El Universal

País de cangrejos

- Por EMILIO LEZAMA Analista político

No podemos permitir que en el Valle de México se hagan proyectos aislados, obras sexenales que queden truncas, ya no debemos permitir soluciones de carácter político”. La cita anterior no es reciente ni se refiere al Aeropuerto. No. La cita es de 2004, de una nota publicada en el periódico Reforma titulada Critican arquitecto­s plan para el Metrobus”. La construcci­ón del Metrobús encontró rechazo en amplios sectores de la población, la mayoría de ellos poco afines al partido gobernante en el entonces DF. Pocos meses después de haber sido inaugurada la primera línea de Metrobús, el entonces asambleíst­a del PAN Jacobo Bonilla criticó el nuevo medio de transporte; la cita textual no tiene desperdici­o por su cinismo: “Durante un recorrido por el Metrobús, el diputado que reconoció trasladars­e en automóvil constató con los usuarios cómo los autobuses van saturados y es muy complicado caminar en el pasillo aglomerado”.

El debate público en torno a proyectos de infraestru­ctura en México es francament­e tedioso. Sin excepción, los adherentes a la corriente política que propone un proyecto lo defienden a capa y espada y sus contrincan­tes buscan frenarlo a toda costa. El resultado es un país inmóvil en lo necesario y frenético en lo aberrante. Sea lo que sea, si es una obra de infraestru­ctura, la voz gruesa de la corrección política pública intentará frenarlo a nombre de una gran causa. En parte esto tiene un origen válido; solo hace falta ver la cantidad de permisos de construcci­ón que se dieron en este sexenio en la CDMX para entender la desconfian­za que han generado las autoridade­s. Sin embargo a esta legítima desconfian­za también se suma un elemento francament­e negativo e inmoviliza­dor en la psique social.

Elejemplod­elAeropuer­todemuestr­a lo estéril que es el debate público en este sentido. A juzgar por la discusión pública no se trata de la contraposi­ción de dos proyectos con ideas y argumentos; sino la contraposi­ción de dos contraposi­ciones, el objetivo no es lograr llevar a cabo un proyecto sino que el otro no logre llevar a cabo el suyo. La nueva moda de los detractore­s del Aeropuerto de Texcoco es señalar que ellos “prefieren el lago”. Es curioso que durante lustros un grupo de arquitecto­s, urbanistas e intelectua­les empujaran un proyecto para recuperar dicho lago y ninguna de estas voces, muchas de las cuales estaban en el poder, mostraron el más mínimo apoyo al proyecto. Más curioso aún que ninguna de estas voces recuerde que uno de los proyectos finalistas para la construcci­ón del nuevo aeropuerto fue el de Teodoro González de León, que justamente planteaba desarrolla­r un aeropuerto que permitiera un verdadero rescate del lago. Si lo que prefieren es el lago, ¿no sería más convenient­e exigir que se cambiara este proyecto por el que propuso uno de los mejores arquitecto­s que ha dado el país? Un proyecto que realmente buscaba regenerar ese “lago” que hoy, independie­ntemente de aeropuerto­s, está completame­nte abandonado.

Estos argumentos gustaran mucho a los allegados al proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco, pero su posición es igual o más inconsiste­nte. Este grupo apoya el proyecto de Texcoco pero considera que el Tren Maya es innecesari­o, que no hay estudios que lo avalen (aunque todavía ni siquiera entra el nuevo gobierno) y le parece un capricho y un gastadero de dinero innecesari­o y descomunal. Todos esos argumentos podrían aplicar al aeropuerto que actualment­e se construye, pero se utilizan únicamente para atacar aquello que viene desde un lugar político que no agrada.

La inercia es agotadora; el presidente electo que quiere su tren y se queja de los que lo rechazan pero él mismo rechaza con vehemencia el aeropuerto. El grupo crítico al nuevo presidente electo que defiende el aeropuerto de Texcoco pero le parece una estupidez construir trenes, puertos y otros tipos de infraestru­ctura. Los liberales que defendiero­n el tren a Querétaro, ahora en contra del Tren Maya; aquellos que se opusieron al tren a Querétaro ahora exaltados con el Tren Maya. Los ambientali­stas que quieren el lago pero no la selva, los ambientali­stas que se preocupan por la deforestac­ión de la selva maya y cuando se plantea un proyecto de reforestac­ión nacional se indignan porque no es cómo ellos pensaban o con quien ellos pensaban. País de cangrejos.

Sospecho que hay muchos que observamos tímidos y agotados estos debates, temerosos de decir que nos gustan los proyectos que transforme­n la realidad. Sospecho que hay muchos que sí queremos ver innovación pero no nos atrevemos a decirlo públicamen­te por miedo a ser tachados de ingenuos o comprados. Sospecho que habemos muchos que deseamos un debate en torno al país que queremos y no al lado al que pertenecem­os. Sospecho que hay muchos que queremos exigir transparen­cia y buena planeación y un debate público serio sin tintes partidista­s. Sospecho que hay muchos que creen que este país si necesita cambios; que se necesitan bicicletas, metrobuses, parquímetr­os, parques, trenes, aeropuerto­s y una política ambiental seria. Sospecho que somos muchos pero estamos desorganiz­ados y nos auto-censuramos; entonces el debate público lo monopoliza­n los cangrejos.

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