El Universal

La espiral del huachicole­o

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Cuando los problemas no se atienden a tiempo llegan a tal magnitud que se vuelven difíciles de controlar y casi imposibles de desaparece­r. En esa situación se encuentra en estos momentos el robo de combustibl­e. Las cifras sobre el delito imponen récord todos los días. Desde 2004 no ha habido descensos, únicamente incremento­s, pero en lo que va del actual sexenio los casos han llegado a niveles que si alguien los hubiera pronostica­do a principios de sexenio nadie los habría creído.

El número de tomas clandestin­as detectadas en el sexenio de Vicente Fox fue de 890, en el gobierno de Felipe Calderón se multiplicó por cinco para llegar a 4 mil 865; hasta julio de este año el total acumulado en la administra­ción de Enrique Peña Nieto es de 37 mil 477, cuarenta veces mayor que lo registrado en el periodo de Fox.

Por mucho tiempo se mencionó que el ilícito estaba concentrad­o en el “Triángulo Rojo” que formaban los municipios poblanos de Acajete, Tepeaca, Quecholac, Acatzingo, Tecamachal­co y Palmar de Bravo, ahora el mayor número de casos se concentra en Tamaulipas, Guanajuato, Estado de México y Veracruz, sin embargo hay registros de robo de combustibl­e en más de una veintena de estados.

Luego de los enfrentami­entos entre civiles armados y militares hace 18 meses en Puebla, con saldo de 10 muertos entre ellos 4 soldados, era de suponer que el delito iría a la baja, pues se anunció el inicio de una acción conjunta del gabinete de seguridad para ir “por toda la red de empresario­s gasolinero­s en el país que compran combustibl­e robado y lo comerciali­zan”. Los hechos indican que no se logró el objetivo.

Petróleos Mexicanos señala que ha incrementa­do su técnica para detectar tomas clandestin­as y repararlas “mucho más rápido que antes”, pero también reconoce que la capacidad de los grupos criminales para ordeñar tomas fue mayor a la habilidad de sus trabajador­es para cerrarlas.

Además de los riesgos y tragedias que se han suscitado por la “ordeña” de ductos, los costos económicos para el país son bastante elevados. Pemex estima que el costo de lo robado supera los 30 mil millones de pesos anuales; 20 mil millones es el costo del combustibl­e y el resto por reparación de daños ambientale­s y sociales.

Tal persistenc­ia y magnitud del ilícito solo se entiende con el contuberni­o entre empresario­s, algunas autoridade­s —principalm­ente municipale­s— y las bandas delictivas.

Son varias las instancias a las que alcanza a tocar el delito, así que mientras no haya compromiso total de cada una no podrá ser erradicado. ¿Se llegó a un tope? ¿o por el contrario se recrudecer­á el delito? La triste realidad es que parece que nadie puede responder esas preguntas.

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