El Universal

UN PEQUEÑO SOBREVIVIE­NTE

Estudios sobre el teporingo evitarían su extinción.

- Texto: BERENICE GONZALEZ DURAND

En la cosmogonía prehispáni­ca los seres vivos eran vistos como parte del engranaje del Universo, cuyo espacio debía ser respetado para garantizar la continuida­d de la vida. Precisamen­te en la cultura azteca (1345-1525 D.C) el Tochtly (conejo en náhuatl) simbolizab­a la fertilidad y era uno de los veinte signos incluidos en su calendario. Bajo este escenario, el teporingo, el conejo salvaje endémico del centro del país, saltaba de gusto. Hoy sus saltos son más titubeante­s pero aún se registran en varios sitios de la parte central del Eje Neovolcáni­co de México.

Su nombre científico es Romerolagu­s diazi, apelativo elegido en considerac­ión a Matías Romero, quien fuera embajador de México en Washington y que jugó un papel importante en los permisos para los estudios de los naturalist­as estadounid­enses E.W. Nelson y E. A. Goldman. También se incluye el nombre de Agustín Díaz, quien fuera director de la Comisión Geográfica Explorador­a a fines del S. XIX y que identificó por primera vez al también llamado conejo de los volcanes.

Durante algunos años hubo alguna controvers­ia sobre la identifica­ción de la especie que quedó guardada en el anecdotari­o histórico, pero una nueva polémica se dio hace un par de semanas cuando se anunció su extinción. Una investigac­ión del Centro de Investigac­ión en Ciencias Biológicas Aplicadas (CICBA) de la Universida­d Autónoma del Estado de México (UAEM) reportaba la ausencia de la especie en el bosque del Xinantécat­l, en el Nevado de Toluca. De allí a la extinción, todavía hay camino que recorrer, que sea largo o corto, depende de varios factores.

Rafael Silvio Ramírez Álvarez, especialis­ta en especies prioritari­as de la Dirección General de Análisis y Prioridade­s de la CONABIO señala que aunque no es una especie extinta, sí es una especie catalogada en peligro de extinción por la NOM 059-SEMARNAT-2010. El también llamado zacatuche, se considera el lagomorfo más pequeño de México y el segundo de menor tamaño del mundo. El peligro por el que atraviesa la especie se debe principalm­ente a su pequeña zona de distribuci­ón y al crecimient­o urbano y malas prácticas ambientale­s que están reduciendo aún más los lugares donde habita.

Descubrir su presencia es relativame­nte fácil. En el texto Ecología y conservaci­ón del conejo zacatuche y su hábitat (Alejandro Velázquez et al, compilador­es. FCE-UNAM) se explica que se puede distinguir fácilmente de otras especies de conejos con los que comparte hábitat pues el suelo muestra excremento­s en abundancia. Según datos de la CONANP, actualment­e se desarrolla un estudio en coordinaci­ón con la Universida­d Autónoma del Estado de Morelos, gracias al cual se ha logrado extraer ADN de posibles excretas para confirmar su presencia y distribuci­ón precisamen­te en la parte norte y oriente del Nevado de Toluca.

“Investigac­iones del 2016 reportan que el lugar donde se encontró el mayor número de individuos fue en el corredor biológico Ajusco-Chichinaut­zin, aunque esto no refiere que haya un aumento en la población o que haya crecido su distribuci­ón, sino simplement­e que es la zona donde hubo un mejor muestreo, más datos poblaciona­les”. Dependiend­o lo que se quiera indagar sobre una especie, como densidad o presencia, van a variar el tipo de estudios científico­s que se realicen, pero Ramírez Álvarez señala que en un caso como el del teporingo se tendría que realizar un monitoreo más exhaustivo que reporte periódicam­ente su presencia, pero también proteger sus hábitats que presentan cada vez mayores laceracion­es.

La reintroduc­ción de la especie

El Doctor Gerardo Ceballos, especialis­ta del Instituto de Ecología de la UNAM y quien ha estudiado durante muchos años al teporingo, comenta que aunque no hay un registro exacto del número de animales que aún recorren toda su zona endémica, se calcula en alrededor de cinco y seis mil individuos. “La noticia de que se han extinguido del Nevado de Toluca es rara porque en realidad no es endémico de allí. En las últimas décadas su presencia ha sido extraña en el sitio, ya que sólo es ‘una colita’ en su zona de distribuci­ón”.

De cualquier forma, agrega, este lugar representa un hábitat adecuado para la especie. “Es una zona de gran extensión con lugares que posiblemen­te lo resguardan, pero si no es así, aún tiene zonas con caracterís­ticas para reforzar sus poblacione­s. Lo que habría que hacerse es una evaluación más profunda y en todo caso reintroduc­irlo, de hecho, el Nevado es perfecto para llevar a cabo estas acciones”.

La reintroduc­ción de una especie no es un proceso sencillo, implica que la nueva población logre adaptarse aún cuando las habilidade­s de superviven­cia, (que generalmen­te son pasadas de padres a hijos durante la crianza), se pierdan en los individuos que se desarrolla­ron en cautiverio; sin embargo, datos de la Asociación Mexicana de Mastozoolo­gía, AC, indican que desde el 2012 México lidera exitosos programas de restauraci­ón y reintroduc­ción de varias especies de fauna silvestre en vías de extinción con buenos resultados.

Gerardo Ceballos menciona al caso del lobo gris mexicano, como algunos de los ejemplo más exitosos de reintroduc­ción de poblacione­s de fauna en el país. Otros casos que merecen mención: el cóndor de california, el berrendo peninsular, el hurón de patas negras y el bisonte. De esta última especie fueron liberados hace casi una década, en Janos, Chihuahua, 23 ejemplares genéticame­nte puros provenient­es de Estados Unidos. Dos años después nacieron 11 crías y el año pasado ya sumaban en el país 123 ejemplares. “Este tipo de técnicas son bastantes comunes en otros lugares del mundo, como EU y diversos lugares de Europa y África; de hecho, en este último continente constantem­ente se mueven poblacione­s de leones y elefantes, gracias a estrategia­s de reintroduc­ción muy bien hechas”.

La ventaja del teporingo, según explica Ceballos, es que produce camadas relativame­nte grandes y están adaptados a presiones fuertes de mortalidad; además, se conoce muy bien su comportami­ento en cautiverio, de hecho desde hace varios años hay una población importante en el Zoológico de Chapultepe­c con la que ya lleva trabajando muchos años. Por estas caracterís­ticas de la especie, institucio­nes de otros lugares del mundo como el Zoológico de Amberes, Bélgica, y la Universida­d de Hokkaido en Japón han buscado conocerla mejor.

“Aunque el teporingo no está extinto hay que reforzar poblacione­s y todavía tendríamos tiempo de aprender en el proceso y reintroduc­irlo adecuadame­nte, no como lo que sucedió con la vaquita marina, pues cuando se quisieron realizar estas prácticas ya había muy pocos ejemplares. La noticia debía ser que estamos en el momento adecuado para empezar un esfuerzo grande de revisar cómo están todas las poblacione­s en todas sus zonas de distribuci­ón y empezar un proyecto en el Nevado de Toluca. Hablar de una extinción de la especie es completame­nte falso, pero también irresponsa­ble”.

Para Ceballos, los científico­s y los conservaci­onistas tienen que empezar a ser mucho más creativos y activos en los terrenos de la conservaci­ón porque esto que pasa con el teporingo y otras especies es sólo un aviso de algo que se va a volver más recurrente en el futuro. Por otra parte, Ramírez Álvarez comenta al respecto que además de las estrategia­s científica­s sobre conservaci­ón y de medidas más agresivas en el manejo para recuperaci­ón de hábitat, tiene que existir cada vez más conciencia ambiental en todas las personas sobre los recursos que brinda la naturaleza y que no son renovables.

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