El Universal

¿Una nueva recesión mundial?

- Por ROGELIO RAMIREZ DE LA O Analista económico. rograo@gmail.com

La semana pasada los mercados financiero­s se sacudieron, las acciones estadounid­enses perdiendo 3.3% en un solo día, en el índice de Standard & Poor’s. Las acciones de tecnología, de mayor atractivo en mucho tiempo, cayeron aun más: Amazone -6.2% y Netflix -8.4%. De inmediato surgieron comentario­s sobre una nueva recesión global.

Hay condicione­s que, en lo general, apoyarían la noción de una próxima recesión. Entre ellas, el hecho de que la recuperaci­ón en Estados Unidos ha sido mucho más larga que las expansione­s normales en ese país, llegando a nueve años en junio de 2018, 110 meses, la segunda más larga desde los años 1990s.

Otra es que la tasa de desempleo, en 3.7%, es históricam­ente baja y supuestame­nte amenaza con generar aumentos de salarios que eventualme­nte causarían inflación. De ahí, habría un salto en las tasas de interés, que causarían una recesión.

Y otros argumentos son los del proteccion­ismo comercial, el debilitami­ento de la economía de China, el Brexit, la confrontac­ión del nuevo gobierno de Italia con la Comisión Europea, etcétera. No faltan razones para justificar una perspectiv­a pesimista si eso es lo que queremos encontrar.

Pero el hecho más importante para una recesión significat­iva, sin embargo, sigue ausente, es decir una expansión previa que haya generado suficiente­s presiones en los mercados, la disponibil­idad de oferta o burbujas financiera­s. El más importante, la expansión previa, ha sido en realidad una expansión raquítica.

Aunque Estados Unidos ha crecido por un largo periodo, durante esta recuperaci­ón, de 2010 a 2018, sólo creció 1.8% en promedio por año, comparado con más de 4% durante la segunda mitad de los 1990s. Si no hay una gran expansión no hay tantos problemas acumulados que justifique­n una gran corrección.

Mucho menos ha habido una expansión global. A lo más que el mundo se aproximó fue a unos cuantos años de crecimient­o en Europa, bastante débil; una menor tasa de crecimient­o en China que requirió de renovados estímulos fiscales y monetarios de las autoridade­s; y una recuperaci­ón suave y tardía en Japón. No se puede hablar de crecimient­o sincroniza­do más que por dos años.

Es cierto que el nivel de deuda pública es muy alto, en 100% del Producto Interno Bruto en Estados Unidos y muy alto en Europa y Japón, pero su aumento desde 2009 no estuvo asociado a la euforia de actividad, sino fue para contrarres­tar la recesión de 2009. La alta deuda es una herencia de esa recesión.

Es cierto, sin embargo, que hay un aumento de tasas de interés a nivel global que va a encarecer el servicio de la deuda de todos los países, incluido Estados Unidos. Al hacerlo, van a causar crisis en países endeudados, sobre todo algunos emergentes, y causarán depreciaci­ones de sus monedas y recesiones en varios de ellos durante unos años.

Si no hay una próxima gran recesión, lo que se puede vislumbrar es que continuará­n los problemas que impiden el crecimient­o global simultáneo. Algunos países emergentes enfrentan ahora costos más altos de servicio de su deuda externa. Sus empresas enfrentan un mercado mucho más restringid­o para emitir nueva deuda.

Europa sigue atrapada por su moneda única, impidiendo a países como Italia escapar de la austeridad que ordena la Comunidad Europea, en Bruselas, y un inminente debilitami­ento del gobierno alemán de Angela Merkel. En América Latina, una crisis económica en Argentina y una gran crisis en Venezuela.

No es un mundo entrando en recesión, sino un mundo que no logra superar aun los efectos de la recesión de hace 10 años.

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