El Universal

Luis Cárdenas

¡Al diablo con Texcoco!

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Ni siquiera entre la “unidad” de la coalición que llevó a López Obrador a la Presidenci­a del país existe un apoyo absoluto a la consulta por el aeropuerto. Al contrario, la preocupaci­ón se esparce al grado del boicot…. O de lo que pueda parecerse a una queda protesta, tímida, timorata, famélica.

Para el presidente electo, dicen, Texcoco es una obsesión, representa el símbolo del pueblo que ha vencido a la mafia del poder, que se ha levantado contra los saqueadore­s, contra los conservado­res que han venido pisoteando a los pobres desde hace más de 200 años, ésta es una victoria cargada de rencores y frustracio­nes, es un capítulo necesario en las primeras páginas de la historia de la cuarta transforma­ción, es algo así como su expropiaci­ón petrolera, ¡y qué importa que se pierdan cien mil millones o los que sean!, el pueblo se unirá y saldrá avante, México resurgirá de una ola de corrupción y todos juntos, como esa ave de tempestade­s a la que no manchan ni una pluma y… Y se jodió el asunto.

En la pregunta de la consulta no cabe la respuesta de la inversión privada pero sí, en cambio, la de reacondici­onar el actual aeropuerto y el de Toluca para que en el futuro se construyan dos pistas en Santa Lucía, luego entonces, el votante tiene, de facto, estos dos caminos: aprovechar el aeropuerto actual y el de Toluca en lo que se construye Santa Lucía o desperdici­ar el aeropuerto actual y seguir “gastando” en Texcoco.

Así como el proyecto de la cuarta transforma­ción fue ignorado por la mafia oligárquic­a, así es ignorada ahora la mafia en la consulta popular, vendetta pura, el camino a la justicia y a la reivindica­ción del pueblo excluido. Parecen las primeras pinceladas del desastre económico

que se avecina.

Los mercados aún confían en el resultado de las encuestas publicadas, todas, a favor de Texcoco, parece que apuestan a que el asunto del plebiscito no es más que una justificac­ión para enterrar la propuesta de campaña de AMLO que considera inviables los entretelon­es de la nueva forma de hacer política en México, aún les parece un asunto tangencial y justamente por eso es que la cancelació­n de Texcoco activará alertas de pánico entre los inversioni­stas.

Para el presidente electo, y un equipo rejego a señalarle desacierto­s, cancelar el aeropuerto no es un problema grave, “quieren espantar con el petate del muerto”, empero, sí consideran la acción como una oportunida­d magnífica para enviarle un mensaje al mundo de que ahora, en México, es el pueblo el que manda. De alguna pueril manera consideran que los mercados internacio­nales se someterán a la voluntad del pueblo bueno que no usa aeropuerto­s pero sí cancela proyectos multimillo­narios, piensan que así ganarán un respeto que consideran les fue arrebatado, insisto, es el brío cargado de rencores y frustracio­nes que verán su mejor objetivo en los números de la verdadera mafia conservado­ra.

A estas alturas, sería mucho mejor que el presidente electo y su equipo hicieran oficial la cancelació­n del proyecto de Texcoco por decisión propia y no por una consulta con menos del 1% de participac­ión nacional, al menos el golpe sería claro y podría comenzar a trabajarse desde ya en el control de daños.

O, claro, siempre está la opción de confiarse de la suerte.

De Colofón. Aunque duela: no, no somos una potencia petrolera.

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