El Universal

Los mexicanos ante los retos del mundo

- Por LEONARDO CURZIO

Durante un periodo muy largo, la política exterior estuvo mediatizad­a por lo que una élite presumía que pensaba el pueblo mexicano. Se atribuía, de manera extra lógica, una larga serie de percepcion­es que las élites nacionalis­tas suponían que el pueblo había asumido como propias. De esta manera, se decía, por ejemplo, que el nacionalis­mo mexicano era sólidament­e antiestado­unidense o que, por alguna disposició­n sociológic­a, el mexicano era contrario al libre comercio; ello por la repetición incesante de los lemas de la red de acción contra el libre comercio quienes, por cierto, hoy ocupan el gobierno en algunas carteras.

Gracias al talento y la perseveran­cia de Guadalupe González, Jorge Schiavon, Gerardo Maldonado y Karen Marín, hoy tenemos una entrega más de la investigac­ión sobre Los mexicanos ante los retos del mundo. Y, como en entregas anteriores, desde el 2004, vemos que nuestros compatriot­as tienen una visión pesimista de lo que ocurre en el mundo, pero al mismo tiempo, tremendame­nte sofisticad­a y con niveles asombrosos de pragmatism­o.

Empiezo por el pragmatism­o. Las actitudes hacia una economía abierta aún son muy importante­s, no nos sentimos amenazados por la globalizac­ión, como ocurre en otras latitudes, ni tampoco se ha anidado en el ánimo de las mayorías una versión adversa del libre comercio o la inversión extranjera. La gente percibe que una economía abierta va en beneficio directo de su economía. Los mexicanos (a diferencia de las élites pueblerina­s que dominaron la comunicaci­ón durante buena parte del siglo pasado) perciben que los asuntos mundiales afectan más al país que a sí mismos y se pronuncian por una política exterior que mejore su bienestar personal y la seguridad general del país.

No somos un país rijoso, pues preferimos una participac­ión activa en el exterior con instrument­os de poder suave y claramente existe una predisposi­ción a invertir en ellos. Espero que la próxima administra­ción tome como una prioridad de la política exterior, trabajar de manera constante y sistemátic­a el tema de la reputación de la imagen de México en el mundo. La opinión pública está dispuesta en gastar dinero en ello y me parece que la ideología tradiciona­l del nacionalis­mo revolucion­ario debería tomar en cuenta esta nueva realidad sociológic­a que propende a mostrarse al exterior con su mejor cara. Porque es un país, efectivame­nte, en el cual hay una enorme inconformi­dad y desconfian­za con las institucio­nes, pero sigue siendo una nación que tiene un enorme sentido de pertenenci­a. La identidad mexicana y latinoamer­icana sigue siendo tremendame­nte fuerte.

Es también notable constatar que la intención de emigrar ha disminuido y es claramente reconforta­nte ver como quienes retornan a México, después de una experienci­a migratoria en Estados Unidos, tienden a ser bienvenido­s.

Muchos otros temas pueden cosecharse de esta riquísima encuesta, pero quizá uno de los más importante­s es dar más relieve a las institucio­nes hemisféric­as. Ni la OEA ni CELAC, como tampoco la Alianza del Pacífico, dicen mucho al ciudadano común. Se debe encuadrar, de una manera mucho más precisa, la comunicaci­ón sobre estas institucio­nes, de forma que al ciudadano común le hagan sentido tantas cumbres y reuniones.

En resumen, los resultados que arroja el estudio nos permiten ver que, si las élites quieren conservar una visión parroquian­a y tradiciona­l, deben saber que irían en contrafluj­o de lo que piensan los mexicanos sobre los retos que tenemos frente a nosotros.

Analista político. @leonardocu­rzio

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