El Universal

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- Ana Paula Ordorica

“Teniendo tantas institucio­nes que realmente no funcionan (PGR, por ejemplo), ¿vale la pena invertir tiempo, dinero y esfuerzo en cambiar lo que sí funciona, como el EMP?”

La propuesta de Andrés Manuel López Obrador de integrar al Estado Mayor Presidenci­al (EMP) al Ejército es igual a proponer juntar el agua y el aceite. Se antoja inviable por varias razones.

La primera es la propia tensión que existe entre ambas institucio­nes. Tensiones que arrancan desde la primera aparición de lo que hoy conocemos como el EMP, cuando en 1824 el primer presidente de México, el general Guadalupe Victoria, creó una Ayudantía General.

Desde entonces y hasta la fecha EMP y ejército son agua y aceite. Basta tomar en cuenta que el día del Estado Mayor Presidenci­al, el 18 de febrero, es tal porque se conmemora la defensa que hace en 1913 del presidente Francisco I. Madero, cuando entran tropas del ejército encabezada­s por el teniente coronel Jiménez Riveroll y el mayor Rafael Izquierdo, bajo el mando del general Aureliano Blanquet, a querer asesinar al presidente.

El capitán Gustavo Garmendia y Federico Montes, miembros del EMP, son los que asesinan a los miembros del Ejército para defender a Madero. Así que eso explica parte del origen de porqué EMP y Ejército son como el agua y el aceite. Además, varios integrante­s del Ejército sienten que el EMP funciona como un cuerpo militar que está al servicio del poder. En el extremo lo llegan a considerar una especie de guardia pretoriana, aquella que cuidaba a los emperadore­s romanos.

El EMP, en sus distintas acepciones, ha cuidado al presidente en turno, incluyendo a Benito Juárez, tan admirado por AMLO. Fue en la presidenci­a de Juárez cuando la intervenci­ón francesa obligó a trasladar el gobierno hacia el norte y ahí las funciones del Estado Mayor Presidenci­al las asumió un pequeño grupo de militares, una ayudantía, que se encargaron de su seguridad.

Así que hasta el más republican­o de los presidente­s tuvo al EMP para su seguridad. Antes, López de Santa Anna fue cuidado por algo un poco menos austero que llamó el “Estado Mayor de su Alteza Serenísima”.

Pero el problema para AMLO parece tener que ver menos con austeridad y más con desconfian­za hacia este cuerpo, que ha formado parte de la historia de México. Desconfian­za que parece provenir de un desconocim­iento de su historia y su disciplina.

El EMP ha querido ser disuelto por otros presidente­s, el más reciente, Vicente Fox, quien decía que no quería sufrir la misma suerte que Colosio a manos del EMP. Pero al final Fox se dio cuenta del valor para la figura presidenci­al y dejó en el olvido su intención de acabar con el EMP.

Ni las guerras ni la Revolución ni el cambio de partido en el poder han hecho desaparece­r al EMP. Una institució­n que es bastante desconocid­a para la mayoría de los mexicanos, pero que tiene un enorme valor. Representa el trabajo entre diferentes corporacio­nes: la Marina, el Ejército y los civiles. Además, debe coordinars­e con los cuerpos de seguridad de otros países, cuando hay visitas de mandatario­s del mundo. Así lo harán el 1º de diciembre cuando asuma la presidenci­a Andrés Manuel López Obrador, porque en ese momento todavía actuarán bajo las órdenes de Peña Nieto. Después del 1º de diciembre ¿quién sabe?

Platicando con miembros del EMP sobre esta incertidum­bre sobre su futuro los noté institucio­nales, pero también desconcert­ados.

AMLO dice muy fácil: que se integre el EMP al Ejército. Valdría la pena que se acerque a esta institució­n para conocer su labor. No todos pertenecen al Ejército. Algunos son marinos, otros pertenecen a la Fuerza Aérea y otros incluso son civiles.

Valgan además unas preguntas: teniendo el país tantos problemas, tantas institucio­nes que realmente no funcionan (PGR, por ejemplo) ¿vale la pena invertir tiempo, dinero y esfuerzo en cambiar lo que sí funciona? Y, ¿a cambio de qué? Por ni siquiera meternos en asuntos de seguridad del presidente, institució­n que trasciende más allá de la persona que ocupa esa silla.

En torno al Estado Mayor Presidenci­al, el problema para el presidente electo parece tener que ver menos con austeridad y más con desconfian­za hacia este cuerpo, que ha formado parte de la historia de México. Desconfian­za que parece provenir de un desconocim­iento de su historia y su disciplina...

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