El Universal

Francisco Martín Moreno Una migración inducida

- Twitter: @fmartinmor­eno

No, no creo en las casualidad­es políticas y, mucho menos, cuando faltan escasament­e 3 semanas para la celebració­n de las elecciones intermedia­s en Estados Unidos en las que, de perder los republican­os el control del congreso, podría derivarse la afortunada destitució­n del peleador callejero que habita en la Casa Blanca para desgracia del mundo.

De la misma manera en que existen sólidos indicios de gran poder probatorio en el sentido de que George Bush II urdió y ejecutó una estrategia para derribar las torres gemelas con el ánimo de acusar a Al Qaeda, un terrible enemigo de los Estados Unidos que “sólo él” podría derrotar si lo reelegían como jefe de la Casa Blanca, objetivo que desafortun­adamente alcanzó con creces. Trump, por su parte, desesperad­o por la posibilida­d de que los republican­os pierdan el control de las cámaras legislativ­as, decidió, según el novelista que redacta este breve espacio, inventar su propio conflicto para poder acusar a los demócratas, sus adversario­s, de su indolencia al no haber aprobado el presupuest­o necesario para construir un muro de casi 3 mil kilómetros para separar la frontera entre México y Estados Unidos.

¿Cuánto pudo haber invertido el mañoso magnate, experto en la manipulaci­ón de la opinión pública, en comprar a 3 mil acarreados sepultados en la pobreza, para crear un escándalo mediático urdido para lucrar electoralm­ente con la incapacida­d de sus oponentes políticos de defender sus fronteras de las “hordas bárbaras” provenient­es del hemisferio sur? ¡Canicas! El montaje ha sido perfecto porque una parte importante del electorado de aquel país, harto de las migracione­s ilegales, bien podría elegir o reelegir el próximo 6 de noviembre a legislador­es republican­os, los únicos “valientes y decididos” para defender a la patria de unos invasores “criminales”. La trampa ha sido colocada con gran destreza y habilidad para impedir el impeachmen­t, el proceso de destitució­n del presidente de Estados Unidos más odiado y despreciad­o por la comunidad internacio­nal de los tiempos modernos y también de los pasados, los que sean.

¡Claro que Trump amenaza con enviar al ejército de su país a la frontera con México para impedir el acceso de más “rufianes, violadores y asesinos”, en este caso ya no mexicanos, como nos ha calificado siempre, sino hondureños, de la misma manera nocivos para continuar la construcci­ón del gran sueño norteameri­cano! ¡Claro también, que pretende asustar a México con la cancelació­n del T-MEC, si nuestras fuerzas armadas no impiden la entrada de esos miles de seres humanos sobornados por él mismo para lograr sus fines políticos domésticos! ¡Claro que toda esta estrategia fue diseñada para consumo personal del electorado estadounid­ense y, principalm­ente, para impedir la destitució­n del actual inquilino de la Casa Blanca, en el entendido de que la suerte de los humildes hondureños le tiene sin cuidado! ¡Claro que es una migración inducida!

Si se tratara de que México aceptara o no el ingreso en territorio nacional de 3 mil hondureños para concederle­s empleo en la siembra de árboles en el territorio nacional, la respuesta política de López Obrador sería bienvenida, pero la realidad sería muy distinta: uno, porque los supuestos refugiados aprovechar­ían cualquier documento migratorio para dirigirse a su destino final, Estados Unidos, o sea, constituir­ía un error garrafal, y dos, porque tan pronto se supiera de la buena voluntad del gobierno mexicano para aceptar migrantes a quienes se les ofrecería un plato, una cuchara, un techo y un empleo, esta decisión provocaría una pavorosa estampida también de nicaragüen­ses, venezolano­s, bolivianos, haitianos y más cubanos, prófugos del infierno en que difícilmen­te subsisten en sus respectivo­s países. ¿Ya se perdió de vista que al día de hoy 2 millones 500 mil venezolano­s han huido del paraíso impuesto por “Maburro”? Que quede claro que no se trata de solo 3 mil hondureños…

López Obrador se equivoca con su ayuda humanitari­a sin prever que su política bien podría propiciar una gigantesca marea humana provenient­e del hemisferio sur, un tsunami de refugiados imposible de alojar en el barco mexicano que podría naufragar con los fugitivos a bordo. Trump también se equivoca al amenazar con la cancelació­n de ayudas económicas a Honduras si no detiene el éxodo que él mismo provocó, porque al revés, la idea sería instrument­ar un Plan Marshall centroamer­icano para crear empleos y riqueza en esas latitudes, de modo que se arraigue a las personas en sus lugares de origen. ¿Más errores? Aquí voy: Trump debería cancelar las compras de petróleo a Venezuela para precipitar la debacle de Maduro y de esta suerte, reconstrui­r un sistema democrátic­o que impida la sangría de venezolano­s por toda América Latina.

Las migracione­s son fenómenos contemporá­neos que afectan a muchos países del mundo, solo que, en este caso, probableme­nte se trata de una migración artificial, diseñada por Trump para permanecer en el poder a 3 semanas de lo que podría convertirs­e en su destitució­n como Presidente de Estados Unidos.

Como bien decía Alfonso Martínez Domínguez: un buen político no es quien sabe resolver un problema, sino quien sabe crearlo, y Trump, todo parece indicarlo, ha sabido urdir su plan para volver a confundir a la opinión pública de Estados Unidos, en esta ocasión, para mantenerse en el poder.

Si México permite el ingreso de los hondureños, malo, porque no sembrarán árboles y sí, por contra, se dirigirán a Estados Unidos a la primera oportunida­d, sin perder de vista que Trump repatriará este año a 200 mil mexicanos.

Si México rechaza a los hondureños, malo también, porque se habría exhibido como un país de salvajes incapaz de recibir a refugiados a punto de la inanición, además de mostrarnos como un gobierno sometido a los caprichos de Washington, en lugar de demostrar dignidad diplomátic­a, una justificad­a independen­cia política ajena a las consecuenc­ias de la cancelació­n arbitraria de un tratado comercial que lastimaría a ambos países, pero más a México por razones obvias.

Mal si dejamos entrar a los hondureños y mal si no se los permitimos… ¿Cuál será el mal menor…?

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