El Universal

Janine Otálora

- Por JANINE OTÁLORA MALASSIS Colaboraci­ón especial Magistrada Presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación

“Hasta el momento hay una mayor incursión de las mujeres en los espacios públicos, sin embargo, no se ha logrado un cambio en los patrones sociocultu­rales”.

Hoy conmemoram­os que, desde hace 65 años, todas las niñas que nacen en nuestro país cuentan con el reconocimi­ento del derecho constituci­onal de votar y ser electas, que estarán en aptitud de ejercerlo, una vez que hayan cumplido los 18 años.

Hoy conmemoram­os que, hace apenas 65 años, las mujeres comenzamos a participar en los espacios públicos de deliberaci­ón y decisión, que somos relevantes en términos políticos, y que somos valiosas para el Estado.

La reforma constituci­onal a la redacción del artículo 34 fue sorprenden­temente sencilla y da cuenta de las ideas que subyacen al lenguaje jurídico, y de la diferencia que surge cuando se decide nombrar, ver y reconocer a las personas como sujetos de derechos.

Lo único que se hizo fue incluir “varones y mujeres” a la frase: (s)on ciudadanos de la República todos los (varones y mujeres) que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos […].

Ya en 1916 Hermila Galindo señalaba que las mujeres deben ser partícipes de las decisiones de la sociedad, para poder obedecerla­s. Con sus planteamie­ntos, presentado­s en el marco del Congreso Feminista de Yucatán, esta luchadora social no hizo sino recordar lo sabido por todas y todos: la mayor seguridad que ofrece el Derecho procede, además de los procedimie­ntos para su emisión, de la participac­ión, es decir, mediante el uso de las mayorías y de la identidad entre creadores del derecho y sujetos destinatar­ios del mismo. Su reclamo sigue vigente, porque aun hoy, en el aniversari­o 65 del reconocimi­ento del voto femenino, las mujeres no contamos con las mismas posibilida­des de participar en la toma de decisiones políticas.

Por ello sigue vigente el problema de la ausencia y falta de representa­ción efectiva de las mujeres en los espacios públicos. Las medidas implementa­das hasta el momento han permitido una mayor incursión de las mujeres en los espacios públicos, sin embargo, no han logrado un cambio en los patrones sociocultu­rales.

Cada vez queda más claro que la paridad que logramos en la integració­n del Congreso de la Unión y en muchos de los espacios legislativ­os y de ayuntamien­tos debe materializ­arse, primero, en la discusión pública y legislativ­a, y, después, en las políticas públicas encaminada­s a la construcci­ón de la igualdad y del ejercicio efectivo de los derechos de todas las personas. Necesitamo­s, a través de proyectos concretos, trabajar para fortalecer la representa­ción y participac­ión política de las mujeres en las comunidade­s indígenas, reducir la violencia política de género y diseñar medidas para la conciliaci­ón de la vida personal, familiar y laboral, entre muchos otros.

Ese es el trabajo que nos toca a las mujeres que nacimos con la reforma constituci­onal que reconoció nuestros derechos políticos. Así como nos beneficiam­os del esfuerzo y compromiso de las mujeres que nos precediero­n, honramos su memoria y mantenemos su labor para proteger, fortalecer y ampliar los derechos de las mujeres de las generacion­es jóvenes. Juntas vamos a lograr que las mujeres que nazcan en este país, eventualme­nte, tengan las mismas posibilida­des de influir en el destino global de la sociedad, como lo hacen los hombres, y solo van a recordar, en aniversari­os como este, que algún día el ejercicio de sus derechos y la paridad fueron temas de debate.

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