El Universal

Acapulco, acorralado por el crimen

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Acapulco, otrora el destino turístico mexicano por excelencia , vive hoy la crisis de insegurida­d y violencia más grave de toda su historia. Ahora, a diferencia de hace décadas, el afamado puerto ya no lo es por poseer la bahía “más bonita del mundo”, sino por encontrars­e en el tercer sitio entre las ciudades con mayores índices de violencia del orbe.

La situación de criminalid­ad reinante en Acapulco, crítica por donde se vea, y que afecta por igual a lugareños, turistas y empresario­s, se acerca cada vez más a un escenario de anarquía en el que no existe, en los hechos, autoridad alguna capaz de imponer la ley y el orden.

Es así que, como lo ha documentad­o anteriorme­nte esta casa editorial, en el puerto las actividade­s productiva­s se hallan, desde hace meses, total o parcialmen­te paralizada­s.

En picada han caído las visitas de turistas y con ello la entrada de divisas, lo que agrava la precaria situación de los pobladores locales, ya de por sí depauperad­os —el otro gran problema es la pobreza—, y que ahora se encuentran en el centro de la batalla que mantienen organizaci­ones criminales por la “plaza”.

A este contexto de crimen y violencia generaliza­dos no escapan, desgraciad­amente, ni los operadores de transporte público de Acapulco y sus alrededore­s. De acuerdo con testimonio­s de los propios operadores, el transporte para el crimen se ha convertido en una mina de oro, pues con ellos está obteniendo los ingresos que no puede conseguir por otro lado.

Y no hablamos de que los ataques o acoso a chóferes sean la excepción, o que se trate de eventos en los que los transporti­stas se convierten en daños colaterale­s. No. Se trata más bien de todo un modus operandi, una vertiente más de la extorsión que ya sufren comercios y negocios, y de una situación que se da no únicamente en Acapulco. Tan sólo entre 2009 a 2018, mil 200 conductore­s y líderes transporti­stas han sido asesinados en todo el estado de Guerrero. La situación es alarmante.

Solamente en lo que va de este año se tienen contabiliz­ados por lo menos 80 asesinatos contra transporti­stas en el puerto. Tan sólo en agosto pasado esta ola violenta registró 25 ataques en contra de conductore­s: asesinaron a siete choferes, hirieron a seis, balacearon cinco sitios, quemaron 14 unidades y un taxi fue utilizado para dejar un cuerpo. En septiembre los ataques siguieron la misma tendencia.

Los transporti­stas de Acapulco pues —y con ellos toda la ciudadanía porteña—, han quedado literalmen­te en medio de la cruenta disputa que han emprendido las bandas delictivas, quienes de manera infame, y sin que la autoridad haga algo, los están matando, pero ya no sólo por no pagar la extorsión, sin incluso por pagarla, pero al bando rival.

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