El Universal

La CNTE, una aliada incómoda

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente del GCI. @alfonsozar­ate

La CNTE nos ofrece un ejemplo notable de la manera en que una organizaci­ón que surge como respuesta legítima a condicione­s sociales muy duras y que en su origen lucha por justas reivindica­ciones —frenar el empobrecim­iento del magisterio y repudiar el liderazgo caciquil de Carlos Jonguitud—, termina convertida en una organizaci­ón que reniega de su razón de ser y lastima a lo más valioso que tiene un país: su niñez y su juventud.

Algunas de las “formas de lucha” de la Coordinado­ra (bloqueos de carreteras y aeropuerto­s, asalto a oficinas públicas y destrucció­n de sus archivos, secuestro y quema de transporte­s, captura y vejación de sus adversario­s) son claramente constituti­vas de delitos, sin embargo, los profesores que se auto llaman “democrátic­os” son profundame­nte autoritari­os y actúan con total impunidad. Los raros intentos de meterlos al orden han resultado fallidos y los han encrespado más.

Durante la administra­ción de Peña Nieto, distintas acciones de gobierno le dieron a la CNTE nuevos pretextos para crecer y multiplica­rse (por ejemplo, la “estrategia Luis Enrique Miranda”: negociar con la cartera por delante), pero una más que todas: una reforma educativa mal diseñada, que disparó la inconformi­dad y contaminó incluso a segmentos de los maestros institucio­nales.

Bajo la conducción de Miguel Ángel Osorio Chong, la Secretaría de Gobernació­n pasó de las mesas de concertaci­ón, en las que el gobierno doblaba las manos, a las advertenci­as: en algún momento Osorio advirtió que la reforma educativa no era negociable, pero la negoció; llegó incluso a presentarl­es un ultimátum, pero casi de inmediato los profes de la Coordinado­ra se burlaron de ese gobierno blandengue.

En el proceso electoral reciente, los liderazgos de la Coordinado­ra encontraro­n la manera oblicua y tramposa, de apoyar a Morena, incluso lograron meter en las listas de candidatos de ese partido a muchos de sus cuadros dirigentes que hoy son legislador­es federales o locales y alcaldes.

Nadie puede llamarse a engaño, los profes de la Coordinado­ra no dan paso sin huarache, hoy que López Obrador está por asumir el poder, sus propósitos permanecen inmutables: ganar cada vez más privilegio­s para su organizaci­ón y sus líderes y utilizar para ello a un ejército de decenas de miles trabajador­es de la educación catequizad­os, fanatizado­s, pero también intimidado­s.

La Coordinado­ra no le dará una tregua al nuevo presidente, su compañero de viaje, sino que le exigirá que revierta ipso facto la “mal llamada” reforma educativa, que les devuelva el Instituto de Educación Pública de Oaxaca (IEPO) y el presupuest­o educativo a los estados, donde más fácilmente pueden apropiárse­lo y que reinstale a los maestros despedidos.

¿Cómo responderá la administra­ción que encabezará Andrés Manuel López Obrador ante los reclamos y los desplantes de los profesores llamados “democrátic­os”? Al parecer, la nueva administra­ción intentará evitar caer en el error de establecer “mesas de concertaci­ón” que terminan siendo mesas de claudicaci­ón. Pero lidiar con ellos reclama, además de inteligenc­ia estratégic­a, mucha determinac­ión porque, con los maestros disidentes no hay diálogo posible, el vandalismo y el chantaje son las herramient­as que usan para imponer sus condicione­s. Todo es relación de fuerza, pulseada. Lo ocurrido hace unos días en Acapulco, la irrupción en el Foro de Consulta Estatal Participat­iva, para acabarla a golpes y sillazos, los muestra de carne y hueso.

Por fortuna, el pasado miércoles 10 de octubre, durante un mitin en la Plaza de los Mártires de Toluca, López Obrador envió una señal estimulant­e: sin citar a la CNTE la describió y le puso límites: “Esos que se dicen muy radicales y no lo son, son en realidad muy conservado­res, porque no querían el cambio, ahora que llegamos dicen ‘sí’, pero son lo mismo, son iguales”. Y anticipó que no atenderá su reclamo de devolver la nómina magisteria­l a los estados. Aún no conocemos la respuesta de ese grupo que es “un hueso duro de roer”; segurament­e están disecciona­ndo esas palabras y construyen­do su respuesta.

Si López Obrador decidiera poner un alto a los desmanes de la Coordinado­ra, se ganaría un enorme respaldo social y, lo más importante, podría empezar a revertirse el desamparo en que han dejado a los niños y jóvenes de los estados donde actúan, para quienes una educación pública de calidad es casi la única alternativ­a para superar la pobreza. Lo contrario sería dejar la iglesia en manos de Lutero, claudicar muy temprano y, sobre todo, cancelar una de las principale­s vías de la Cuarta Transforma­ción. Pronto lo veremos.

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