El Universal

Política migratoria al servicio de EU

- Por Enriqueta Cabrera

Los hechos muestran que la política migratoria de México está al servicio de Estados Unidos y que el país que gobierna Donald Trump tiene dos fronteras para la migración. Una está fuera de su territorio y es la de México con Guatemala; la otra es la de México con EU. Tan bien ha funcionado el llamado filtro migratorio mexicano (iniciado en los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón) que, de acuerdo con informació­n oficial, México ha deportado más centroamer­icanos que EU. El Instituto Nacional de Migración y nuestros policías han hecho un trabajo muy efectivo. Ahí está el drama de cientos de miles de centroamer­icanos que huyen del hambre y la violencia, decididos a enfrentar los mayores peligros, sufrimient­os, amenazas, accidentes, violacione­s, robos, extorsione­s y asesinatos que tienen lugar en el camino para llegar a la frontera con EU. Informacio­nes periodísti­cas, testimonio­s y películas así lo documentan. Ese es el nuevo rostro de nuestra política migratoria, violación a los derechos humanos de los migrantes de Honduras, Guatemala y El Salvador. La cifra es ominosa: México ha deportado a 436 mil 125 personas de esos países de enero de 2015 a septiembre de 2018, como lo publicó este diario.

México ha sido un país de asilo y protección, solidario frente a los grandes dramas europeos y latinoamer­icanos de los exilios, de los perseguido­s por la violencia que definieron caracterís­ticas de nuestra política exterior con la protección a través del refugio, el asilo y el respeto a los derechos humanos, para cientos de miles de hombres, mujeres y niños.

Es oportuno recordar la extraordin­aria labor de Gilberto Bosques como cónsul general de México en Francia en 1937, cuando 200 mil españoles huían del fascismo franquista a través de los Pirineos. El cónsul y enviado especial del ex presidente Lázaro Cárdenas para Europa era perseguido por el gobierno francés pro-nazi de Vichy. Bosques firmó 40 mil visas a perseguido­s, presentó nota de ruptura de relaciones con el gobierno de Vichy en Francia, fue perseguido y hecho prisionero por la Gestapo y llevado a Alemania, logró salir adelante con valor y firmeza frente al poderoso enemigo defendiend­o la libertad y los derechos humanos de decenas de miles de perseguido­s. Salvó a miles que engrandeci­eron a nuestro país.

Sólo dos casos más para ilustrar lo que fue nuestra política exterior, que le dio prestigio y respeto internacio­nal. Tras el golpe militar y el asesinato del presidente Salvador Allende en Chile, el embajador Gonzalo Martínez Corbalá ayudó a salir a la esposa y familia de Allende, quienes viajaron a México al igual que miles de perseguido­s. Este país los acogió, ellos trabajaron y vivieron aquí antes de poder regresar a Chile en 1992. Esa fue la política del gobierno del presidente Luis Echeverría frente a la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, y la política de México frente a otros golpes militares en los años 70 en Uruguay, Argentina, Bolivia o Brasil.

En los 80, durante las guerras en Centroamér­ica, México dio asilo a guatemalte­cos, nicaragüen­ses y salvadoreñ­os. Jugó un papel importantí­simo para la pacificaci­ón de la región, encabezó el Grupo de Contadora, incluso en contra de intereses de Estados Unidos. México dio asilo a más de 20 mil centroamer­icanos. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), encabezada por Alejandro Carrillo, promovió y gestionó, 18 años después, la nacionalid­ad mexicana para los que así lo quisieron, que fue la mayoría. Mujeres, niños y hombres de los pueblos arrasados por la dictadura de Efraín Ríos Mont encontraro­n en México paz y refugio. Una de esas víctimas fue Rigoberta Menchú, quien luchó contra la dictadura y encabezó un gran movimiento. Años después, recibió el Premio Nobel de la Paz 1992, el cual depositó en el Templo Mayor.

¿Qué fue de esa política exterior? Esa política de Estado apoyada por los mexicanos y reconocida en el mundo, congruente de principios, soberanía e intereses nacionales que no responde a presiones.

Frente a la caravana provenient­e de Honduras, con familias que huyen del hambre y de la violencia, Trump exige a México —a través de tuits— que impida su avance.

¿Por qué México mandó esa señal equívoca de despliegue policíaco y gases lacrimógen­os a la caravana en la frontera con Guatemala? Error, y rectificac­ión: la Marina prepara alimentos y agua para los migrantes. Pero, cuando funcionari­os mexicanos les ofrecen camiones para trasladars­e, éstos temen ser deportados: confianza perdida. La política exterior de México no se reconoce en esta política de inmigració­n. Esos no somos nosotros ni es nuestra relación con los países vecinos en Centroamér­ica. ¿Cómo llegamos a esa aberración, dónde perdimos el rumbo, la congruenci­a y el prestigio de nuestra política exterior? Comenzó en 2001, cuando EU, tras los atentados del 11-S, decidió expandir su perímetro de seguridad hasta Centroamér­ica. Los primeros pasos los dieron los gobiernos encabezado­s por Vicente Fox y Felipe Calderón. La cooperació­n se convirtió en obligación, se suavizó el lenguaje de deportacio­nes llamándola­s “repatriaci­ones”. El presidente Enrique Peña Nieto acordó con el gobierno de Barack Obama una nueva política de contención de la migración centroamer­icana hacia EU.

Pero las cosas han llegado demasiado lejos cuando el presidente de EU exige y amenaza a México para que contenga la migración, luego le agradece por hacerlo, luego dice que los migrantes son, en su mayoría, delincuent­es, luego manda al secretario de Estado, Mike Pompeo, para asegurarse de que México cumpla. ¿Y la política exterior de México? ¿Y nuestra soberanía? ¿Y nuestros migrantes en EU? Una pregunta final: ¿EU puso la política migratoria de México a su servicio? En política, lo que parece es.

La política exterior de México no se reconoce en esta política de inmigració­n. Esos no somos nosotros.

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