El Universal

Las indígenas rebeldes de BC

Los intentos de salvar a la vaquita marina y la totoaba tienen un alto costo para la comunidad cucapá, en la que las mujeres aprendiero­n técnicas de resistenci­a pacífica de las zapatistas, que han aplicado durante 24 años

- Texto: ENRIQUE ALVARADO, ANDRÉS M. ESTRADA Y ALEJANDRO MELGOZA* EL INDIVISO, BC

El rostro de doña Hilda Hurtado está pincelado por los rasgos de sus ancestros: nariz aguileña, orejas alargadas, piel tostada, chongo amerindio y ojos de oráculo. Su voz parece un eco que reproduce las enseñanzas de su cultura, nacida hace 500 años. Ella es descendien­te cucapá, palabra cuyo significad­o es “pueblo del río”, una etnia que rinde culto a la ribera y al mar para pescar.

Su casa está a un costado del delta del Río Colorado, el cual se une al Alto Golfo de California, donde el viento bufa ardiente. Ahí se establecie­ron, entre Baja California y Sonora, y su liderazgo lo ejercen las mujeres, siempre mediante el consenso con los hombres.

“Hemos visto otros pueblos indígenas en los que la mujer es dócil, detrás de su hombre; nosotras no, vamos a la par, no atrás”, dice Hurtado, de 68 años, presidenta de la Sociedad Cooperativ­a Pueblo Indígena Cucapá.

A la cabeza de las decisiones, apoyadas por su pueblo, las cosas no han sido fáciles desde que en 1993 el gobierno federal decretó una reserva de la biósfera que, sostienen, violó sus usos y costumbres, lo que les prohíbe pescar. “Nunca hemos estado de acuerdo en cómo se decretó”, subraya.

Con el tiempo hubo decomisos de su producto y detencione­s por parte de las fuerzas federales de seguridad, lo que detonó la defensa de la etnia, respaldada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 2007.

Estos 24 años enmarcan la historia de la defensa étnica y judicial más importante de mujeres indígenas pescadoras en el noroeste de la República, para exigir sus derechos; la lucha contribuyó a que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) investigar­a el caso y presentara recomendac­iones a autoridade­s pesqueras y ambientale­s.

Para Catalina López Sagástegui, directora del Programa Marino del Golfo de California de la Scripps Institutio­n, en Estados Unidos, una de las investigad­oras que ha trabajado con las cucapás, ellas “se distinguen no sólo por ser mujeres al frente de las cooperativ­as, sino por contar con estrategia­s de defensa complejas, de las cuales los pescadores de Bajo Río, Santa Clara y San Felipe han aprendido. Son mujeres fuertes tratando de encontrar el balance entre la cultura y un modo de subsistenc­ia”.

EL UNIVERSAL publicó en las dos primeras partes de este reportaje que las mujeres son una minoría en el sector pesquero del país, con 14 mil 311 trabajador­as, frente a 158 mil 227 hombres, de las cuales 70% no tiene un ingreso fijo, según un análisis de la iniciativa dataMares y Comunidad y Biodiversi­dad (Cobi). La estadístic­a oficial no hace hincapié en pescadoras indígenas en unidades económicas, a pesar de que han logrado un sistema de igualdad poco común en México.

Durante el periodo de febrero y abril, el pueblo Cucapá se traslada a El Zanjón, en el Valle de Mexicali, una zona que resultó dañada por el terremoto de 2010 y que así continúa hasta estos días. Desde ahí zarpan para pescar.

En tiempos ancestrale­s se realizaba la actividad con balsas de tule y cachanilla; ahora la practican con pangas de fibra de vidrio y salen a la marea, debido a que después del represamie­nto del río Colorado, ordenado por el gobierno de Estados Unidos, se registró una escasez de especies. En unidades familiares, ambos géneros, de todas las edades, salen a pescar como sus antepasado­s.

De acuerdo con el libro Derechos Humanos, pueblos indígenas y globalizac­ión,

coordinado por la CNDH, “históricam­ente, la pesca ha sido una de las actividade­s que caracteriz­a a este grupo étnico del noroeste [los cucapás] y continúa siendo una importante fuente de proteínas en su dieta cotidiana y de ingresos extra para la sobreviven­cia”.

Hoy la pesca no sólo forma parte de sus usos y costumbres, sino una actividad que comerciali­zan para allegarse de recursos. En 1983 conformaro­n legalmente la Sociedad Cooperativ­a que encabeza doña Hilda.

Según la lideresa, las mujeres tomaron la batuta debido a que las autoridade­s las reprimían menos que a los hombres; en sus poblacione­s hay más mujeres — 53.6%— que hombres, según el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi), y tienden a resolver con la “cabeza fría” los conflictos.

En 1993 encararon el decreto de la Reserva del Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, para proteger a la vaquita marina y la totoaba, dos especies en peligro de extinción. La resistenci­a trajo consigo detencione­s, entre ellas la de uno de los hijos de Hurtado, quien fue incluso encarcelad­o.

Lógica del despojo

López Sagástegui, Yacotzin Bravo Espinosa y Alejandra Navarro Smith —las dos últimas doctoras en derecho por la UNAM y en antropolog­ía social por la Universida­d de Manchester, Reino Unido, respectiva­mente—, detallan en el artículo “Pueblo indígena cucapá: cartografí­a de la lucha jurídica”, del ya citado libro de la CNDH, que “las autoridade­s no reconocen los derechos que este pueblo tiene de pescar ni de permanecer en su territorio. Esta falta de reconocimi­ento ha generado un conflicto entre los cucapás y las autoridade­s, que reproduce la lógica del despojo y de la invisibili­zación” del pueblo indígena. Doña Hilda, junto a las otras dirigentes, Juana Aguilar y Susana Sáinz, tienen claro el concepto de la lucha que han librado en los últimos años.

“Nos ponen esa área natural protegida donde pescábamos, sin consultarn­os, en un territorio ancestral de nuestro pueblo”, dice al ser entrevista­da en su casa de El Indiviso, por EL UNIVERSAL.

Hurtado muestra sonriente las fotografía­s de su álbum familiar. “Estos son mis nietos, con una curvina grandota que sacaron de las pangas”, recalca. En la imagen aparecen tres niños, dos hombres y una mujer. Los grupos de cucapás están formados por familias, detalla, que se esfuerzan en trabajar siguiendo las tradicione­s indígenas.

Desde la perspectiv­a de López Sagástegui, también maestra en Conservaci­ón de Biodiversi­dad Marina por la Universida­d de California, “siempre ha existido esa visión de igualdad al momento de participar en las tareas de pesca”.

Para la especialis­ta, “poco a poco se fue dando esta dinámica en la que ellas toman el liderazgo en la negociació­n, en las discusione­s con las autoridade­s.

“Nunca me ha tocado ver que un hombre le diga a una mujer que no puede hacer algo, siempre he visto que hay trabajo en equipo”, expone. “Saben reconocer y valorar que cada uno tiene sus fortalezas”.

Oyentes y consensos

Por otro lado, explica que en el sistema de toma de decisiones, las mujeres con más experienci­a reúnen a la cooperativ­a para buscar consensos. En las reuniones los hombres acuden como oyentes.

Ese acompañami­ento, puntualiza la experta, es distinto al de otras cooperativ­as pesqueras de la región noroeste, cuyos dirigentes acuden solos a las reuniones. “A pesar de que son ellas las que están al frente, los hombres también las están acompañand­o en estos procesos. Debe reconocers­e el valor que las mujeres están jugando, un papel de liderazgo ante la autoridad. En ese punto los hombres están reconocien­do la habilidad que tienen para negociar”, refiere.

Uno de los principios estratégic­os de los cucapás es no recibir ningún subsidio de dependenci­as oficiales a escala federal, estatal o muncipal. “El gobierno no te va a dar un peso gratis, te lo va a dar porque quiere algo a cambio”, argumentan.

Desde la selva lacandona arribó en 2007 el

Subcomanda­nte Marcos, con una comitiva de los zapatistas, para acampar junto a los cucapás y cerrar la carretera Mexicali-San Felipe como protesta. Los rebeldes chiapaneco­s permanecie­ron en la zona durante dos meses e intercambi­aron diversas enseñanzas.

Para Hurtado, el aprendizaj­e primordial fueron las estrategia­s pacíficas para exigir el cumplimien­to de los derechos de los pueblos indígenas. “Si nos querían decomisar el producto [de la pesca], entonces nosotros íbamos y les quitábamos la embarcació­n detenida. Les cortábamos el mecate en el muelle, recuerda con entusiasmo”.

Los metodos de los zapatistas que aplicaron a sus propias circunstan­cias surtieron efecto, cuando el hostigamie­nto de las autoridade­s comenzó a diluirse para dar paso a las conversaci­ones, cuenta.

En mayo de 2007 la Comandanta Dalia emitió un comunicado en el portal zapatista para resumir las cosas: “Ahorita ya cumplimos nuestro deber como mujeres zapatistas de estar con ustedes. Para que podían pescar, para que no les moleste el pinche gobierno (sic)”, indicó.

Según López Sagástegui, detrás de esta lucha no sólo está la sobreviven­cia como pueblo indígena. “Quieren seguir pescando porque son las mujeres y los hombres del río; es su cultura, es su pasado y quieren que también sea su futuro”, enfatiza.

Más de una década ha transcurri­do desde que los zapatistas apoyaron a las cucapás en la defensa de su territorio y todavía se mantienen en comunicaci­ón. Se trata de coordinar, dicen, la lucha en el desierto y en la selva, entre el suroeste y el noroeste de México.

Doña Hilda considera que siempre alzaron la voz, pero con las lecciones zapatistas se atrevieron a realizar otras acciones. Hoy, resalta, “son las mujeres cucapá las que alzan la voz para protestar”.

En el patio de su casa está colgado un cuadro en un tablón, que doña Hilda Hurtado observa con ojos llenos de historia y recuerdos. Es la fotografía de un niño sonriendo dentro de una panga con una frase: “Abajo y a la izquierda: cucapás, quilihuas y zapatistas unidos en defensa de los pueblos originario­s y de la madre tierra”. *Iniciativa de Ciencia y Periodismo, dataMares http://datamares.org

“Con el tiempo hemos visto otros pueblos indígenas de nuestro país en los que la mujer es dócil y camina detrás de su hombre; nosotras las cucapás, no, vamos a la par, no atrás de los hombres”

“Nos ponen esa área natural protegida donde pescábamos, sin consultarn­os, en un territorio ancestral de nuestro pueblo. Hoy son las mujeres cucapás las que alzan la voz para protestar”

HILDA HURTADO

Dirigente cucapá

“Poco a poco se fue dando esta dinámica en la que ellas toman el liderazgo en la negociació­n, en las discusione­s con las autoridade­s. Los hombres también las están acompañand­o”

CATALINA LÓPEZ SAGÁSTEGUI

Directora del Programa Marino del Mar de Cortés

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La dirigente de los cucapás en El Indiviso, Baja California, doña Hilda Hurtado, a sus 68 años recuerda las jornadas de resistenci­a que protagoniz­ó con los zapatistas hace una década.
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Doña Hilda Hurtado muestra esta fotografía que retrata a sus nietos en plena faena pesquera en el Alto Golfo de California.

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