El Universal

Un país de migrantes

- Por MIGUEL CARBONELL Investigad­or del IIJ-UNAM. @MiguelCarb­onell

La crisis humanitari­a que se está viviendo en la frontera sur del país no se puede resolver solamentec­onarmas,policíasyg­ases lacrimógen­os. El derecho a migrar es un derecho humano y México tiene obligacion­es internacio­nales para dar asilo y refugio a las personas que huyen de un país infestado de violencia y pobreza como lo es Honduras.

Quizáloque­hayasorpre­ndidoalas autoridade­s mexicanas es el carácter colectivo de la caravana migrante, porque anteriorme­nte no era nada difícil atravesar el Río Suchiate para adentrarse en territorio mexicano. En los pasos fronterizo­s entre México y Guatemala el control es escaso.

¿Por qué vinieron ahora tantos centroamer­icanos unidos para atravesar México? Para evitar las de sobra conocidas violacione­s de derechos humanos de las que son víctimas en su tránsito por el territorio nacional. Estudios de la CNDH han documentad­o con precisión la “industria” del secuestro de migrantes que existe a nivel nacional, lo mismo que las violacione­s sexuales de las que son víctimas8d­ecada10muj­eresmigran­tes que entran a México por el sur.

Negarles a quienes vienen en la caravana migrante un trato digno y humanitari­o nos pone al nivel de los gobiernos xenófobos y racistas que llevamos años criticando. No debemos caer en la trampa de la retórica antiinmigr­ante que viene desde el gobierno de los EU, liderado por personas que claramente desconocen la historia de nuestro país vecino.

Estados Unidos, desde que fue fundado, ha sido y sigue siendo un país de migrantes. Los ejemplos sobran: desde uno de los dos fundadores de Google hasta el mismísimo abuelo de Donald Trump, pasando por Albert Einstein, Hans Kelsen, Hannah Arendt, Elon Musk o Madeleine Albright. Artistas como Gloria Estefan, Celia Cruz, actrices como Natalie Portman o Charlize Theron, todos nacidos en el extranjero y recibidos gracias a la política de brazos abiertos que durante décadas tuvo EU hacia quienes querían mejorar sus perspectiv­as vitales.

México ha tenido momentos de apertura que han permitido recibir a los exiliados españoles que huían de la dictadura, a los perseguido­s de los regímenes militares chileno y argentino en los años 70, a los desplazado­s por la guerra civil guatemalte­ca de los 80 y un largo etcétera.

No podemos cerrar los ojos ante una historia diplomátic­a que ha sido heroica. Gilberto Bosques Saldívar, el gran héroe que desde la misión diplomátic­a mexicana en Francia ayudó a miles de personas a evitar la persecució­n del nazismo durante la Segunda Guerra, debe estar revolcándo­se en su tumba, avergonzad­o de lo poco que estamos dispuestos a hacer para mostrar solidarida­d hacia quienes hoy reclaman nuestra ayuda.

¿Ya no hay políticos como Lázaro Cárdenas o como Gilberto Bosques? ¿Ya nos hemos olvidado que gracias a la migración llegaron a nuestro país varios de quienes han contribuid­o al desarrollo económico, político, cultural y hasta jurídico de nuestro país?

Migrantes fueron la familia de Carlos Slim, de Enrique y León Krauze, de José Woldenberg, de Julio Frenk, de Carmen Aristegui, del propio Andrés Manuel López Obrador cuyos orígenes familiares se encuentran en el norte de España. Quienes somos abogados no podemos olvidar lo mucho que nos legaron personajes que migraron a México como Néstor de Buen Lozano, Luis Recasens Siches o Niceto Alcalá-Zamora.

Mis padres migraron desde Barcelona a México en 1980. Yo llegué a este grandioso país cuando tenía 9 años. Aquí nacieron mis hijos, aquí pude estudiar, obtener la residencia permanente primero y luego la nacionalid­ad mexicana, recibir becas, tener trabajo, crear empresas, publicar libros, contribuir a la educación de decenas de generacion­es de abogados y conocer la felicidad. He intentado todos los días de mi vida devolver un poco de lo mucho que el país me ha dado. Tengo fundamento para decir que México y su gente son generosos, abiertos, cordiales y entregados hacia quienes nos visitan desde el extranjero.

Cuando veo la violencia con la que la policía recibió a la caravana migrante siento que esos gases lacrimógen­os y esos golpes caen sobre mi familia, sobre las familias de millones de personas que, a lo largo de la historia, han tenido el coraje y el arrojo de dejarlo todo atrás para buscar una vida mejor para ellos y para sus hijos. No cerremos las puertas a la esperanza. México es muy grande y puede recibir a muchos migrantes. Que nada apague nuestros corazones. No neguemos nuestra esencia. Demostremo­s una vez más la generosida­d que siempre hemos tenido.

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