El Universal

Al bote pronto

- Por JOSÉ WOLDENBERG Profesor de la UNAM

El domingo escribí sobre otro asunto. Pero el lunes en la mañana me entero de los resultados de la llamada consulta y de la reacción de los organizado­res y decido escribir estas notas al “bote pronto”. Me refiero solo al procedimie­nto. Por desgracia lo que parece un juego no lo es.

1. La votación realiza da entre el 25 y 28 de octubre puede ser denominada como se quiera menos consulta. La consulta está regulada por la Constituci­ón y la ley y el ejercicio realizado no cumplió con ninguna de esas condicione­s normativas.

2. Habrá quien diga que mejor eso a nada. Pues no. La única garantía que tenemos los ciudadanos de que nuestras autoridade­s no actúen de manera discrecion­al, arbitraria o facciosa, es precisamen­te la ley. Son las normas las que establecen lo que pueden hacer y las condicione­s para ello.

3. Se dirá entonces que los organizado­res no son aún gobierno y que por ello no están obligados a cumplir –como si fueran gobierno- con el marco constituci­onal y legal. Y en efecto así es. Pero faltando apenas un mes para su ascensión como tal, la única manera de leer el ejercicio es como una fórmula para hacer a un lado las obligacion­es normativas.

4. La “consulta” no contó con ninguno de los mecanismos de seguridad con la que se realizan en México las elecciones. Ni listas de electores, ni funcionari­os de casilla sorteados y capacitado­s, ni vigilancia por parte de representa­ntes de ambas opciones, ni posibilida­des de inspección, ni tinta indeleble para evitar el doble voto y sígale usted. Por lo que sus resultados pueden ser creídos o no. Actos de fe.

5. La “consulta” refleja de manera mucho más inexacta que una encuesta la “voluntad popular”. La segunda se construye con una muestra representa­tiva de la población, la “consulta” está sesgada desde el origen. Ni remotament­e se puede afirmar que “representa” la opinión de la sociedad.

6. El pueblo se hizo chiquito. Según los propios organizado­res votó un poquito más del uno por ciento de los electores registrado­s en el parón. Es decir, 99 de cada 100 no participar­on. Ello porque en muchas poblacione­s –se anunció desde el inicio- no se instalaron casillas (se excluyó a parte del pueblo) y los otros porque simple y llanamente le dieron la espalda al ejercicio.

7. Como siempre sucede, el pueblo que compareció votó dividido (70-30). Lo digo solamente para subrayar lo obvio: el pueblo no es un bloque ni un monolito. Se trata de un conjunto diverso, plural, con intereses, marcos ideológico­s, sensibilid­ades, visiones y reacciones desiguales y distintas. Eso que cualquiera puede constatar es el piso sobre el cual se edifican sistemas democrátic­os que intentan forjar condicione­s para la reproducci­ón, convivenci­a y competenci­a de esa pluralidad.

8. Por el contrario, la utilizació­n del “pueblo” como si fuera portador de una sola voluntad, una sola voz, un solo interés, es lo que ayer y hoy “permite” a algunos hablar en su nombre y desconocer como interlocut­ores legítimos a quienes disienten de su voluntad. Lo cual no suele presagiar nada bueno.

9. No puede ser considerad­o como un ejercicio de democracia directa porque careció de un marco normativo, porque no ofreció garantías de imparciali­dad en su organizaci­ón ni de equidad entre las opciones contendien­tes, excluyó a millones y sus promotores siguen siendo un grupo de particular­es que, bien a bien, pueden hacer con los resultados lo que quieran. Y otra vez, si así se entiende la consulta al pueblo, lo que tendremos serán “consultas” para que el pueblo diga lo que su pastor guste y mande.

10. México ha construido institucio­nes en diversos campos. Muchas son débiles, funcionan de manera inapropiad­a y tienen carencias. Otras, por el contrario, llevan a cabo tareas estratégic­as, lo hacen con esmero y cumplen su función. Sostienen y ofrecen cauce a buena parte de la vida social y sin duda son superiores a los deseos y afanes de una o más personas, por más bien intenciona­das que sean. Temo a la desinstitu­cionalizac­ión del país, al reino del capricho.

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