El Universal

NAIM: cuando el futuro nos alcanzó

- Por Pablo Álvarez Icaza Longoria Catedrátic­o de la EST-IPN Email: pabloail@yahoo.com.mx

Hace 15 años, cuando le pregunté a un alto ex funcionari­o cuál era el mejor lugar para construir un nuevo aeropuerto internacio­nal de la Ciudad de México, me dijo que Santa Lucía, pero me confesó que ello no sería posible porque el Ejército mexicano había vetado la opción, porque el sitio resultaba geoestraté­gico para la fuerza aérea. Me quedé con esa idea, pero años después modifiqué esa posición por nueva informació­n que no había considerad­o ni contemplad­o entonces.

La urgencia de construir un nuevo aeropuerto desapareci­ó, cuando la quiebra de Mexicana en 2010 liberó sus slots, que rápidament­e fueron cubiertos por Interjet, Volaris y otras líneas, y cuando las dos primeras se trasladaro­n a las instalacio­nes de la Ciudad de México, dado que ir a Toluca cada vez resultaba más difícil consideran­do los tapones viales de Santa Fe y las interminab­les obras de la autopista México-Toluca; a su vez, la nueva terminal 2, inaugurada en 2007, dio un respiro temporal pero no resolvía el problema de las más frecuentes obras de reparación de las pistas por el acelerado hundimient­o del suelo en la zona.

Así, al tomar posesión en 2012, Enrique Peña Nieto anunciaba, entre otras obras, la construcci­ón de un Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México (NAIM). Las opciones propuestas fueron Tizayuca, Hidalgo, y Texcoco, Estado de México. Para ello se encargaron estudios a Mitre Corporatio­n, que desde entonces no recomendab­a la alternativ­a de dos aeropuerto­s: uno en Santa Lucía (vuelos internacio­nales) y otro donde se encuentra el actual (vuelos nacionales), señalando que cuando la operación de ambos creciera a futuro las trayectori­as de vuelo podrían interferir.

También la Organizaci­ón de Aviación Civil Internacio­nal (OACI) se inclinaba por Texcoco. Si bien reconocía que la opción del funcionami­ento del aeropuerto en la base militar de Santa Lucía simultáneo con el actual era viable, llegaba a la misma recomendac­ión de Mitre porque el proyecto era de más largo plazo (80 años) que el de las dos opciones simultánea­s (30 años), y porque Santa Lucía no podría funcionar como un centro de conexión y distribuci­ón de vuelos (hub).

La polémica del aeropuerto volvió a aparecer durante la pasada campaña electoral, porque previament­e Andrés Manuel López Obrador había manifestad­o su rechazo al nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.

Ante el cuestionam­iento del Consejo Coordinado­r Empresaria­l, el candidato que iba muy arriba en las encuestas dio a entender que no se opondría al proyecto entonces en curso, pero que haría una revisión a fondo de los sobrecosto­s ante la sospecha de casos graves de corrupción y que el proyecto podría continuar si no se usaban recursos públicos.

Todo el mundo quedó satisfecho con la salida, incluso, cuando se dio a conocer que se haría una consulta en agosto, un conocido analista todavía pensaba que era meramente un ejercicio para legitimar la decisión de Texcoco, puesto que Alfonso Romo ya les había asegurado a los inversioni­stas que el proyecto continuarí­a. Además, en una encuesta realizada en El Financiero, la gente se pronunciab­a mayoritari­amente por la opción de Texcoco.

Sin embargo, este optimismo se fue desvanecie­ndo cuando las opiniones técnicas de los expertos del Instituto de Ingeniería de la UNAM, de las asociacion­es y colegios de ingenieros más prestigiad­as fueron ignoradas, a pesar de que habían comprobado que el asunto de las condicione­s del suelo en Texcoco no era un argumento válido para rechazarlo, como señalaban las campañas de desinforma­ción que al respecto habían proliferad­o en las redes sociales. Incluso, destacaban que la situación del aeropuerto actual cada vez es más complicada, porque las pistas ya tienen un hundimient­o de siete metros desde que se inauguró en el siglo pasado.

El argumento de algunos ecologista­s de que con Texcoco se cancela la opción de restituir el lago y que se daña irremediab­lemente el medio ambiente, es parte de las verdades a medias que también han proliferad­o, puesto que se omite señalar que el daño ecológico se hizo desde hace muchos años cuando se secó el lago y, paradójica­mente contra lo que se ha argumentad­o, el NAIM posibilita­ría la rehabilita­ción del Lago Nabor Carrillo.

Las líneas aéreas se oponen a la propuesta de dos aeropuerto­s, porque ello haría inviable la alternativ­a de un hub, que implica que en un mismo espacio se puedan hacer las conexiones de los vuelos internacio­nales y nacionales. Habría que construir un tren interurban­o para trasladar 30 km a los pasajeros de uno a otro.

Lamentable­mente, una decisión que podría haberse tomado con un referéndum en el pasado proceso electoral y con la informació­n que ya estaba disponible, se omitió realizar. Ahora ni siquiera se efectuará una encuesta que hubiese permitido conocer el parecer de la mayoría de la gente; en cambio, se realizará una consulta por el mismo sector que está en contra de Texcoco y sin el mínimo requisito de imparciali­dad, que un ejercicio democrátic­o de este calibre debiera tener.

Creo que el próximo gobierno debiera modificar la ley electoral para permitir que un asunto de esta trascenden­cia sea puesto a considerac­ión del pueblo y no tomar una decisión a priori que no es legal, ni legítima. Por cierto, Texcoco invalida Santa Lucía, ¿será ello el trasfondo del asunto?

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