El Universal

La consulta sobre el NAICM

- José Luis Luege @JL_Luege

Con motivo de la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto que inicia este jueves y termina el próximo domingo, quiero referirme una vez más a Texcoco, tal y como lo he hecho innumerabl­es veces en este mismo espacio.

Estuve en contra de la decisión de ubicar el Nuevo Aeropuerto en la Zona Federal del Lago de Texcoco (ZFLT) muchos años antes de la aprobación final del proyecto en 2014, en función de informació­n técnica contundent­e y a la experienci­a que tuve con inundacion­es recurrente­s de áreas densamente pobladas alrededor de esa área.

En ese tiempo debió darse un debate más a fondo. Con mi asociación realizamos foros e incluso acudimos al Congreso de la Unión; no tuvimos eco o respuesta ni de legislador­es, partidos políticos, académicos, grupos ambientali­stas y mucho menos del sector ambiental del gobierno federal o de los estados. Ese era el momento ideal para este debate, antes de que se iniciaran las fuertes inversione­s que hoy están comprometi­das.

Las razones que escribimos en ese momento se deben a que la ZFLT correspond­e al último reducto del Lago de Texcoco y, desde 1971, estaba sujeta a un programa de rescate ecológico que se denominó Plan Lago de Texcoco. Este ambicioso plan fue aprobado por decreto presidenci­al, junto con la delimitaci­ón de la ZFLT, fundamenta­lmente por una política de salud pública, debido a que como consecuenc­ia de la desecación del lago y de que en la misma zona confluyen los principale­s drenajes de aguas negras, en los primeros meses del año se formaban tolvaneras tóxicas hacia el centro de la Ciudad.

Desde entonces, primero la Secretaría de Recursos Hidráulico­s y luego la Conagua han sido los organismos responsabl­es del desarrollo del programa y del cuidado de la ZFLT. El decreto presidenci­al, aunque hayan pasado 47 años, es vigente en función de sus objetivos originales y del desarrollo de sus programas. Aunque debido a las constantes crisis económicas no se haya tenido el apoyo suficiente en varias administra­ciones, no hubo nunca un nuevo decreto en sentido contrario. Por lo tanto, la obligación del gobierno federal, en lugar de eliminarlo, era mantenerlo y lograr los objetivos establecid­os desde su aprobación. No haber respetado lo establecid­o por el decreto presidenci­al es inconstitu­cional. En todo caso, el proyecto debió haberse empezado con la emisión de un nuevo decreto.

Además, el proyecto del aeropuerto ubicado en la ZFLT es incompatib­le con la vocación ecológica y de regulación hidrológic­a de la zona, porque elimina para siempre la posibilida­d de una recuperaci­ón ambiental benéfica para toda la Zona Metropolit­ana de la Ciudad y pone en riesgo de inundacion­es a miles de familias de municipios aledaños.

El proyecto fue aprobado cuando la Manifestac­ión de Impacto Ambiental (MIA) ni siquiera menciona al Plan Lago de Texcoco; tampoco analiza que con la nueva orientació­n de las pistas norte-sur desaparece­ría el aeropuerto militar de Santa Lucía y también el Lago Nabor Carrillo como hábitat de aves migratoria­s. La MIA tampoco revisa los planes integrales de movilidad y de ordenamien­to ecológico territoria­l; no menciona el cierre del AICM y los costos del desmantela­miento y remediació­n del sitio. Estas omisiones eran suficiente­s para desechar el proyecto del Nuevo Aeropuerto en la ZFLT.

A mi juicio, la ZFLT no es apta para un aeropuerto por cuatro razones elementale­s: 1) ahí confluyen gran parte de los drenajes de aguas negras de toda la zona metropolit­ana; 2) el suelo en ese sitio, sufre un fenómeno de subsidenci­a de los más graves en el mundo, se hunde entre 20 y 40 centímetro­s por año y esta altísima velocidad de hundimient­o pone en riesgo de desbordami­ento a todos los desagües superficia­les como el Gran Canal, el Dren General del Valle, el Canal de la Compañía, los ríos Churubusco, Mixcoac, Piedad y Remedios, por mencionar algunos; 3) la ZFLT es una zona natural de inundación y por lo mismo reguladora de lluvias e indispensa­ble para la seguridad de toda la metrópoli, y 4) el Lago de Texcoco es la cuna y el origen de nuestra nación y es un deber moral recuperar, aunque sea en parte, este importantí­simo espacio como zona lacustre.

Por todo lo anterior, el dilema de la consulta no es Texcoco o Santa Lucía, es que si se decide continuar con el proyecto en Texcoco ¿cómo se resolverán los gravísimos problemas ecológicos y de riesgo de inundación? ¿Está dispuesto el nuevo gobierno a asumir la responsabi­lidad y los altos costos que se requerirán para mitigar los impactos ambientale­s y los riesgos de inundación?

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