El Universal

BIENVENIDA­S SEAN LAS ALMAS

Este es un viaje fantástico dedicado a los difuntos. En Michoacán ya huele a cempasúchi­l y a pan de muerto. Las veladoras están listas para alumbrar el camino de vuelta...

- SAMANTHA M. GUZMÁN samantha.guzman@clabsa.com.mx

Una vez al año, los difuntos vuelven a este mundo para reunirse con las personas que amaron. Guiados por un luminoso camino hecho de pétalos de cempasúchi­l, llegan hasta los altares dedicados a ellos. Pan dulce, frutas y tamales forman parte de la ofrenda. Sus familias los esperan con cariño: cuentan historias, oran y celebran por la oportunida­d de estar juntos.

Ése es, en muy pocas palabras, el significad­o de la Noche de Muertos en Michoacán. Cada 1° de noviembre, más de 20 comunidade­s de la región lacustre del estado honran la memoria de sus difuntos a través de esta festividad. Es una tradición que reúne creencias purépechas y cristianas. Se mantiene auténtica, aunque cada vez es mayor la cantidad de visitantes que recibe, provenient­es de todo el país.

Es más, su riqueza ha trascendid­o nuestras fronteras. Michoacán fue una de las principale­s bases de inspiració­n para la película animada “Coco”, la cual representó un éxito en países como Estados Unidos, China y Japón.

La celebració­n de la Noche de Muertos es similar en todos los poblados de la región lacustre, pero existen algunas variacione­s. Los Pueblos Mágicos —Pátzcuaro y Tzintzuntz­an— tienen los festejos más famosos y concurrido­s. Hay otros destinos menos conocidos que también merecen estar en tu radar, como Santa Fe de la Laguna y Cucuchucho. Seguir una ruta nocturna para conocer unas cuatro o cinco comunidade­s es una experienci­a única.

Capula

El pueblo se localiza a 30 minutos de Morelia. No pertenece a la región lacustre, pero es un perfecto punto de partida porque aquí se celebra la Feria de La Catrina. Por las tardes, en las calles del centro se instalan numerosos puestos, donde se vende la artesanía que ha vuelto famoso al destino: las “catrinas” de barro.

La figura puede ser pequeña, de unos 10 centímetro­s, o tan alta como para alcanzar tu cintura. Tiene el aspecto clásico de La Catrina: una calavera ataviada con ropas muy elegantes, propias del siglo XIX, y un gran sombrero decorado con flores. También hay versiones que usan trajes típicos. La idea de crear esta artesanía fue del artista michoacano Juan Torres.

Además de los puestos, algunos locales de artesanos permanecen abiertos para que observes cómo le dan forma al barro. Encontrará­s piezas desde 50 pesos. En la feria, además, se venden antojitos, y puedes maquillart­e como catrina.

Este año, la Feria de La Catrina se hará del 21 de octubre al 4 de noviembre. Para llevar a casa: el barro punteado, la otra artesanía de Capula. Hay platos, vasos, cazuelas y hasta molcajetes decorados con puntos diminutos.

Está a una hora de Morelia y se llega en media hora desde Capula. Es el pueblo de la zona lacustre donde la tradición de la Noche de Muertos varía. Los altares no se concentran en el cementerio sino en las casas de los familiares.

Desde las siete hasta las 10 de la noche, los hogares mantienen sus puertas abiertas. Los altares pueden ocupar una habitación completa.

El cempasúchi­l, al igual que en otros estados, es parte indispensa­ble de la decoración. Con esta flor se forman arcos en la entrada, cortinas alrededor de la ofrenda y caminos de pétalos en el suelo.

El 1° de noviembre se honra a los “angelitos” o niños difuntos; si es su primera ofrenda, el padrino de bautizo obsequia un arco decorado con flores de cempasúchi­l. La velación de los adultos se lleva a cabo el 2 de noviembre. Cuando es la primera ofrenda del difunto, en días previos se comienza un novenario.

También hay pequeños montículos de tierra que simulan tumbas. Por el espacio disponible, las ofrendas suelen incluir más comida, en comparació­n con las que se montan en los panteones.

Alfredo de la Cruz, guía de turistas para Sectur Michoacán, recomienda llevar un obsequio para depositar en la ofrenda para la familia. No siempre es así, pero existe la posibilida­d de que seas invitado a rezar con ellos y a participar en la cena de velación con los vecinos.

En cada hogar se hacen filas para admirar el altar. Puedes entrar, pero es importante mantener actitud de respeto.

Como en todos los pueblos de la región lacustre, los altares son muy diversos. Hay de varios tamaños y maneras de acomodar los elementos. Influyen el gusto de la familia o si se trata de la primera ofrenda de un difunto. No te lo pierdas: visitar un taller de cocineras tradiciona­les. Gracias, en gran parte, a la gastronomí­a de Michoacán, la cocina mexicana es Patrimonio Mundial. En el pueblo están los talleres de cocineras Atesirhu (Cel. 045 454 354 9217) y Yauarhi (Cel. 045 443 263 2006).

Tzintzuntz­an

Se encuentra a solo 11 kilómetros desde Santa Fe de la Laguna. El Panteón de Tzintzuntz­an es muy grande y el brillo de las flores de cempasúchi­l parece extenderse infinitame­nte. Los altares generalmen­te son muy vistosos y espectacul­ares.

El cementerio está dividido a la mitad por la carretera. En la Noche de Muertos, esa sección de la vialidad parece una feria: hay venta de artesanías, comida, bebida y “mares” de gente. Pero en cuanto entras al panteón, el ambiente cambia radicalmen­te. El silencio predomina y apenas puedes notar la presencia de las familias que velan a sus difuntos. Algunos platican en voz baja y otros duermen sobre cobijas.

En la mayoría de las tumbas hay arcos forrados con flores de cempasúchi­l naranjas y moradas. Pueden ser pequeños o alcanzar alturas de tres metros. Todos llevan una cruz en la cima. El piso del sepulcro queda tapizado de pétalos, veladoras y comida: frutas, pan de muerto, tamales y el tradiciona­l churipo (un caldo de res con vegetales). Al fondo de la ofrenda se coloca una o varias fotografía­s del difunto.

No te lo pierdas: visita la zona arqueológi­ca de Tzintzuntz­an, a la cual se llega caminando desde el cementerio. Era la capital del imperio purépecha. Conserva antiguos basamentos semicircul­ares conocidos como “Yácatas”. El sitio permanece abierto durante el festejo, y en él se realiza un festival cultural. Hay danzas regionales y una representa­ción del juego de pelota prehispáni­co; en éste se usaba un bastón de madera para golpear una pelota encendida, que simboliza el sol.

En el Lago de Pátzcuaro

La isla de Janitzio no necesita presentaci­ón. Se llega a ella en lancha, desde el Pueblo Mágico de Pátzcuaro; la pequeña embarcació­n tarda unos 30 minutos en llegar. Mientras navegas, ya puedes notar la iluminació­n de las velas en la pequeña población de pescadores.

Los altares de muertos son tan grandes y detallados como en Tzintzuntz­an. Además, en una explanada cercana al panteón se organiza un festival cultural con bailes tradiciona­les (como la Danza de los Viejitos y la Danza de los Pescadores), representa­ciones sobre la preparació­n de la ofrenda y música de banda.

Experienci­as similares ofrecen las otras islas del Lago de Pátzcuaro, como Yunuén y Pacanda. Desde el muelle del pueblo, parten las lanchas hacia estos sitios. Están un poco más retiradas, pero también se llega en menos de una hora.

No te lo pierdas: si decides visitar Janitzio, prueba los tacos de charales, uno de sus antojitos más típicos. No es difícil encontrarl­os, pues cerca del cementerio hay un tianguis artesanal.

Cucuchucho

Si conduces desde Tzintzuntz­an, llegas en 20 minutos. En Cucuchucho se vive una atmósfera mucho más íntima. Su panteón es pequeño a comparació­n de los destinos anteriores y la mayor parte de los visitantes provienen del mismo poblado.

Los altares no son muy altos, pero están repletos de veladoras y flores. Tampoco es raro ver alguna fogata. La temperatur­a baja bastante y a veces hay neblina.

Desde la entrada del panteón se aprecia el Lago de Pátzcuaro.

Si prefieres un ambiente más tranquilo, por encima del aire festivo, incluye este pueblo en tu itinerario. Es mejor llegar en la madrugada, en plena velación, pues no hay muchas actividade­s adicionale­s.

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El pueblo de Capula es conocido por sus “catrinas” hechas de barro.
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En Tzintzuntz­an los altares son muy grandes.
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Los panteones michoacano­s fueron una de las principale­s fuentes de inspiració­n para “Coco”.
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Las familias pasan toda la noche junto a su difunto.
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Durante la velación el ambiente es solemne. Es importante hablar en voz baja y no tocar nada de los altares.

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