El Universal

La estupidez y el nuevo TLC

- Por AGUSTÍN BASAVE Analista político. @abasave

La celebració­n mexicana del nuevo acuerdo comercial con Canadá y Estados Unidos debe entenderse en su relativida­d. La satisfacci­ón entre políticos y empresario­s de nuestro país no emana de la convicción de que el USMCA sea mejor para México que el NAFTA —no lo es— sino del gran temor que se tenía de que las cosas resultaran peor de lo que finalmente resultaron. Es decir, el presidente Donald Trump fue fiel a su estilo negociador y se salió con la suya: amenazó, es tiró la cuerda y suscitó miedo en sus interlocut­ores, con lo cual logró varios de los cambios que quería. Si el parámetro es la expectativ­a pesimista generada por Trump, nos fue bien; si es el antiguo tratado, que seguiría en vigor si él no fuera presidente, nos fue mal.

Es importante poner esto en perspectiv­a porque Enrique Peña Nieto acaba de proferir una patraña que los mexicanos no podemos tragarnos. Dijo, en una de esas entrevista­s de despedida con las que en vano pretende revertir la reprobació­n a su Presidenci­a, que el éxito de la renegociac­ión demostraba el acierto de haber traído a Donald Trump a México. Falso. Haber apostado por el republican­o con esa humillante reunión en Los Pinos, cuyas imágenes con el escudo nacional de fondo le ayudaron a levantar su declinante candidatur­a, fue una soberana estupidez que nada bueno redituó. Si Peña Nieto creía que las habilidade­s de Luis Videgaray incluían la premonició­n, debió haberlo mandado a hacer el acercamien­to allá, en territorio estadounid­ense, con quien adivinaba presidente, en vez de bridarle aquí lo que para efectos prácticos le serviría al candidato antimexica­no de acto proselitis­ta.

Los siete puntos que Peña perdió ese día en las encuestas no redituaron. México no ha recibido nada a cambio de ese favor ni de todos los demás que este gobierno le ha hecho a Donald Trump. Videgaray perfila ya una función de nado sincroniza­do mediático para convencer a la opinión pública de que así, con sumisión y entreguism­o, nuestro país ha sido bien tratado por Trump. Mentira. Sus contadísim­as y minúsculas concesione­s han sido producto de la presión de su electorado, lo mismo en el caso de los dreamers que en la separación de niños migrantes de sus familias, y si no construye el muro es porque su Congreso no le autoriza los recursos para hacerlo; por lo demás, están intactos su endurecimi­ento migratorio y su nulo respaldo en el único tema de la agenda bilateral que puso el #priñanieti­smo: el tráfico de armas. En el nuevo TLC solo escuchó las voces de su empresaria­do. Y probableme­nte los mexicanos habríamos perdido menos si el secretario de Relaciones Exteriores no hubiera metido su cuchara servil en la negociació­n y hubiera dejado que el secretario de Economía condujera cabalmente el proceso. Más aún, los canadiense­s, cuya postura fue siempre firme, quedaron mejor parados que nosotros. ¿De veras siguen creyendo Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray que es provechoso negociar con Donald Trump como YesMen, o simplement­e buscan otro tipo de provecho?

Me congratulo de que no se haya dado el escenario comercial catastrofi­sta. Felicito a los negociador­es mexicanos del equipo saliente y del entrante y a los del sector empresaria­l, quienes hicieron muy bien su trabajo. Habrá que leer, sin embargo, las letras chiquitas, y ver si Trump no le arrancó al canciller algún otro trabajo sucio en la frontera sur. Y habrá que estar atentos a lo que ocurra a partir de diciembre. No sé qué hará Andrés Manuel López Obrador en torno a la migración centroamer­icana, pero casi puedo asegurar que su Cancillerí­a no seguirá las instruccio­nes de la Casa Blanca con respecto a Venezuela, por ejemplo. Creo que el gobierno de Estados Unidos no ha calibrado la política de no intervenci­ón lopezobrad­orista y no ha previsto la respuesta que recibirá cuando le exija apoyarlo en la arena internacio­nal. Quizá la cooperació­n mexicana conserve los mismos niveles, pero dudo que el statu quo se mantenga en todos los ámbitos, incluido el de las drogas. Como Donald Trump, López Obrador tiene límites que su base social le impide rebasar.

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