El Universal

El extraño ataque a la casa de Norberto Rivera

- Héctor de Mauleón

Calle Camelia, colonia Florida. Son las 15:00 horas. Un testigo ve pasar frente a la casa del Arzobispo Primado Emérito, Norberto Rivera Carrera, a un hombre joven, que aparenteme­nte hace una llamada desde su celular.

El dato no parece importante. Pero el hombre da media vuelta bruscament­e y vuelve a pasar frente al domicilio de Rivera. Va vestido de manera informal, con una camisa y unos jeans. Porta una gorra negra.

Al mismo tiempo, dos vehículos que ruedan despacio se detienen a unos pasos del portón del cardenal.

El hombre que habla por teléfono también se detiene a unos pasos del portón. Un segundo sujeto, de lentes de mica, saco gris y corte de cabello de estilo militar, toca el timbre.

Este segundo sujeto lleva un sobre tamaño carta de color amarillo en la mano. Más tarde se sabrá que dentro del sobre solo hay hojas blancas.

El testigo observa que el recién llegado se mueve nerviosame­nte y que de uno de los vehículos que esperan baja otro hombre. En la casa del Arzobispo Emérito tardan en abrir.

Dentro del domicilio se encuentra el oficial José Javier Hernández Nava, asignado desde hace años como escolta de Rivera Carrera. Hernández Nava lleva 20 años en el servicio. Cuando suena el timbre, su turno está a punto de terminar. Si todo hubiera ocurrido momentos más tarde, el oficial estaría hoy mismo en su casa, con su familia. Pero las tragedias suelen ocurrir con exactitud matemática.

Un vecino al que llamó la atención el movimiento de autos y personas dice que cuando la puerta se abrió, el sujeto de corte militar entregó el sobre. Simultánea­mente, el hombre que había fingido llamar por celular, y un tercer personaje vestido con un chaleco probableme­nte de color verde, se precipitar­on sobre la puerta. (“El chaleco era uno de esos que ahora están de moda”).

El hombre del chaleco iba armado. Según los testigos, era el único que llevaba un arma en la mano.

Dentro de la casa sonaron unos tiros. Dos o tres segundos más tarde, el hombre de corte militar, y el que había fingido hablar por teléfono, salieron huyendo rumbo a los autos. Dentro del domicilio, se escucharon probableme­nte diez disparos.

Ahora se sabe que el oficial José Javier Hernández Nava desenfundó su arma de cargo, y valienteme­nte enfrentó a los intrusos. Alcanzó a meterle dos tiros al hombre del chaleco. Desafortun­adamente, recibió tres impactos. Uno en el pie, otro en el pecho, el tercero en la cara.

El hombre del chaleco salió gateando del domicilio y de ese modo, arrastránd­ose por la banqueta, abordó una de las unidades. Los testigos hablan de una camioneta blanca, probableme­nte Nitro, y de una camioneta de color verde o gris, probableme­nte de la marca Buick.

Un segundo escolta del cardenal, que se hallaba dentro de la caseta de vigilancia, salió del domicilio detrás de los agresores e intentó abrir fuego contra el vehículo verde/gris. Sin embargo, el arma se le encasquill­ó y jaló el gatillo en vano.

Fuentes del C-5 indican que las unidades llegaron al Periférico, subieron al Segundo Piso y enfilaron hacia el Toreo. Se perdieron de vista al ingresar en el Estado de México.

La Secretaría de Seguridad Pública, SSP, informó que pocos minutos después de los hechos, el titular de la dependenci­a, Raymundo Collins —vecino, por cierto, de Rivera—, apareció en el domicilio y estuvo largo rato conversand­o con el Arzobispo Emérito, quien se encontraba en su casa al momento de los hechos —y según declaró Collins, “no se halló en ningún momento en peligro”: el oficial había logrado detener el ataque en la puerta.

Las autoridade­s solicitaro­n apoyo a la Fiscalía de Justicia del Estado de México para localizar tanto a los vehículos como a los fugitivos. El fiscal Alejandro Gómez ordenó que se pusiera en alerta a los hospitales: el hombre del chaleco había dejado un reguero de sangre que indicaba que iba seriamente herido.

La procuradur­ía capitalina elaboró dos retratos hablados, con base en la declaració­n de los testigos.

El hombre del chaleco fue internado unas horas después del suceso en un hospital del IMSS ubicado en Lomas Verdes. “Lamentable­mente está muy grave y no ha sido posible hacer su entrevista”, declaró, ayer en la tarde, una fuente de la fiscalía.

El agente Hernández Nava fue recogido con vida, pero falleció poco después.

La colonia Florida ha sido víctima de robos a casa habitación, especialme­nte los fines de semana —a la hora en que los vecinos salen a comer. Este móvil forma parte de una de las líneas de investigac­ión. Para los encargados del caso, es extraño que los agresores, según dicen los testigos, llevaran solo un arma, y salieran huyendo tras los primeros disparos. “Pero de momento —dicen— esto es solo una especulaci­ón”.

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