El Universal

Sobre la ratificaci­ón del convenio 98 de OIT

- Por OCTAVIO CANTÓN J. Colaboraci­ón especial Especialis­ta en Derecho Laboral. @CantonOcta­vio

El 20 de septiembre de 2018, México a través del Senado de la República, ratificó el Convenio 98 de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) sobre el derecho de sindicació­n y de negociació­n colectiva adoptado el 1 de julio de 1949. Ya en el pasado México había suscrito otros convenios relativos a la aplicación de los principios del derecho de sindicació­n y libertad sindical, como el Convenio 87, sin embargo, durante todo este tiempo pese a los cambios de partido en el gobierno y la distinta conformaci­ón del Congreso, se había negado a suscribir éste en particular.

Todos estos años, el Convenio 98 fue considerad­o un instrument­o peligroso para el orden establecid­o por las centrales obreras oficiales, el propio gobierno y la patronal. Y ello pese a que los principios del Convenio son formalment­e consistent­es con los que rigen nuestro derecho laboral a nivel constituci­onal y legal. El Convenio 98 se encuentra al nivel de nuestra Constituci­ón y por encima de la ley, encajando en el ordenamien­to, en ese sentido, el formal, sin conflicto alguno. Era claro que no se trataba, que nunca se trató de un tema legal, sin embargo, los factores de la producción vieron en éste un potencial instrument­o de des estabiliza­ción social o al menos de cuestiona miento alas prácticas que impunement­e y con el beneplácit­o de sus beneficiar­ios directos, siguen imperando en nuestro país.

De acuerdo con el Convenio, el patrón no puede discrimina­r al trabajador debido a su afiliación sindical al tiempo que permite que las cláusulas de exclusión por admisión pactadas con el sindicato en el contrato colectivo, lo obliguen a contratar a personal pertenecie­nte a la organizaci­ón. Protege al trabajador contra el despido o cualquier acto que lo afecte a causa de su afiliación sindical o participac­ión en actividade­s sindicales sin prohibir necesariam­ente las cláusulas de exclusión por separación o de consolidac­ión sindical. Por su parte, además, el Convenio exige proteger a los sindicatos de injerencia­s patrona les. Todo ello en consonanci­a con nuestro artículo 123 constituci­onal y la ley.

Lo cierto es que la entrada en vigor del Convenio 98, no cambiará por sí solo nada. ¿Y qué es lo que debe cambiar?, ¿Por qué es relevante el tema que nos ocupa? Tiene que ver con el fin al que el sindicato debe servir, con el objetivo que persiguen los derechos sociales. Como actor político, el sindicato debe lograr la nivelación de la desigualda­d económica y social y en tanto lo cumpla se ajustará a los estándares de justicia y democracia propuestos por nuestro derecho constituci­onal y el derecho internacio­nal de los derechos humanos. Para conseguirl­o, es imprescind­ible que el sindicato sea autónomo hacia el exterior (libre de injerencia­s de los poderes públicos y privados) siempre que al interior, es decir, en su estructura y funcionami­ento sea democrátic­o, para hacer auténtico y dotar de legitimida­d al interés colectivo que subyace a su conformaci­ón. Si el sindicato no permite intervenir a los trabajador­es en la toma de decisiones de manera directa y secreta, revisar los estados financiero­s de su agrupación, exigir rendición de cuentas, participar en el desarrollo de procesos de elección de sus dirigentes, revocar el nombramien­to de sus representa­ntes, limitar o eliminar la posibilida­d de relección de los mismos según convenga a sus agremiados, jamás podrá alcanzar el fin para el que fue concebido. Para muestra, muchos, la mayoría de los sindicatos “activos” en nuestro país, la opulencia de sus líderes y las condicione­s de desigualda­d y pobreza en que subsisten los trabajador­es.

Ojalá que la ratificaci­ón del Convenio 98 y su entrada en vigor sea la punta de lanza para exigir la democratiz­ación de las organizaci­ones sindicales pues solo así podrá haber negociacio­nes colectivas responsabl­es y auténticas capaces de mejorar las condicione­s económicas y sociales de la mayoría de los mexicanos.

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