12
kilómetros
Primero, debes deslizarte por una resbaladilla natural y saltar de poza en poza hasta llegar a la “Mesa de los fósiles”, una roca plana donde quedaron incrustadas miles de algas marinas del periodo Cretácico.
Después, hay que volver a gatear entre grietas de roca volcánica. Son tan filosas que incluso debes utilizar guantes. En la última galería, las paredes están forradas por cuarzos blancos.
Pero hay un tesoro adicional: dentro de los cristales habitan “turritellas” de varios tamaños, que no son más que conchas en forma de espiral, como si fuesen conos de helado.
Este mismo escenario fue el que descubrieron los investigadores italianos, quienes al ver el brillo de los cuarzos solo pudieron exclamar: ¡Mamma mia!