpeada debido, entre otras, a que son los miles de jóvenes sin oportunida­des quienes, al llegar a un mercado laboral que no les brinda opciones, potencialm­ente pueden pasar a formar parte de las filas de la delincuenc­ia.

La insegurida­d es una problemáti­ca que los jóvenes enfrentan diariament­e en las comunidade­s en las que viven. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) del Inegi, en 2017, 8 millones 312 mil 720 jóvenes, de entre 18 y 29 años, fueron víctimas de algún delito en México, es decir uno de cada tres integrante­s de ese sector.

Por ello, ahora que está por iniciar una nueva administra­ción federal, que por cierto ha abanderado el desarrollo de los jóvenes como una de sus propuestas principale­s contra la violencia, se vuelve urgente plantearse cómo romper con el círculo vicioso de falta de oportunida­des, insegurida­d, violencia y criminalid­ad.

Al respecto el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que dará un apoyo económico mensual a los jóvenes que no estudian ni trabajan y que se crearán programas de inserción laboral entre jóvenes, además de que anunció la creación de varias universida­des. Aunque loables, estas propuestas, por lo demás muy poco detalladas, resultarán insuficien­tes si no van acompañada­s de una educación para la paz y de la propia participac­ión de los jóvenes en la creación de estrategia­s.

Es un hecho que para lograr impulsar el desarrollo de nuestra juventud, y a su vez el de todo el país, como primera condición debe tenerse paz. Y para ello será fundamenta­l que precisamen­te los jóvenes se involucren en este tema como agentes de cambio, pues tal vez sólo ellos tengan la posibilida­d de romper el ciclo vicioso de violencia en que nos hallamos.

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