Degustan La Rioja
Una cata con vinos de esa región vitivinícola española fue una travesía a través de épocas y sabores
“El vino es el único elemento capaz de embotellar el tiempo: puede decirnos si ese año es lluvioso o si hubo un problema social o económico en el lugar dónde se hizo”, dijo Carlos Echapestro, sommelier y Premio Nacional de
Gastronomía 2016 al Mejor Sumiller en España, durante la cata de vinos de La Rioja que se celebró en el Centro Cultural de España, en el marco del foro Futuro en Español en México.
Carlos aseguró que “ejercer de riojano” es su mejor cualidad. En su opinión, el carácter de los suyos es ser acogedores y embajadores de su tierra, dentro y fuera de ella, ya que a lo largo de los años, su identidad se ha construído entre cambios y movimiento. Quizá, como él dice, son los peregrinos del Camino de Santiago, expedición que pasa por esta comunidad autónoma, quienes los han habituado a estar en contacto con gente de distintos lares, pero esa anfitrionía también se anima gracias al orgullo de su rico legado cultural.
La historia del español, del lenguaje de la “eñe”, tiene su raíz más primigenia en San Millán de la Cogolla, que data del siglo XI. Para Carlos, y en términos enófilos, aún más entrañable que las Glosas Emilianenses, ese documento que los benedictinos conservaron como estandarte de cristiandad, es el trabajo del poeta medieval Gonzalo de Berceo, quien escribió lo siguiente—esta es la traducción al castellano moderno—: “Quiero hacer un poema en lengua clara /en la que el pueblo suele hablar a su vecino /pues no soy tan letrado como para hacer otro [poema] en latín; / [esto] bien valdrá, según creo, un vaso de buen vino”.
Desde entonces, cada hecho es un eslabón que ha marcado el contexto de este terruño: desde la aparición de la filoxera en 1899 y la replantación de viñedos en 1922 hasta la creación en 1925 de la Denominación de Origen Rioja, así como el periodo de guerras, (la Civil del 36 al 39 y la Segunda Guerra Mundial, del 39 al 45). Luego, en la posguerra, se arrancaron las vides para sembrar cereales y la actividad pasó a segundo término. Incluso los vinos de esa época se intercambiaban por otros alimentos, narró Carlos. En los cuarenta se imitó el modelo francés de vinos de Burdeos y de la Borgoña y regresó el Consejo Regulador para trabajar en las garantías sobre etiquetado, entre otros temas, explicó el especialista. Los cincuenta marcaron la apertura de los mercados y la creciente necesidad de mejorar la calidad. Fue el 2 de diciembre de 1970 cuando entró en vigor el Nuevo Estatuto de la viña, el vino y los alcoholes, y se aprobó el reglamento de la D.O. y su Consejo Regulador.
Tempranillo, Graciano, Garnacha, Mazuelo y Maturana Tinta (tintas); y Viura, Garnacha Blanca, Malvasía, Tempranillo Blanco, Maturana Blanca, Turrentés, Chardonnay, Sauvignon Blanc y Verdejo son las variedades de uva actualmente autorizadas por su reglamento —después de que en 2008 se hicieran algunas adiciones a las establecidas en décadas anteriores, agregó el sommelier y restaurador—.
Carlos describió esta cata como “de convivencia de estilos y de ensamblaje histórico”. Las etiquetas probadas fueron Tempranillo
Blanco 2016, de Bodegas Nivarius; Bhilar Tinto
2015, de Bodegas Bhilar; Fincas de Azabache
Garnacha 2015, de Viñedos de Aldeanueva; Lan a mano 2011, de Bodegas LAN; Colección Vivanco 4 Varietales 2016, de Bodega Vivanco; Ramón Bilbao Edición Limitada 2015, de Bodegas Ramón Bilbao; Barón de Chirel 2014, de Bodega Marqués de Riscal ;y Monte Real Gran
Reserva 2010, de Bodegas Riojanas. Y todas pueden encontrarse en México.
Si bien algunas de estas etiquetas soportan guarda y pueden ser las clásicas favoritas para conocedores y perfiles que buscan vinos más más tradicionales, otras más son asequibles para nuevos paladares e integran discursos frescos y versátiles, ideales para disfrutar el día a día. Cada uno es el reflejo del oficio del bodeguero y del viñador, tanto de cooperativas como de grandes bodegas. Las tres zonas riojanas, la Alta, la Baja y la Alavesa, tuvieron representación, cada una en su estilo.
El mensaje de esta singular y única experiencia fue mostrar la diversidad y, a la vez, la singularidad de los vinos riojanos, así como, la conexión de las personas con el territorio y el objetivo que tiene la Denominación de Origen Calificada (DOCa) por proteger y mantener la calidad en cada una de sus etiquetas.
Pilar Meré, presidenta de la Asociación Mexicana de Sommeliers; Benjamín Lana, presidente de la división de Gastronomía de Vocento; y José Luis Lapuente, director de esta DOCa, también fueron parte de la mesa en la que se compartió y probó un pedacito de esta latitud de “los siete valles” y El Ebro, que busca afianzarse cada vez más en el mercado mexicano y de América Latina.