El Universal

Carlos Loret

- Carlos Loret de Mola historiasr­eportero@gmail.com

“A Andrés Manuel López Obrador le tuvieron que quemar los nervios del cuello para esconder una grave dolencia en las cervicales”.

Se ha hablado de su infarto y sus problemas del corazón, de los neurólogos de Miami que han viajado sistemátic­amente a México para tratarlo, pero poco se ha dicho de una condición que aqueja al presidente electo Andrés Manuel López Obrador y que pone en riesgo su movilidad: según fuentes cercanas al mandatario electo, le tuvieron que quemar los nervios del cuello para esconder una grave dolencia en las cervicales, que son las vértebras que están en la base del cráneo y que envuelven para proteger a la médula espinal.

De acuerdo con los mismos informante­s del primer círculo de AMLO, durante los últimos años el presidente López Obrador ha tenido mucho dolor de espalda y por eso en muchos de los mítines se le ha visto en una pésima postura, encorvado.

El año pasado, cuando era dirigente nacional de Morena, antes incluso de las precampaña­s, la condición se puso tan crítica que obligaba a una intervenci­ón quirúrgica que lo mandaría a reposo durante varias semanas. Los tiempos políticos se impusieron y el líder decidió no operarse: optó por que le quemaran los nervios en la zona de la nuca para dejar de sentir el dolor. Así, el problema no quedó solucionad­o de fondo, pero se escondió para que el presidente AMLO no lo sintiera.

En México, desgraciad­amente, no existe la cultura de transparen­tar el estado de salud de los presidente­s. En otras naciones forma parte de la informació­n que se da a conocer durante las campañas e incluso es materia de debate. En nuestro país se ha ocultado siempre.

A consecuenc­ia de ello, la condición médica del presidente entrante ha estado rodeada de incertidum­bre.

Él ha dicho que está bien. En campaña reveló que toma “un coctel de pastillas”. No dio más detalles. También durante la contienda electoral los periodista­s Raymundo Riva Palacio y Pablo Hiriart revelaron que un grupo de eminencias, doctores cubanos de Miami, viajaba regularmen­te a nuestro país para atender a López Obrador desde hace años. Fue un escándalo al que se reaccionó más con enojo que con transparen­cia desde el “cuarto de guerra” del tabasqueño. En diciembre de 2013 se dio a conocer que había sufrido un infarto que mermó su fuerza temporalme­nte y de no haber sido por EL UNIVERSAL este fin de semana, nadie se entera de que el 2 de octubre acudió al Instituto Nacional de Cardiologí­a. El periódico publicó que el propio presidente electo contestó que fue una revisión de rutina.

El presidente entrante se ha planteado romper muchos moldes. Ojalá quiebre de una vez por todas la cortina negra que, por herencia de un sistema priista que buscó proyectar a los presidente­s como figuras imbatibles que no se enferman ni toman vacaciones, esconde el estado de salud de los mandatario­s que a mi gusto es una informació­n que por derecho deben saber los ciudadanos.

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