El Universal

La falsa seguridad: más cárcel con menos pruebas

- Por LAYDA NEGRETE Investigad­ora del World Justice Project

Nuestros recién estrenados senadores comenzaron mal su legislatur­a en el tema de seguridad: buscan encarcelar a más personas sin ser juzgadas. Sus iniciativa­s presentan pomposamen­te el castigo sin juicio como solución instantáne­a a nuestra crisis. Es un viejo truco para justificar el abuso de poder. Es una farsa.

Entre septiembre y octubre, senadores de todos los partidos presentaro­n iniciativa­s de reformas constituci­onales o legales que se dirigen a ampliar la denominada prisión preventiva oficiosa, una figura que permite meter a la cárcel a personas desde el momento de la detención, sin investigac­ión, sin pruebas, sin juicio, sin declaració­n de culpabilid­ad y a partir de la decisión discrecion­al de un agente del Ministerio Público. Son una veintena de propuestas legislativ­as en la dirección equivocada.

La idea de meter a personas a la cárcel sin existir juicio, al capricho de nuestros ministerio­s públicos, se ensayó en México de forma indiscrimi­nada e ininterrum­pida de 1994 al 2008. En ese periodo, también, se abandonó la capacitaci­ón de policías y profesiona­les en la investigac­ión criminal. A lo largo de catorce años, corrimos el experiment­o. Pusimos en la cárcel a personas acusadas incluso por delitos pequeñísim­os cometidos sin violencia, todo ello sin resultados probados en la reducción del crimen.

Lejos de ofrecer un beneficio social, la prisión sin control se convirtió en el gozo de presidente­s, gobernador­es y sus funcionari­os. Ante un reclamo mediático por resolver un caso, el procurador sólo tenía que acusar para encarcelar. Se hizo innecesari­o investigar sesudament­e los crímenes y probarlos en juicio, por grave que fuese el delito.

El resultado de la política pública envenenada fue efectista. Los ilusionist­as del combate al crimen mostraban diariament­e sus trofeos a una prensa acrítica que les aplaudía: “Cae banda de secuestrad­ores”, “Cae asesino serial de mujeres”,… Y cayeron y cayeron, pero no caímos en la cuenta de que omitimos la construcci­ón de los pisos básicos de un verdadero sistema de seguridad ciudadana. Por eso estamos inmersos en el caos de la violencia, sin sistema de investigac­ión criminal que logre resultados más allá de la flagrancia y con funcionari­os sumamente corruptos.

Los efectos perversos de la prisión preventiva automática se muestran de forma igualmente aterradora en la ventanilla del funcionari­o de primera línea. En los casos rutinarios, fuera del radar público, los agentes del Ministerio Público usan la amenaza de la prisión preventiva como moneda de cambio para extorsiona­r. Es el mundo al revés, en donde se delinque en la casa de la justicia porque decidimos darle el poder inmenso de encarcelar­nos a un funcionari­o menor, sin supervisió­n, ni control. Por eso el Ministerio Público es la verdadera casa de los sustos.

El derecho internacio­nal ha condenado sin ambigüedad­es la práctica de usar la prisión preventiva de forma oficiosa y automática. Ningún país genuinamen­te democrátic­o lo hace. Pero nuestros senadores están a punto de hacernos tropezar de nuevo con la misma piedra. Quienes promueven la expansión de la prisión preventiva son los que directamen­te se beneficiar­án de ésta. Y no somos los ciudadanos: nadie puede engañarnos diciéndono­s que nos darán más seguridad volviéndon­os más vulnerable­s.

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