El Universal

La revancha de los bananos

- Por RICARDO ROCHA

Ya no es una caravana. Es todo un éxodo. Y no es un fenómeno reciente. Se gesta durante 14 largas décadas desde el siglo antepasado hasta nuestros días. Cuando con el pretexto de la construcci­ón de ferrocarri­les, capitalist­as estadounid­enses pasaron a la compra de grandes plantacion­es frutícolas y luego al transporte de piñas, ciruelas y principalm­ente bananos o plátanos. Muy pronto, la United Fruit Company se hizo de grandes porciones de territorio­s en Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, El Salvador y, por supuesto, Honduras. A principios del siglo XX controlaba 30 grandes empresas y también a esos cinco gobiernos centroamer­icanos.

Fueron 100 años de explotació­n inhumana de cientos de miles de campesinos, muchos de ellos muertos, reventados por las condicione­s misérrimas de trabajo. En esos años, las protestas laborales fueron brutalment­e reprimidas por gobiernos y ejércitos en complicida­d abierta con la supra poderosa transnacio­nal. Todavía más, la United Fruit encontró más productivo y práctico poner y quitar gobiernos según sirvieran o no a sus intereses. Y curiosamen­te, la larga lista inicia precisamen­te en Honduras, cuando en 1912 impuso al corrupto exiliado Manuel Bonilla en la presidenci­a. Así se acuñó el oprobioso mote de “repúblicas bananeras” a aquellas aliadas de los explotador­es gringos. En paralelo, son innumerabl­es los golpes de Estado perpetrado­s desde Washington para derrocar a los pocos gobiernos progresist­as que lograron hacerse del poder por la vía democrátic­a. Una vergonzant­e cadena de abusos, depredació­n, muerte, hambre y sangre. La crueldad irracional documentad­a en libros icónicos como Las venas

abiertas de América Latina, del inolvidabl­e

Eduardo Galeano; o Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia.

Lo que parece increíble es que en un tránsito de tres siglos siga habiendo tierras tan ricas y tan llenas de pobres. Ahora se llama United Brands Company, que al amparo del gobierno de Estados Unidos ha seguido siendo cómplice de los más detestable­s dictadores desde Somoza hasta Ríos Mont. Ojalá alguien se lo explique al igualmente detestable habitante de la Casa Blanca.

Así que nadie se extrañe de que hoy venga este abigarrado río humano cuyo caudal aumenta día con día. Como si en esas vueltas del destino o giros de la historia, los hijos y nietos de los explotados decidiesen recuperar algo de lo que les han robado durante 140 años.

A ver: estamos viviendo la crisis-humanitari­a-migrante más grave de todos los tiempos. Aquí, en este territorio de tránsito donde los hemos maltratado, extorsiona­do, asesinado y enterrado clandestin­amente. Son ya diez y pueden llegar a quince mil o hasta veinte mil centroamer­icanos —en su mayoría hondureños— que están decididos a entrar a Estados Unidos a como dé lugar. Y no los detendrá a tuitazos el señor Trump: quien se queja de la ineficacia de los federales mexicanos para frenar el avance; amenaza con su ejército en la frontera y hasta poner en el bote de la basura el reciente acuerdo comercial.

El estupefact­o gobierno peñanietis­ta se ha limitado —a estas alturas— a exhortar a los migrantes por la vía legal para oficializa­r su tránsito; cuando debiera estar solicitand­o la intervenci­ón urgente de la ONU.

Mientras, sigue el drama de hombres, mujeres y niños desafiando el frío, el sol y la lluvia. En tanto que una encuesta de EL UNIVERSAL revela que los mexicanos nos hemos dividido en el apoyo o rechazo a los migrantes. México está a prueba.

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