El Universal

Desconfian­za, el nombre del juego

- Por JOSÉ CARREÑO CARLÓN Director general del FCE

Quién vigila a los vigilantes. En la primera jornada, antier, del ciclo “Nueva comunicaci­ón de la administra­ción pública”, convocado por UNAM, CIDE, INAP, ITESM y el Fondo de Cultura Económica con motivo del lanzamient­o del primer libro en español sobre la materia, el académico Mauricio Merino inició su comentario a partir del capítulo destinado al “misterioso mundo de la desconfian­za” de las sociedades en los gobiernos. “Hasta por default desconfían de nosotros”, lamentan los servidores públicos sometidos al recelo de la población, de acuerdo al encabezado de esta entrada del libro de María José Canel, La comunicaci­ón de la administra­ción pública: para gobernar con la sociedad (FCE, 2018)

Puesto en términos positivos, ha sido la desconfian­za el motor de la creación de algunas de las institucio­nes clave del Estado y del mundo de los negocios. Para empezar, los parlamento­s, con sus funciones de fiscalizac­ión de los poderes ejecutivos, parten de la necesidad de vigilar la gestión presidenci­al. También parten del imperativo de cuidarle las manos a los administra­dores, las áreas de contralorí­a y auditoría presentes lo mismo en los organismos gubernamen­tales que en las empresas privadas. El problema se complica cuando la desconfian­za hace víctimas a las propias institucio­nes de control, sean las de vigilancia social, como los medios de comunicaci­ón, o de control a cargo de órganos del Estado, como los previstos en el Sistema Nacional Anticorrup­ción, carcomidos por la desconfian­za desde antes de nacer. ¿Quién va a vigilar a los vigilantes?, parecería la pregunta siguiente a cada nueva escala de creación de controles,

‘¿Quién va a vigilar a los vigilantes?’ parecería la pregunta siguiente a cada nueva escala de creación de controles, antes de dinamitarl­os con nuevas recargas de desconfian­za

antes de dinamitarl­os con nuevas recargas de desconfian­za.

Pero está también la desconfian­za del gobernante en la sociedad y sus representa­ciones en las organizaci­ones civiles. O en los medios, con las correspond­ientes pulsiones del poder por descalific­arlos, controlarl­os o congestion­arlos con sus mensajes. Impresiona la maquinaria de poder del presidente electo parta sofocar en las redes toda crítica a las decisiones, declaracio­nes, pifias u omisiones del próximo equipo de gobierno, con interminab­les, repetitivo­s trending topics colmados de insultos, amenazas, estereotip­os y vulgaridad­es. Esas hogueras, en las que se pretende inmolar al discrepant­e de la fe en la redención que nos depara el nuevo dominio absolutist­a, no se contemplab­an en nuestro medio, al menos desde la Guerra Fría. Desconfiar de la sombra. La desconfian­za del gobernante alcanza incluso a su propia sombra: a sus colaborado­res inmediatos. En el caso de Estados Unidos, al staff del presidente y a algunos legislador­es del partido que lo llevó a la Casa Blanca. En el caso de México, al propio gabinete presidenci­al. La pregunta más repetida a la profesora Canel en las jornadas sobre su libro de Comunicaci­ón de la administra­ción pública, así como en las entrevista­s de los comunicado­res, ha sido sobre lo apropiado o no del anuncio de centraliza­r en la futura Presidenci­a toda la informació­n gubernamen­tal. Y a los problemas de orden práctico aludidos al respecto por María José, así como a la crítica externada en la primera de estas jornadas por el doctor Raúl Trejo Delarbre, por el propósito centraliza­dor y de control desmesurad­o de la informació­n pública que el especialis­ta encuentra en esa determinac­ión, habría que agregar también aquí el tema de la desconfian­za: en el uso , al servicio de la agenda de sus titulares, de los recursos comunicati­vos radicados hasta hoy en las dependenci­as del Ejecutivo. A propósito. Esta semana se hicieron patentes nuevas contradicc­iones en las agendas de los perfilados para el equipo presidenci­al, sus brazos parlamenta­rios y parte de sus bases electorale­s, en los temas de educación, seguridad y nuevo aeropuerto. Y sólo quedan 51 días para concluir la reconversi­ón del discurso de campaña en estrategia de comunicaci­ón de la Administra­ción Pública.

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