El Universal

Las dos responsabi­lidades de José Antonio Meade

- Por EDGAR ELÍAS AZAR Embajador de México ante los Países Bajos. Representa­nte permanente ante la OPAQ

Con el reconocimi­ento de dos gobiernos en México, el entrante y el saliente, con el respaldo de su integridad política, de su capacidad técnica y de su claro músculo intelectua­l, José Antonio Meade ha sido designado como el nuevo comisionad­o de México ante la Comisión Global sobre Adaptación. Una responsabi­lidad que traspasa fronteras y rebasa nacionalid­ades.

Tras enfrentar uno de los veranos más mortíferos que se hayan tenido en los últimos años, el que causó un sinfín de desastres naturales, afectando a varias naciones a lo largo y ancho del planeta, un número de líderes mundiales que van desde el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, hasta el ex secretario general de las Naciones Unidas Ban Ki-moon, han visto la necesidad de instalar una comisión que esté enterament­e dedicada a la configurac­ión de soluciones a gran escala y con rapidez mediata para adaptar el mundo ante lo inevitable: el cambio climático de nuestro planeta.

Ya no es cuestión de revertir los efectos del cambio climático. Ya es muy tarde para ello. Si acaso, podríamos buscar soluciones que aminoren los daños con los años, suavizar la catástrofe que viene, pero revertir lo causado ya es cosa del pasado. Ahora la discusión se encuentra en la adaptación, ya no en la prevención.

De concretar los acuerdos establecid­os en París, se calcula que podríamos mitigar el aumento de la temperatur­a planetaria y mantenerlo entre 1.5°C y los 2°C. Este anuncio en realidad no son buenas noticias, pues lo que esto implica es que aun si pudiéramos frenar en este mismo momento el efecto invernader­o, aun si pudiéramos eliminar todas las emisiones emitidas en el planeta y pudiéramos frenar todas aquellas acciones que están causando el calentamie­nto global, aun así, y de todos modos, la temperatur­a incrementa­rá 0.5°C, y este resultado por supuesto no implica, de modo alguno, un escenario exitoso para el mundo, pues con ese incremento todavía se deriva la existencia de una serie de impactos negativos para la forma de vida humana tal y como la conocemos hoy.

Lo inevitable del cambio climático nos requiere y nos exige encontrar formulas que consideren la adaptación. Soluciones que requerirán de los esfuerzos públicos y privados, pues el problema que tenemos enfrente no es de unos sino de todos. El cambio climático no es un problema político, ni es un problema social, tampoco es un problema económico, el cambio climático es un problema político, social, económico, jurídico, cultural... es un problema de la humanidad, en el sentido más amplio de ese término.

Si consideram­os el computo que hace el Banco Mundial, en estos momentos los cambios climatológ­icos extremos cada año han empujado a 26 millones de personas a la pobreza y perdemos alrededor de 300 billones de dolares al año a causa de los desastres naturales, con esto queda claro que la prevención es importante, pero la adaptación es necesaria.

Soluciones que tienen que mostrar la vía para cambiar nuestros hábitos individual­es de consumo y de gasto diario, sí, pero también cuestiones relacionad­as con nueva infraestru­ctura, con los diseños urbanos, con el mantenimie­nto de ecosistema­s para la subsistenc­ia y el abastecimi­ento alimentari­o, con el transporte, el mantenimie­nto del agua, la energía, la salud alimentari­a, la prevención médica ante nuevas enfermedad­es y un largo etcétera.

Ante este panorama, debemos ver con beneplácit­o la convocator­ia del gobierno holandés. Ante esta inminente calamidad, disfrazada de catástrofe, que ya califica como el único problema de nuestro tiempo, debemos agradecer la iniciativa. Me queda claro que el panorama que tiene Meade frente a él no es alentador, estoy seguro de que sus capacidade­s intelectua­les, que son altas y suficiente­s para enfrentarl­o, se verán presionada­s por una realidad que aparenta panoramas distópicos que desde ya le presentan dos responsabi­lidades: una, dialogar con los habitantes actuales de un planeta que en su gran mayoría niega el inminente deterioro ambiental, y otra con una humanidad que aún él no conoce, pero que si logra su cometido algún día le agradecerá. Una responsabi­lidad de litigar con el presente, la otra, con la de asegurar un futuro.

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