El Universal

Estado terminal

- Por LAYDA NEGRETE

El Índice de Estado de Derecho en México, publicado por el World Justice Project (WJP) la semana pasada, nos muestra el tamaño y ubicación de un padecimien­to ya conocido. México está gravemente enfermo de ausencia de Estado de Derecho.

Es un termómetro. Visto en una escala de colores, la gran mayoría de las entidades federativa­s se muestran rojas y naranjas, tienen fiebre. En el mejor de los mundos posibles, tres estados alcanzan apenas un color amarillo: Yucatán, Aguascalie­ntes y Zacatecas. Pero en el lado opuesto, encontramo­s a un Guerrero pintado de morado porque ningún rojo es lo suficiente­mente subido para explicar la tragedia que ahí se vive.

No sólo hay ausencia de Estado de Derecho, vivimos una ausencia de Estado.

La mayoría de nuestras notas reprobator­ias apuntan a la debilidad de dos institucio­nes esenciales para el Estado: policías y fiscalías. No es una sorpresa. Varios sexenios de negligenci­a en la construcci­ón de modelos policiales y de investigac­ión criminal democrátic­os nos colocaron aquí, en la cresta de una epidemia de violencia letal que ni se previene, ni se investiga, ni se castiga.

Policías y fiscalías están ocupadas en otra cosa, principalm­ente en proteger al presidente y los gobernador­es, a sus amigos y sus socios. Nuestras institucio­nes hacen puntualmen­te lo que se les ordena y exactament­e lo opuesto a lo que espera el ciudadano. Por eso la criminalid­ad sin castigo es la regla y la corrupción es el color que pinta todos nuestros paisajes.

En la ruta de lograr combate parejo del crimen, sin palanca ni tapadera, está la reforma de los ministerio­s públicos locales y el federal que hasta ahora han encarnado principalm­ente bajo el nombre de procuradur­ías y que, poco a poco, han ido mutando nominalmen­te hacia fiscalías.

¿Qué se requiere para que las futuras fiscalías funcionen? Estoy convencida que las investigac­iones penales no pueden estar sujetas a mangoneo. De ahí que hablemos de la necesidad de investigad­ores con autonomía suficiente para perseguir y encarar a quienes detentan poder formal o fáctico; que no salgan despedidos al primer caso que toque al círculo rojo. Perseguir a los corruptos organizado­s y el crimen complejo requiere de esta fuerza. Nos parece una condición necesaria.

Pero el poder y la independen­cia de la acción penal no es suficiente. También existe el reto técnico de garantizar medios modernos de investigac­ión. Esto pasa por ampliar la investigac­ión forense que hoy se desarrolla de manera desigual en las entidades federativa­s. Obliga a hacer crecer los servicios periciales y compromete­rse al estudio del crimen en su contexto, bajo patrones determinad­os por espacio, tiempo y perfil de víctimas, entre otras cosas. Menos armas y más ciencia.

¿Por qué no se han creado las capacidade­s técnicas para perseguir el crimen? Nuestros procurador­es dicen que les falta presupuest­o. Organizaci­ones de la sociedad civil dicen que falta voluntad política. Ambos tienen razón. El día que exista una determinac­ión de Estado, con o sin autonomía, iremos a buscar las soluciones técnicas que el problema demanda y las financiare­mos en el ecosistema presupuest­al que toda política pública enfrenta.

Pintar el país de verde. Desde hace nueve años que el WJP mide el Estado de Derecho en el mundo, colorea los países con mejores calificaci­ones con tonos azules y verdes. El cambio de administra­ción federal ofrece una oportunida­d hacia esta transición cromática. Ojalá se aproveche.

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