El Universal

No apostar por la guerra

- Por CATALINA PÉREZ CORREA División de Estudios Jurídicos CIDE. @cataperezc­orrea

A partir del 6 de abril de 2014, ya no se le da continuida­d a dicha estadístic­a, en relación de no ser necesaria para esta dependenci­a del Ejecutivo Federal…” Así respondió la Secretaría de la Defensa Nacional a la solicitud de informació­n sobre el número de civiles que mueren al enfrentars­e al Ejército. Con la excusa de que son las autoridade­s civiles —y no las militares— quienes tienen la obligación de dar seguimient­o a la muerte de civiles, simplement­e dejó de hacer público el número de civiles que mata. Según la misma dependenci­a, de 2007 al 6 de abril de 2014, habían muerto en enfrentami­entos con el Ejército más de 3900 personas. ¿Qué institució­n civil da continuida­d a ese dato a partir de esa fecha? ¿Qué institució­n investiga el uso de la fuerza letal por parte de las Fuerzas Armadas para verificar que no se traten de falsos positivos como lo fueron Jorge y Javier, los estudiante­s del Tec de Monterrey cuya historia se narra en el documental Hasta los dientes? Ninguna. La PGR, por ejemplo, reportó que entre 2006 y 2014, tenía registro de 34 civiles muertos en enfrentami­entos con el Ejército. En otras palabras, nadie investiga el uso de la fuerza letal por parte del Ejército, ni lleva siquiera la cuenta de personas muertas a manos del Estado mexicano.

“No apostar a la guerra”. “No optar por el exterminio de los seres humanos, que no haya masacres en nuestro país. Que podamos garantizar la paz y la tranquilid­ad sin el uso extremo de la fuerza”, dijo Andrés Manuel López Obrador durante la clausura de los foros de pacificaci­ón la semana pasada. Y agregó: “Que policías, marinos, soldados vayan formándose en el respeto a los derechos humanos, que todas estas corporacio­nes tengan como base la formación, los programas de estudio, la regulación en el uso de la fuerza y la protección y defensa de los derechos humanos”. Minutos antes, la futura secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, había hecho un recuento de la realidad que han encontraro­n en el país en materia de justicia y violencia: abusos perpetuado­s con intervenci­ón o permisión de agentes del Estado, la búsqueda de desapareci­dos que llevan a cabo familiares con recursos propios y sin la ayuda del Estado, investigac­ión ministeria­les y judiciales inexistent­es. Lo que describió fue, en suma, la contribuci­ón —no menor— del Estado mexicano a la violencia que se vive en el país.

Es una buena noticia que la próxima administra­ción quiera poner fin a la guerra y que el próximo presidente asuma públicamen­te la responsabi­lidad de la violencia que ejercen las Fuerzas Armadas. La lógica de guerra ha guiado las políticas de seguridad de las últimas dos administra­ciones con consecuenc­ias desastrosa­s. El despliegue de las Fuerzas Armadas sin objetivos claros y los enfrentami­entos armados cotidianos son parte central de esa dinámica que ha generado la espiral de violencia y el deterioro de las institucio­nes civiles. Sin embargo, se requiere más que voluntad para poner fin a la guerra. Es necesario, como señaló la futura secretaria de Gobernació­n, la construcci­ón de institucio­nes de procuració­n de justicia que investigue­n y sancionen cada homicidio, cada desaparici­ón (sean cometidos por funcionari­os públicos o por ciudadanos). Se necesita, además, un marco que regule debidament­e el uso de la fuerza, la implementa­ción de mecanismos de evaluación sobre su uso y garantizar la rendición de cuentas y transparen­cia. La informació­n, como los mecanismos de control, son elementos claves para la construcci­ón de cualquier Estado de derecho.

Llevamos 4 años y medio sin siquiera saber el número de civiles muertos a manos del Ejército. Si realmente se quiere poner final a guerra en México, hay que comenzar por poner fin a la violencia del Estado y al silencio que le encubre. Mientras justifique­mos, sin más explicacio­nes, la muerte cuando seguimos con un Estado que ejerce la violencia como primera respuesta, seguiremos apostando por la guerra.

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