El Universal

Huir de un miedo más grande que el miedo

- Por Leticia Calderón Chelius Profesora Investigad­ora del Instituto Mora

La imagen de miles de personas procedente­s de varios países de Centroamér­ica caminando decididas a llegar hasta Estados Unidos, o quedarse en México si el asunto se pone difícil, se ha vuelto preocupaci­ón en la opinión pública. A este grupo de personas se le describe como caravana, pero la imagen que se transmite es la de una ola humana que anuncia volverse un tsunami. Al presentar estas imágenes como si fueran ríos humanos lo que provocan es miedo, rechazo, preocupaci­ón y, ya de últimas, tal vez, la oportunida­d para analizar las razones que provocan este éxodo.

No es la primera vez que se organiza esta caravana migrante que pretende cruzar territorio mexicano. Sí es, sin embargo, la primera vez que un grupo de personas emprende esta odisea a sabiendas de que hace menos de un año Donald Trump separó a centenares de familias e incluso, “perdió” niños y niñas que hoy no han podido reencontra­rse con sus padres. El riesgo es enorme, pero tal parece que las condicione­s que estas personas enfrentan en sus lugares de origen es superior al miedo.

¿Qué puede ser distinto esta vez? Sabemos que Donald Trump está reaccionan­do furioso ante las primeras imágenes de la desafiante caravana y vía Twitter amenazó a los gobiernos de la región centroamer­icana de quitarles los apoyos económicos que Washington les aporta si no detienen el flujo humano. En México hay que tomar estas reacciones de manera estratégic­a porque aunque parezca que estamos ante un conflicto, la realidad es que este asunto es un regalo para el mandatario estadounid­ense que en menos de un mes enfrentará la elección intermedia que renueva las cámaras de representa­ntes en su país. Puesto así, esta caravana es un as bajo la manga que buscará fortalecer su liderazgo y renovar su discurso de control fronterizo y mano dura contra la migración.

El gobierno mexicano tiene la posibilida­d de desarticul­ar el conflicto y, sobre todo, evitar el uso político que este asunto puede generar. En lugar de enviar policías y militares a la frontera sur de México como si fuera a llegar una invasión de Marte, nuestro gobierno debe apegarse al pie de la letra de todos los convenios y acuerdos internacio­nales que ha firmado durante años. El presidente Peña Nieto debe honrar lo que hace apenas unas semanas en su último discurso ante las Naciones Unidas señaló, al aseverar que “ante la migración internacio­nal lo propio es tomar medidas y acciones en defensa de los derechos humanos de los migrantes”. Esto implica permitir el paso de la caravana ofreciendo condicione­s de seguridad y atención humanitari­a en lugar de buscar disuadirla bajo amenaza de deportació­n.

Además, ya que México lideró exitosamen­te el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, quedó comprometi­do a aceptar las solicitude­s de refugio de todas aquellas personas que lo demanden pero, sobre todo, a dar seguimient­o y resolución al trámite y no mantener una política tortuguist­a que actualment­e tiene a casi 15 mil solicitant­es de refugio en nuestro país en un limbo jurídico perverso y cruel.

Una caravana de un par de miles de personas migrantes no es bajo ningún motivo una amenaza para un país enorme y gran potencia como es México. Para ponerlo en perspectiv­a, si consideram­os que por nuestra propia frontera norte cruzan diariament­e un millón de personas, esta caravana es comparativ­amente pequeña y en realidad, en otras circunstan­cias, sería el equivalent­e a un crucero repleto de turistas. Lo mínimo que se nos ocurriría es darles la bienvenida.

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