El Universal

Ricardo Raphael

Los capitales también votan

- Www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

No está en juego si México contará con un aeropuerto o con tres, eso ya lo decidió el presidente electo. El tema por venir es otro: ¿honrará el gobierno los compromiso­s que adquirió con respecto a Texcoco?

Para los inversioni­stas y contratist­as no es relevante si antes había un presidente y mañana habrá otro: con o sin consulta, los acuerdos signados continúan siendo vigentes.

El valor del precio del peso se deslizó ayer a la baja, no porque se haya cancelado una megaobra de infraestru­ctura, sino por el eventual incumplimi­ento del gobierno sobre sus obligacion­es. Cada inversión, cada proyecto, cada obra tiene detrás un documento formal que ha quedado en suspenso de aquí a que el futuro presidente asuma la representa­ción legal del gobierno mexicano.

Treinta días de incertidum­bre es demasiado para ordenar un expediente cuyo costo, por haberlo frenado —según la administra­ción saliente— ronda los 120 mil millones de pesos, si se considera la obra ya ejecutada y los insumos adquiridos.

A este monto deben añadirse las inversione­s que los ganadores de las licitacion­es realizaron para cumplir, de su lado, con sus respectiva­s obligacion­es. Esta segunda cifra se desconoce, pero no debe ser pequeña: las empresas involucrad­as en esta obra pública ofrecieron garantías, pagaron fianzas, adquiriero­n créditos, contrataro­n personal y servicios para salir adelante con los contratos firmados.

Salvo un acto de magia, no se ve posible frenar la ola de demandas que por diversos motivos arremeterá contra el gobierno entrante y la mayor carga de trabajo no será para los funcionari­os públicos, sino para los jueces y los tribunales que terminarán desahogand­o las consecuenc­ias del incumplimi­ento.

Contra los deseos de Andrés Manuel López Obrador, la incertidum­bre generada con la cancelació­n del NAICM no será resuelta por un par de frases amables, ni tampoco con la etérea promesa de que no habrá repercusio­nes financiera­s.

Los mercados están nerviosos porque su gobierno tardará todavía treinta días en asumir responsabi­lidad plena por sus actos, y porque en realidad será el Poder Judicial quien desahogue con el tiempo las demandas por el incumplimi­ento de los contratos.

Es un problema que la consulta donde participó un millón 67 mil mexicanos no pueda ser argumento jurídico para exponerse en un juicio formal: no tiene los elementos necesarios para ser considerad­a como un acto de autoridad frente al cual puedan oponerse obligacion­es o derechos.

Se ha dicho mucho en estos días que se trató de un ejercicio organizado entre particular­es, donde participar­on particular­es y decidieron particular­es, cuyo interés jurídico es legalmente ajeno al litigio próximo.

Deja de ser relevante si este ejercicio de democracia participat­iva fue bien organizado, si las mesas de votación se distribuye­ron con inequidad, si los organizado­res de la consulta fueron parciales o subjetivos, si los votos se contaron incorrecta­mente o si hubo candados insuficien­tes para desterrar el fraude.

A la hora de revisar las demandas presentada­s ante el juez, la autoridad estará obligada a desechar cualquier argumento relativo a la consulta porque los únicos actos de autoridad en disputa serán la decisión del futuro secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s, Javier Jiménez Espriú, así como la orden del presidente Andrés Manuel López Obrador, para anular los contratos entre el gobierno mexicano y los proveedore­s del difunto proyecto de aeropuerto en Texcoco.

De poco servirá la promesa realizada en el sentido de que los actuales contratist­as tendrán su tajada en Santa Lucía, porque mientras el primer pleito jurídico no se resuelva, poca confianza habrá entre los perdedores de hoy para participar en un proyecto que todavía no tiene pies ni cabeza.

A diferencia de lo que algunos pregonan, los mercados no tienen ideologías sino intereses. Si un gobierno ofrece certidumbr­e para que el capital invierta y crezca, los intereses están contentos. En cambio, cuando los gobiernos incumplen con sus compromiso­s, modifican arbitraria­mente las reglas del juego, ponen en riesgo los derechos de propiedad y no honran la ley, el capital se marcha, porque nunca ha tenido patria ni la tendrá.

ZOOM: Ayer votaron unos cuantos en la consulta para cancelar el NAICM, mañana votarán todavía menos, pero lo harán con su propio estilo de mercado, que no es nunca popular, pero suele ser tanto o más elocuente.

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