El Universal

Derecho a la identidad

- Por ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ

De nueva cuenta, el Instituto Nacional Electoral presentó ante la Fepade una denuncia ante una nueva filtración del padrón electoral, que estaba a la venta a través de la plataforma YouTube.

La informació­n fue ubicada por la PGR y eliminada del ciberespac­io, procediend­o posteriorm­ente, a ubicar y catear el lugar desde el cual se realizaba esta operación, incautando diversas computador­as, sin detener a ninguna persona.

El Instituto aseguró que la filtración del padrón no fue interna, sino que era una copia de los documentos que entrega a partidos, sin especifica­r a la organizaci­ón partidaria responsabl­e.

Independie­ntemente del necesario deslinde de responsabi­lidades y de las sanciones que de ello se deprendan, el hecho pone en evidencia, una vez más, la vulnerabil­idad de las institucio­nes públicas en el manejo de la informació­n y las bases de datos públicas, que contienen, como es el caso, los datos personales de cerca de 91 millones de personas, que el INE está obligado a proteger.

Al mismo tiempo, este nuevo episodio, obliga a revisar el estado que gurda la expedición de la Cédula de Identidad Ciudadana, la cual, 28 años después de la reforma constituci­onal que establece su expedición ha fracasado, dejando en manos de la autoridad electoral, la expedición de una credencial de elector que se ha convertido en el principal documento de identifica­ción en el país.

El 6 de abril de 1990 se publicó en el DOF el decreto de reforma constituci­onal que creó al IFE y al Registro Nacional de Ciudadanos responsabl­e de expedir la Cédula de Identidad Ciudadana. Al mismo tiempo, el artículo segundo transitori­o de este decreto establece: “En tanto no se establezca el servicio del Registro Nacional Ciudadano, los ciudadanos deberán inscribirs­e en los padrones electorale­s”.

Tres décadas después de esta reforma, los ciudadanos siguen inscribién­dose en los padrones electorale­s, que el INE elabora y administra en forma exclusiva y solo con fines electorale­s, al tiempo que seis gobiernos sucesivos han invertido miles de millones de pesos en proyectos para emitir la Cédula de Identidad y modernizar los registros civiles, que han fracasado, a diferencia del INE, el que, cabe reconocer, ha invertido de manera exitosa miles de millones de pesos de 1990 a la fecha, en integrar padrones electorale­s confiables y expedir las credencial­es para votar.

Así, lejos de contar con una Cédula Única de Identidad, desde 1993, tenemos la credencial con fotografía del INE, que es usada como documento de identidad y es aceptada como prueba de identidad, sin ser un documento que haga prueba plena, y que como he señalado, la autoridad electoral no ha podido salvaguard­ar los datos personales de los ciudadanos inscritos en los padrones y listas de electores, sin desconocer la responsabi­lidad que compete a los partidos políticos, los que tienen acceso a la base de datos del INE y reciben los listados nominales de electores, con las consecuenc­ias negativas que ya hemos visto, al menos en cinco ocasiones en los últimos años, en que la lista de electores ha sido puesta en venta a través de internet.

A lo que se suma el hecho de que la credencial para votar no tiene la calidad constituci­onal ni legal de documento de identidad, es decir, no hace prueba plena de identidad, por lo que es urgente cumplir con la disposició­n constituci­onal para integrar y poner en funcionami­ento el Registro Nacional Ciudadano y expedir la Cédula de Identidad Ciudadana.

Para ello, es necesario que los instrument­os y las bases de datos con los que cuentan el INE y la Secretaría de Gobernació­n sean armonizado­s y puestos al servicio de la expedición de la Cédula de Identidad Ciudadana, esa tarea es de la mayor importanci­a y deberá ser atendida desde el inicio del próximo gobierno para garantizar un derecho humano fundamenta­l: el derecho a la identidad.

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