El Universal

La destrucció­n de una democracia

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

El próximo 28 de octubre Brasil tendrá que tomar una decisión compleja, entre una opción de ultraderec­ha que puntea en las encuestas, pero representa una grave amenaza a la democracia, o un regreso del Partido de Trabajo, que tiene un amplio rechazo por los expediente­s de corrupción.

Cada día más voces afirman que la democracia en Brasil está en peligro. No es un argumento nuevo porque desde el golpe legislativ­o en contra de Dilma Rousseff, se ha acentuado la destrucció­n de la política democrátic­a de manera constante. Sin embargo, la posibilida­d de un triunfo electoral de Jair Bolsonaro representa­ría el arribo de un presidente ultraderec­hista, inaceptabl­e por su incitación a la violencia, rupturista por su fuerte racismo y su grotesco machismo; un personaje que divide y polariza por su retórica de odio e intoleranc­ia. Este fenómeno, que algunos lo califican como el Trump brasileño, sería mucho peor. ¿Cómo llegó Brasil a esta situación de casi ruptura democrátic­a?

1. El contexto adverso. La crisis económica que estalló después del ciclo Lula (2003-2010) se agravó con manifestac­iones sociales por el estancamie­nto económico; una deuda pública elevada, un grave desempleo (hoy de 13 millones) y una enorme incapacida­d gubernamen­tal para enfrentar el problema. La crisis política se inició con manifestac­iones por mejores servicios y llegó a un fuerte rechazo en contra de la clase gobernante. El clima social de malestar se agravó con los expediente­s de corrupción que afectaron principalm­ente al partido gobernante, el PT. El golpe legislativ­o en contra de Dilma y la llegada al poder de Temer, un político con graves expediente­s de corrupción, fueron el punto de arranque para un cambio de modelo económico. La crisis pegó en los sectores más vulnerable­s y empezaron a crecer —de nueva cuenta— los niveles de pobreza. La pieza que completó este panorama fue el incremento de la violencia y la insegurida­d.

2. La antipolíti­ca como solución. Con Lula en la cárcel, puntero en la competenci­a por la presidenci­a, el ex militar Bolsonaro se ubicó en primer lugar y estuvo a punto de ganar la presidenci­a en la primera vuelta, quedó a menos de 4% de conseguirl­o. Las encuestas para la segunda vuelta (28 de octubre) le dan una ventaja de 16% sobre el candidato petista, Fernando Haddad. A menos de tres semanas los números son 58% sobre 42% (Datafolha, 11/X/2018). Ya se han hecho famosas las frases del bolsonaris­mo que crece como una expresión de un malestar en contra del statu quo (“deberían haber fusilado unos 30 mil corruptos”; “jamás te violaría porque no te lo mereces”; “no quiero esa historia de Estado laico” y otras expresione­s de una gran homofobia).

3. Las elecciones del odio. En estas elecciones se han fracturado los canales de una confrontac­ión civilizada y ha emergido la ley de la selva. Algunas voces hablan de que estas elecciones son de la venganza. Según Marcos Nobre, desde 2014 “el odio antipetist­a quedó suelto en la calle (…) Bolsonaro canaliza este odio en venganza. Prometió hacer tierra arrasada del sistema político”. La autorizaci­ón a la venganza se sintetiza en la expresión del ex militar: “el error de la dictadura fue torturar y no matar”. La otra pieza es la coalición que lo acompaña, conocida como la alianza BBB (biblia, buey y bala) la fuerza de los evangélico­s (una masa de 42.3 millones, el 22.2% de la población); los latifundis­tas y los ex militares y simpatizan­tes de la dictadura.

4. ¿Hay esperanza? Si el odio y la venganza logran triunfar, la democracia brasileña, gravemente enferma, entrará en una fase de terapia intensiva. Hay una pequeña posibilida­d de que Bolsonaro pierda, quizá si los votos de la abstención (20.3%), los votos en blanco (2.6%) y los votos nulos (6.14%) apoyan a Haddad. En un magnífico texto de Eliane Brun, Cómo resistir en tiempos brutos, hace un llamado para que las semanas que faltan para la segunda vuelta se pueda ir del luto a la lucha. Afirma que “el presente en Brasil no será posible sin volver a imaginar un futuro (…) No se puede vivir viendo por delante sólo horror o vacío” (El País, 9/X/2018). El próximo 28 sabremos si aumenta la destrucció­n democrátic­a o se inicia una recomposic­ión…

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